¿Qué onda con el spaninglish?

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Higinio Esparza Ramírez.

En estos tiempos de globalización de la lengua y colaterales, cargo con un diccionario Inglés-Español (en gringo Spanish-English English-Spanish Dictionary) para poder leer e interpretar los vocablos extranjeros que aparecen en columnas y páginas de algunos tabloides y sus suplementos, porque de otro modo, ni papa.

Como ese de “Otro hattrick de Dyaniny… o aquél que pregona: “Actores hacen casting… y uno más: Pool of pollls. En la misma onda se encuentran los comentaristas deportivos: “Cruz Azul no necesita un community manager”. ¿Qué significado tienen los extranjerismos mencionados en mi lengua materna y paterna?

Para mis nulos conocimientos idiomáticos (apenas terminé la escuela primaria donde se hablaba castellano sin albures ni mezclas de inglés o turco) la información queda incompleta, inentendible. En casa no hay nadie que me explique y batallo con el ajado lexicón bilingüe debido a sus minúsculas letras que tienen el tamaño de un ojo de mosca casera.

Y no son pocas las palabrejas que se cuelan en los textos y encabezados; resulta elevado el porcentaje y más porque el uso diario las hace aparecer como viables y correctas y muchas ya fueron incorporadas a los diccionarios en español, así es que yo soy el único culpable de no caminar al parejo de los tiempos modernos en materia de traducciones o de multilingüismo.

En los anuncios comerciales es donde más predomina la moda de las palabras exóticas y los domingos en que busco un comedero diferente del paseo Morelos o 4 Caminos con los nombres de los platillos en español, me saltan a los ojos el Truck Fashion, el Magnum Car Walsh, el Happy Love Breakfast, el Luncher dinner, el Lagunaspicy burguer grill 87 y un intrigante tasting de cerveza. ¿Qué con la primera palabra?, pregunto porque intuyo una trampa y concluyo: mejor me voy a los sabrosos tacos de barbacoa del mercado de Gómez Palacio

Pero la extrañeza persiste ante un largo cabezal: -Wait for the great event the bride prom & XVs´ferste februariy y dos aderezos: b-day y cropread jeans.

Y luego siguen: New adiction, Maskajolic, Happy love, Show bussiness bites… a esas alturas examino el periódico y verifico que es una publicación editada en México, en español y con marcado acento lagunero. ¿Entonces?

Sucede pues que, o muchos estadunidenses son seguidores del diario de los extranjerismos y sus suplementos o bien que estos están entregados a la tarea de enseñar sobre la marcha el idioma inglés a los lectores empíricos. Un aplauso.

Por ese motivo me agradan los esfuerzos del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas para rescatar 64 variantes lingüísticas mexicanas en peligro de extinción y la tarea que se impuso el arquitecto y artista visual Gustavo Montes para preservar e identificarnos con el canto cardenche, así como las gestiones de Francisco González de la Cruz para proteger en Durango a la etnia huichol “un trabajo difícil y complicado porque la mayoría de los políticos duranguenses no hablan la lengua materna en la comunidad Wiráxica, donde radican los huicholes.

Desde luego las campañas citadas no tienen relación con el spanisinglish national pero considero que son tradiciones que remarcan nuestra nacionalidad mexicana, sus dialectos y su idioma español y por lo tanto acepto que aquella no se pierde por el sólo hecho de masticar el inglés, el francés o el árabe pero, insisto, los monolingües aún no estamos preparados para esos menesteres. Espero traducciones y lecciones para facilitar la lectura; un diccionario de obsequio con letra legible no me vendría mal. ¿Yea?

En mi caso y para no quedarme corto, prefiero el término castellano correo electrónico al inglés imeil y tomo a ofensa el vocablo escáner: –mañana te la escaneo (la foto)- suena a mentada de madre.

A propósito de palabras malsonantes, no me gustan las que emplean frecuentemente los columnistas y publican impunemente: guey, pendejo, cabrón, jodido, estamos de la o ya nos llevó la…. Hasta yo me ruborizo en este momento. Ellos no; por el contrario, creen que la inclusión de malas palabras en sus textos los hace más ilustres ante sus lectores y resulta lo contrario: se vulgarizan. (Carlos Marín a Peña Nieto: ¿Por qué no le mentó la madre a Trump?)

El hijuputez o el hijoputo, son expresiones gallegas de columnistas gallegos de la misma publicación, pero pregunto: ¿El insulto para quién es? ¿el hijo o la mamá? Si es esto último quienes las utilizan insultan a quien menos culpa tiene. Y además ¿qué les importa el oficio o profesión que ella practica? ¿Y por qué las meten en sus escritos que se supone lee todo mundo?

Una plausible excepción sería de don Diego Fernández de Ceballos, quien en su columna escribe ca…britos en lugar de cabrones, refiriéndose a los políticos. Así le platicaron el chiste. Se nota que respeta a sus lectores.

