José Guadalupe Robledo Guerrero.
Iniciaré este comentario diciendo que tengo alrededor de 40 años en el oficio periodístico, en los cuales he insistido en criticar la corrupción en Coahuila, principalmente de los gobernantes y de sus colaboradores favoritos, “los amigos del mandatario en turno”, que son a final de cuentas el origen de los saqueos, tráfico de influencias, desvío de recursos, empresas fantasmas, negocios a la sombra del poder, etcétera.
Durante todo este tiempo se logró hacer público centenas de estos ilícitos, pero las autoridades nunca hicieron nada por sancionarlos, salvo las agresiones que padecí por denunciar la corrupción desde el sexenio de José de las Fuentes “El Diablo”. Por eso sé que desde la cúpula del poder estuvieron de acuerdo porque estaban en la “polla”, y protegieron a los ladrones “para no hacer un escándalo” que pudiera dejar mal parada a la “administración”, más aún en tiempos electorales, y menos si dañaba el “honor”, la “decencia” y la “impoluta” imagen de los involucrados.
Esto viene a colación a propósito de la denuncia que ha surgido en las páginas de Zócalo sobre el caso de Alfonso Treviño Medrano, funcionario de la presidencia municipal de Arteaga, que desde hace años y durante dos “administraciones”, las de los controvertidos hermanos Durán, ha sido el caballo de Troya de la industria inmobiliaria, del cemento y la construcción, pero también ha sido socio de sus beneficiarios, lo que seguramente ha incrementado su caudal.
En momentos en que estos corruptos deberían tener sus barbas remojando, las instituciones coahuilenses que deben perseguir los ilícitos denunciados, están ausentes y no se dan por enteradas, tal es el caso de la Fiscalía del Sistema Anticorrupción de Coahuila, cuyo titular es el simulador e inútil Jesús Flores Mier.
Por experiencia sé que nada se hace, debido a que en estos redituables negocios hay personajes, como exgobernadores, familias poderosas, políticos y personajes “notables”, que se encuentran involucrados, y que no los quieren molestar ni con el pétalo de una rosa, a pesar de sus múltiples corruptelas.
Pero éste no es el único caso de corrupción en Coahuila, hay muchos más, viejos y nuevos, por ejemplo, en Saltillo existe otro acusado de corrupción, el exalcalde Isidro López Villarreal, quien dejó la alcaldía saltillense con cuentas sin comprobar por más de 300 millones de pesos, pero no sabemos si es mayor la cantidad saqueada, porque ni siquiera han informado sobre las supuestas investigaciones que han realizado, y le dan largas, apostando a que se olviden.
Pero no sólo fue el saqueo hasta ahora indeterminado el que realizó Isidro López y sus favoritos, también se ha mencionado su nombre en el caso del Fraccionamiento residencial El Campanario, en donde se afectaron las casas de decenas de ciudadanos a causa de las lluvias que trajo la tormenta tropical Hannah; sin embargo, lo que realmente provocó el desastre fue una barda que autorizó el exalcalde Isidro López, pero igual que siempre ha sucedido, las autoridades correspondientes brillan por su ausencia y fingen no darse cuenta, esperando que transcurra el tiempo para que los ilícitos se olviden.
Las autoridades no se han dado cuenta que ya es contraproducente esconder la corrupción debajo de la alfombra. No han aprendido la lección histórica de que López Obrador les arrebató el poder, prometiendo que desterraría la corrupción, y ganó las elecciones arrolladoramente. Este hecho indica que los mexicanos ya están hasta la madre de los gobernantes, políticos y funcionarios ladrones y ventajosos.
¿Para qué darle más tiempo de vida a la corrupción? ¿Hasta cuándo se combatirá la corrupción en Coahuila? Si tanto les interesa a los partidos los votos de los ciudadanos, la mejor manera de conseguirlos es enfrentando la corrupción que corroe a la República…