SANTOS ROJO, COFUNDADOR DE SALTILLO

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Lic. Simón Álvarez Franco.

El autor que hoy comentamos Armin Gómez Barrios (Saltillo, 1965) es Doctor en Letras por UNAM, Lic. en Ciencias de la Comunicación por el ITESM, donde fue director de la carrera de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, (1994-2002), investigador y arqueólogo del lenguaje y costumbres de nuestros antepasados.

Sus estudios de teatro y cinematografía lo han llevado a presentar sus obras tanto en nuestro país como en el extranjero. No tengo el gusto de conocerle, pero como soy analfabeta digital, hace un par de meses abrí mi celular con fines de familarizarme con su uso y conocer cómo manejarlo, dí algunos clics, no recuerdo en que teclas y apareció en la pantalla una entrevista que en esos momentos le hacía
Jesús Jiménez, “Chu-chuy”, en un canal de TV en Saltillo.

Este muchacho tiene la costumbre de ser mi sobrino favorito, razón por que, al escuchar nombres de personas mencionadas por Armin, nombres que de inmediato sensibilizaron mi maltratado corazón y mi maltratada memoria, pues reconocí de inmediato los nombres de su familia cercana con los de aquellos
que mucho influyeron en mi vida para acercarme a la lectura, a la canción mexicana y a la amistad que se ha extendido por casi nueve décadas.

Así que de inmediato llamé a Jesús y solicité diera mis datos al autor entrevistado para intercambiar conocimientos familiares y declararme amigo de la familia Barrios López, a lo que Armin contestó de inmediato, enviándome de obsequio tres de sus libros.

Lector saltillense; si repentinamente en un programa de TV escucharas los nombres de José Tapia R, director de orquesta, Alfredo Valverde, violinista, Clemente Bárcenas, cantante, “Baby” Herrera pianista, te aseguro te que llamarían a tu corazón como los mejores músicos de aquellos tiempos y de aquella ciudad que ya es otra, pero que nos sigue latiendo el corazón por ella y nuestra juventud claro, hablo de las décadas del ´40, ´50 y ´60 años del pasado siglo.

Volviendo a López Barrios, asombra su amplia cultura, su tesón para investigar, publicar y actuar no siempre en teatros, como hace dos meses actuó en la Capilla del Santo Cristo, anexa a la monumental catedral de nuestra capital. Y fue precisamente actuando su libro “Andanzas y Desventuras del Caballero Santos Rojo” en el que actualiza el mito, leyenda, la conseja, en fin, la historia de cómo Santos Rojo hizo un largo viaje, en distancia y tiempo al puerto de Jalapa a traer una imagen de cristo agonizante, originada en Madrid, para colocarla en la ya mencionada Capilla y festejarla con “matachines” y feria el 6 de agosto de cada año.

En su detallada crónica, despedaza esta historia y nos demuestra que es una efigie de pasta de maíz, elaborada por los tlaxcaltecas avecindados en el “otro” Saltillo, la población que se creó al poniente de la
Villa de Santiago de Saltillo, la de San Esteban de los Tlaxcaltecas, para separarla de la Villa original y dejar la primera para que la habitaran los criollos y los descendientes de españoles.

Copio el inicio de este libro: “La fundación de la Villa de Santiago del Saltillo, fechada oficialmente el 25 de julio de 1577, fue un hecho destacado en el proceso de colonización de la Nueva España.” “El lugar, identificado por una cascada de agua, no muy grande, de ahí el nombre “saltillo” pero en la parte alta de este valle manaban más de 665 “ojos de agua” que daban feracidad a la región estableciéndose en las
estribaciones de la Sierra de Zapalinamé que gracias a su altura y bosques de coníferas permitió la siembra de trigo y otras gramíneas para alimentar a la población que se convirtió en el núcleo urbano más importante del noreste de la Nueva España.”

El capitán portugués, Alberto del Canto venía acompañado por castellanos vizcaínos, navarros –muchos de ellos judeoconversos–; estos soldados recibieron mercedes de terrenos y algunos títulos nobiliarios en reconocimiento que les hizo el Virrey Luis de Velasco, por su valentía ante los indios huachichiles defendiendo sus tierras durante años.