Reitero porque el espacio se acaba: me confunden las expresiones de moda entre los paisanos dependientes del internet: tuirer, cukis, bing, sofwar, flash player, google, yu tubi , blog, hacker, tremen top, feisbuk, maus, washap, selfi, buling, stand up, marketing y muchos otros anglicismos que tienen su equivalente en castellano pero que ya popularizaron los cibernautas hispanos en agravio del vocabulario de estas tierras mexicanas.

Tampoco me entran cofibrik, six, plis, fon, chopin, cidi, buling, selfi, bay, like, lap tap, blog, amsorry, cluster, verigud y el okey. Esta palabra, por cierto, todo el mundo la habla, hasta los intelectuales de casa. Las recepcionistas de Telmex igualmente se contagiaron: -enseguida checo sus datos, mientras tanto resetié (?) su modem no más de 30 segundos… De los tickets y los baucher ni se diga, pero ya los hispanizamos: tiquete y báuche…

(Odiamos al gringo Trump pero no a su idioma ni a sus tiendas: no soltamos el okey, el tiquete, el baay, el tenquiu; el bulling, y un buen número de paisanos compra en EU ropa, calzado, pañales, calzones, aparatos para sordos, alimentos en lata, tenis de chillantes colores que parecen de payaso del circo Unión; Las Vegas, Orlando y Disneylandia son sus sitios preferidos para vacacionar y más enriquecen al país del criticado magnate. En consecuencia, las diatribas de estos mexicanos propias de cantina no tienen ningún sentido)

Cuando escucho a las personas que emplean tales expresiones –las pronuncian y las escriben sin rubor alguno- pienso que hablan inglés. Pero resulta que no, que no lo dominan y por lo tanto se “fusilan” voces ajenas sólo para impresionar al de enfrente. Son “siervos del inglés” como los califica el escritor orgullosamente lagunero Jaime Muñoz Vargas.

La palabra cluster (sin acento en inglés) la emplean reporteros, redactores, columnistas, periodistas, editores, políticos, empresarios, dirigentes del sector privado y público como si fuera habla castellana de uso común y le ponen acento a la ú. En español es igual a grupo, a racimo, a reunirse en torno a… Grupo a su vez tiene las siguientes acepciones: conjunto, agrupación, asociación, congregación, camarilla, banda, caterva, pandilla, CNTE y clan.

Aclara el diccionario que son palabras no nativas que tomamos a préstamo, pero resulta que no las devolvemos y las presumimos como nuestras.

Los militantes del pochismo México-americano radicados en la Comarca Lagunera no acuden al diccionario Inglés-Español para traducir a nuestro idioma las locuciones aludidas y recuperar el castellano como lengua tutelar. Con ello pondrían al día a sus lectores analfabetas del inglés.

La novedad en el uso exagerado de los extranjerismos de ninguna manera es local; la asumen los escritores de los medios culturales nacionales como ocurre con José Noé Mercado en “La Digna Metáfora” del 11 de julio: en su columna “Los sudores de Fuguet” se avienta los siguientes giros: dandy, performance, ataché, affair, jet set, bang, whatsapps, mails, grindereos, gay, smarphone, top model, freelancear, matches, escort, establishment (?)

Por su parte Ethel Krause, columnista del mismo periódico cultural, en un artículo intitulado La Academia y el pueblo dialogando en Guerrero, escribe en tres ocasiones la palabra francesa dossier, como si ésta la hablaran –o supieran de qué se trata- los indígenas guerrerenses a los que se refiere en su artículo. Otro colaborador del mismo diario emplea folders en lugar de carpeta y a uno más de plano no le capto: instgram, hachstag, millenals….

La colega –de aquellos no mía- Bárbara Anderson no se queda atrás y nos endilga un spotlight en su columna de Milenio ¿Qué hace Angélica Fuentes desde Nueva York? Su compañero de páginas, Marco Provencio, brinca a su vez con un nothing, un laissez faire laissez passer y un timing. ¿Qué necesidad hay de ello? ¿O su empleo es correcto? Que alguien aclare mis dudas, plis.

Pero nadie los convence (a los siervos del inglés) y se burlan de uno, nos llaman anticuados, retrasados idiomáticos e ignorantes supinos sin sintaxis ni prosodia. Todo lo que pretendemos –hablo en plural porque seguramente hay más defensores del idioma castellano-, es que ya no sigan minando con extranjerismos a su lengua madre.

Los diccionarios de habla castellana le dan cabida a tales expresiones y las traducen del inglés al español como si fueran expresiones del hispano, y en consecuencia otorgan carta blanca para sustituir con ellas a las propias, por ejemplo: performance, gay, malling, sktech, snob, stand, staff, spleen, sotto voce, starting-block, rocket, sex-appeal, ten top.