Lic. Simón Álvarez Franco.
Alguna vez, el maestro Robledo, director de nuestro periódico a guisa de consejo me expresó: “tienes mucho material en tu memoria, has tenido la fortuna en tu larga vida de conocer y tratar a muchos personajes del arte, la política, la literatura, artistas musicales, pintores y actores de nuestro México tan rico en personajes famosos, escribe sobre cada uno de ellos y enriquécenos con anécdotas y experiencias que tuviste con ellos”.
He seguido su sabio consejo, pero el tema que ahora nos ocupa, tiene muchos aspectos difíciles de abordar, ya que Salvador Novo también tiene muchas facetas, fue diplomático, gastrónomo, crítico, irónico, desalmado muchas veces y otras humorista, en su personalidad tan especial y llamativa llenó toda una época en la cultura desde que volvió a la Capital a reconocerla, vivirla, verla crecer y amándola siempre hasta su muerte.
Nació en la Ciudad de México en 1904, su padre de origen español y su madre mexicana. La familia completa se fue a la Ciudad de Torreón, Coahuila, ubicando su hogar en una casona antigua con jardín y huerta, en la calle Ramón Corona casi esquina con la Avenida Hidalgo, lugar que ocuparon durante siete años; en esa casa alguna autoridad municipal ordenó colocar una placa de mármol en la pared poniente de la calle Corona, en memoria de la estancia de Salvador Novo en La Laguna, y con el paso del tiempo y el rápido crecimiento del comercio y oficinas devoró esa zona, otra autoridad municipal, quizá de buena fe, retiró la placa mencionada en los primeros años de la decena 1960-70, quien esto escribe recuerda haberla visto en su lugar en 1950, año en que empecé a incursionar por estas tierras, a donde llegué a asentarme en 1971 cumpliendo contrato por dos años en una institución bancaria, ignorante entonces y ahora, que la vida tenía otros planes para mí.
Novo cursó la primaria en Torreón, en la Escuela Centenario, cercana a su domicilio. Cuando con su familia regresó a la Capital, inició sus estudios intermedios en la escuela Nacional Preparatoria, para después estudiar en la Universidad, donde no terminó sus estudios de Leyes. Según narra, la familia se asentó en la colonia Guerrero “entonces poblada de clase media decente y con aspiraciones”. Otra parte de sus familiares vivían en la colonia San Rafael, de carácter aristocrático.
¿Cómo le conocí? Allá por 1958 abandoné Saltillo porque habiendo terminado el bachillerato en la Escuela Preparatoria Nocturna, y gracias a que mis hermanas me regalaron $ 300.00 de sus ahorros para financiar mi viaje al DF, para buscar empleo con el deseo de realizar una carrera profesional (en esa época había poca oferta de instituciones de enseñanza superior en provincia), muchos jóvenes como yo mismo tratábamos de estudiar y trabajar para mantenernos; no fue fácil pero batallando y superando dificultades, ya dos años después estuve ocupando un puesto menor en uno de los principales sistemas bancarios de la república con un sueldo mínimo, y había obtenido en la misma una beca para estudiar en la Universidad Iberoamericana, todo esto condicionado a mantener durante mi carrera un promedio de 8.5 de calificaciones. Terminé con honroso 9.6 que me abrió las puertas para una beca otorgada por la Embajada de Estados Unidos, para estudiar un año de posgrado en aquel país.
Durante mis estudios y por buena suerte en el Banco me nombraron redactor de una sección de Espectáculos en el Boletín que la empresa editaba mensualmente para repartir entre sus empleados, he dicho por buena suerte, porque mi experiencia como reportero era nula y como escritor era –y sigo siendo, un burro-. Pero nunca me detuve ante los retos de la vida. No me pagaron nada extra por esta actividad reporteril, no me importó porque tenía la compensación de conocer artistas, cantantes, gente de teatro y lo más importante…, entraba gratis a todos los estrenos en teatros. Para entonces alquilaba un pequeño departamento amueblado en la Calle Río de la Plata, a media cuadra del Paseo de la Reforma, frente a las oficinas del IMSS y atrás del Teatro de la CFE. La cercanía a estos foros me permitía caminar de mi casa a cada uno de ellos, además por $1.00 podía trasladarme al trabajo en Bolívar y V. Carranza en el Centro Histórico, (todavía entonces eran realmente “peseros”).