Acuciado con la promesa de obtener tierras, el capitán Francisco de Urdiñola, emigró al Valle del Saltillo con su tropa reclutada entre los indios de Tlaxcala. Llegaron el 13 de septiembre de 1591 y fundaron un poblado gemelo a la villa Criolla separada apenas por una acequia, prosperando las dos poblaciones: la Villa de Santiago de Saltillo y el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. Los vecinos de Saltillo se dedicaban al comercio, la agricultura y la caza de indios, mientras los tlaxcaltecas contaban con autoridades propias y con títulos de hidalguía. Dos maneras distintas de enfrentar la vida, pronto devinieron en discrepancias. Mientras en Saltillo se defendía sangre española y la aristocracia, en San Esteban había disciplina y humildad franciscana. Mientras en la primera el catolicismo era notorio, la segunda mantenía su imaginario mítico pre-hispánico.

Ante enfrentamientos y disputas por el surtido de las aguas que tocaba repartir entre ambos poblados, el caballero Santos Rojo, hombre honesto y caritativo, ideó unificar a ambos pueblos en creencias, ideas de democracia, mandó hacer o compró una imagen sagrada que uniese todos sus anhelos.

Así el caballero fue a buscar un cristo que ya está totalmente comprobado quees de manufactura indígena, pues está hecho de caña y pasta de maíz: el Señor de Capilla, el milagroso Santo Cristo, que ni era de madera ni importado de Europa. Fue realizado por los indígenas avecindados en San Esteban.

Santos Rojo ante conflicto con Juan Navarro reclamando para sí mayor reparto de agua, de propia voluntad y cabal cumplimiento declaró ante el Cabildo de la ciudad que daría la mitad de su caudal en forma gratis y de inmediato a Navarro, cosa que de inmediato cumplió, ensanchando la avenida acuática y surtiendo a su compañero el anhelado líquido.

Esto trae a mi memoria, que siendo adolescente traté al Ing. Pablo Cuéllar Valdés en su carácter de valuador de hipotecas, y un servidor, Subgerente de Hipotecaria del Norte, rama del Banco de Comercio en Saltillo, quien era tenaz historiador, algún día me invitó a acompañarlo a pasear al centro de la ciudad. Ya en la Plaza de Armas, después de saborear una deliciosa horchata bajo los portales, en el puesto de doña Jesusita, entonces me indicó don Pablo que bajáramos por la acera hacia la derecha y al llegar
frente a la Ferretería Sieber, vecina a la Librería Martínez, y a unos 20 metros de la calle de Aldama, exactamente a espaldas de la Casa Purcell, (no sé si aún existan esos tres edificios) me detuvo y señalando hacia el piso de la banqueta, me preguntó ¿qué ves en el suelo?, respondí con la verdad, extrañado de la pregunta: veo, contesté, una barra de fierro amarillo brillante, de alrededor de unos 80 centímetros de largo, con un grosor de más o menos un centímetro. Exacto en tu descripción, pero, ¿sabes lo que es? –No sé—tan sólo describo lo que veo; una barra de metal enterrada en la banqueta.

Mira Simón; Estamos parados en lo que antaño fue la Acequia Grande, por donde fluía el agua que venía del Ojo de Agua para regar las labores del norte de la ciudad y esa varilla enterrada, de una vara de longitud de metal que tanto túy como yo desconocemos que metal es, pero para la ciudad, ese es el límite no sólo de la Acequia Grande, sino que también es el límite de la Villa de Saltillo hacia el oriente y hacia el poniente es el límite de San Esteban de Tlaxcala, poblado indígena que ahora es el centro de la ciudad, pero que allá por el siglo XVI limitaba dos villas muy diferentes una de otra. No soy historiador, pero este recuerdo se lo pasé a Armin a través de un email, para que él lo comprobara. Para mí es un recuerdo inolvidable de mi feliz juventud.

Queda más en el tintero sobre Santos Rojo o Roxo como a veces se escribe, por ahora sólo me resta arengar, suplicar, sugerir a mis lectores conseguir el libro que causó estos recuerdos, y otros del mismo autor por su valía para el moderno estudiante de nuestra ciudad.

Fuentes:
Andanzas y Desventuras del Caballero Santos Rojo. Abismos casa editorial e ITESM.
Ancestrales Hechizos de Amor. Ediciones del Ermitaño. ITESM www.solareditores.com
Visualidad Totalizante. Jacob Bañuelos Capistrán y Armin Gómez Barrios. Abismos casa
editorial. ITESM