Otra ventaja de mi cómodo apartamento era que en la esquina con Río Pánuco estaba la botica de don Armando (no recuerdo su apellido), lo interesante es que en la rebotica, pequeño salón trasero donde preparaba medicamentos, se juntaban con él semanalmente una serie de personajes como Juan José Arreola, Renato Leduc, Luis Spota, algunos otros periodistas, reporteros, todos intelectuales de altos vuelos. La verdad es que me hice invitar por el dueño y me uní al grupo que me sirvió de escuela además de diversión.
Pues bien, un día acudí al Teatro de la CFE a presenciar el último ensayo de una obra dirigida por mi amigo José Solé, entre los varios asistentes, distinguí a un caballero alto, muy bien vestido, elegante, cubierto con una peluca color ¡anaranjado¡. Era él, tenía que ser él, Novo en persona. Acompañado de una casi bella mujer, él le enseñó a vestirse de acuerdo a sus necesidades de trabajo, a caminar, conversar, sobresalir y digo “casi”, porque su cuerpo era escultural, una belleza, la mujer más bien torneada del cine mexicano: Kitty de Hoyos, a quien Novo cuidaba y protegía, la enseñaba a hablar, a alternar en sociedad, a ser una estrella y digo “casi” porque su cara tenía defectos en los que no nos fijábamos, ni importaban, pero Novo, eterno perfeccionista la convenció de someterse a operaciones de cirugía estética para corregir su nariz y mandíbula hasta dejarla como lo que era: ¡una diosa! Esto me consta porque unos años después, en casa de mi compadre Juan Ramón Ruelas en ciudad Satélite, su marido Juan Gabriel Torres Landa (uno de los 10 hijos varones del Gobernador de Guanajuato por entonces, puso a todos ellos el primer nombre de Juan y como segundo nombre otro diferente). Ese día, después de sabrosa comida y buenos tragos, tanto Kitty como su esposo me retaron a hacer el “cuarto” en un juego de dominó, a lo que acepté con reticencia ya que nunca lo había jugado ni conocía sus reglas, y como había el factor monetario de las apuestas, factor que entonces como ahora no tenía, la euforia e inexperiencia me ayudaron y gané, no supe cómo, pero gané ese juego y perdí el contacto con mis adversarios.
Volviendo a Novo, lo conocí en el Teatro de la CFE en que fui a ver el último ensayo general de una obra como lo menciono en el párrafo anterior, ahí estaba con Kitty en las butacas traseras, sin titubear, sin que mi falta de experiencia me molestara, directamente me acerqué a la pareja y me presenté como reportero, lector de sus obras y Lagunero de origen, y se sonrió, brindándome una entrevista magnífica y una atenta cortesía las pocas veces que posteriormente nos encontrábamos en eventos culturales o políticos, nos unió una ligera amistad ya que yo solía conocer a varios actores o directores que trabajaban con él.
En 1946 obtuvo el Premio de la Ciudad de México por su libro Nueva Grandeza Mexicana, en el que (inspirado en el libro Grandeza Mexicana de Fernando de Balbuena (1562-1625 aprox.) detalló las bellezas de la Capital, sus usos, costumbres, monumentos, palacios, transportes, comidas, en fin, todo lo digno o indigno que forma la vida en la gran ciudad. Resaltemos que la frase “deteneos compañeros que hemos llegado a la región más transparente del aire”, la usó también el regiomontano Alfonso Reyes en el epígrafe de su libro Visión del Anáhuac y creo que él sabía más que yo acerca del idioma español.
De este libro en prosa, dice Editorial Hermes “… ha recibido otro premio que es el más apreciado a que puede aspirar un buen libro: el que le ha otorgado el público, que en dos meses ha agotado la primera edición”.
Francisco González Guerrero, editorialista de El Universal escribió: “Su estilo es ágil. Colorido, sin que le haga falta la “vitamina adjetival”. Como obra de Salvador Novo. Abundan en ella las agudezas, el azar de la conversación, y las sugestiones atinadas, como propias de un hijo de esta gran ciudad, que la conoce a las mil maravillas».
En su autobiografía “La Estatua de Sal” (1998) Novo plasmó el acontecer de la vida homosexual en un período que abarca de 1917 a 1921 en la Ciudad de México. En este trabajo se pretende hacer un análisis de cómo, a pesar de ser una conducta transgresora, el homoerotismo era una práctica bastante extendida en todos los estratos sociales, hay también quienes deciden vivir juntos en el tejido urbano que forman ghettos, ajenos a la célula familiar o laboral, de seres que deciden pregonar su particular afición que los distingue. Así Novo analiza su papel protagónico en la novela, aceptando y pregonando su homosexualidad (ya he mencionado antes el color de la peluca que usaba para esconder su prematura calvicie), las tenía de varios colores que usaba según el que fuera de acuerdo con su atuendo de ese día.
Escribió abundantes textos culinarios en periódicos y revistas y en algunos libros, reseña que omito porque soy un lego en la materia.
En su libro “Antología Personal Poesía, 1915-1974” editado por Conaculta, nos dice Novo: “El temprano contacto con la poesía encauza la inteligencia del niño hacia el ejercicio y la absorción del sentido del ritmo, en igual medida que la música y la danza. Este sentido del ritmo es innato en el hombre. Responde en él a la reiteración periódica de todos los fenómenos de la naturaleza en que se advierte (el día y la noche, las estaciones del año, las mareas), tanto como se halla presente en los fenómenos, también rítmicos del pulso, la respiración o los actos de caminar y correr), advertimos un acento y una pausa que la sigue. Acento y pausa en sucesión dentro de un tiempo dado, constituyen el ritmo. La música es por esencia rítmica. Y la poesía, nacida con la música, en forma de canto, al independizarse de la música, ha conservado y transferido a las frases del verso el ritmo de su origen musical.”
Fruto de su soledad infantil, rodeado de sonidos bélicos de la revolución, Novo se refugió en los libros y cuadernos para dar a la imprenta en Torreón, sus primeros versos a la edad de 11 años; veamos un par de ellos:
SIN NOMBRE ALGO COMO ROMÁNTICO
Exóticos versos de una triste lira Eres una bella ondina,
que a cada momento llora o suspira. . . un poema de Virgilio.
Exóticos versos de una triste musa Tus mejillas son hermosas
que lenguaje en verso casi siempre usa. . . con la palidez del lirio.
Solamente eso encontramos aquí En fin ¿a qué decir más
POEMAS DE ADOLESCENCIA 1913-1923
A XAVIER VILLAURRUTIA DESALIENTO
Por la cruz inicial de tu nombre, Xavier, Yo siento que soy viejo.
y por la V de Vida que late en tu apellido, que mis fuerzas se ha ido
yo columbro tus ansias tus ansias humildes de no ser y que ya mi cabeza
y escucho el ritmo de tu corazón encendido. pronto va a blanquear
y desde mi ventana
Porque tu yoz es sabia en callar y ceder tristemente he sentido
al claro simbolismo del rosal florecido; la nostalgia que todo siente
porque en tus manos hay aroma de mujer en la hora lunar.
y en tu soñar angustia, y en tu ademán olvido. Mis recuerdos aún viven todos;
pero he perdido los sueños
Porque nuestras dos almas son como cielo y mar que solía forjar,
como un viejo que hubiera
comprenden profundas e inconscientes en su grave callar que es más bello
porque lloramos mucho y rezamos a asomaros en vano, la historia pasada recordar…
En mi redor la tarde se va
y porque nos devora un ansia pecadora muriendo lenta
y entre sus cortinajes siento
quiero decirte: ¡Sufre!, quiero decirte: ¡Llora!, que va a asomar
quiero decirte: ¡Ama!, quiero decirte: ¡Hermano! su cirio funerario la luna
cenicienta.
El pastor que madruga,
rendido a descansar
va tras su rebaño. . .
y ¡cómo se emparenta su día con mi vida
en lo de madrugar!
LA DIEGADA
Rafael querido, tu “Canto a Rivera”
porque decoró la sede de Cortés,
huele a mejor ana que la primavera
indiana que llega postrada a tus pies
Pues ya sus cosechas hasta Cuernavaca
Llenaron paredes con arte de ley,
celébrenlo todos, que en limpio se saca
que cuerna la vaca mientras pinta el buey.
A inmortalizarlo, tímido, me llego;
seremos en ello, padrinos, compadres,
Digamos su vida; llamáronle Diego
porque es de San Diego –pero de los Padres.
A veces suspira con hondas saudades
En su edad de oro por su edad de hierro
y mira el pasado, y en sus mocedades
ve cerro tan solo, ve cerro tras cerro.
El genio en su frente brotaba pujante,
gallardo y enhiesto en forma de agujas;
pasó por Lovaina, detúvose en Gante
y puso pinceles al Puente de Brujas.
Por rara ocurrencia e insólito caso
En las novilladas del arte, el pintor
Tropieza en el coso con Pablo Picasso
que en él se ejercita como picador.
Regresa oportuno con buena contrata
en la temporada del diestro Pepete;
danle el anfiteatro, del cual se si trata
recluta, retreta, retrata y retrete,
De Nueva Galicia con fresca Gorgona
–el traje de jockey, la voz de sargento,
modelo en el muro, tumulto en la zona–,
monstruoso celebra carnal juntamiento.
Las furias asombran tamaño conjuro,
que aquél por la panza tomaron por frente
no puede ante el muro lograr ponteduro
con mano que empuña pincel deficiente.
Catástrofe horrible que nada consuela;
deplórenlo todos por la Guada Lupe;
del pobre Juan Diego no prende la vela
y en seco proyecta lo poco que escupe.
Subió la escalera, y opina la gente
que nunca su genio más alto voló.
(Lo dice Aristotil, varón omnisciente,
ya puede que sí, ya puede que no.)
Yo pongo en veremos el caso dudoso,
pues no me parece bastante probado;
¿Volar Aristotil? Pues ¿no hay en el coso
muchísimas veces un toro embolado?
Portento cornátil, la gente de Rusia
él grave le enseña pendón colorado.
Acude al reclamo, las patas se ensucian,
le cortan la oreja y el rabo colgado.
La estrella que roja sus rayos aduce,
la estrella que manda los ricos al diablo,
el astro leninio, lumínico luce
allí donde siente calores de establo.
Aprende en la estepa las cosas que sepa;
de quien las trabaje son tierra y mujer.
¡Que cuanto le quepa se meta en la pepa,
pues él no la puede por cable joder!
Complazca en su ausencia su lóbrego abismo,
procure su esquila constante repique:
¡Salud, camaradas! ¡Esto es comunismo!
¡Dejádmela buena para bolchevique!
Un crítico grácil, esbelto y albino,
de lánguido talle, los ojos asoman;
el diestro, siniestro, y el vuelo ladino
como una paloma.
Dejemos a Diego que Rusia registre,
dejemos a Diego que el dedo se chupe,
vengamos a Jorge, que lápiz en ristre,
en tanto, ministre sus jugos a Lupe.
Repudia a la vaca jalisca y rabida
la deja en la mano del crítico ralo
y va y le echa un palo a una que se Kahlo
apellida y llama –cojitranca Frida.
Su suerte cambiaron clarines famosos,
la gente a su paso se pone en cuclillas,
espera medallas, y aquellos tramposos
en cambio le quieren poner banderillas.
No tienen razón los que se violentan
ante sus estampas, y dícenle agravios;
si cara de idiotas sus monos ostentan,
es que le disgusta pintar monosabios,
Regresa este genio grande entre los grandes,
Pica en Flandes tiene conquistada su gloria mejor,
Puso nuestra patria una pica en Flandes
–y otra le pusieron a nuestro pintor.
Hacia California, la Meca del cine,
Sus pasos dirige en fecha nefasta
porque nadie piense ni nadie imagine
que él no es el primero como cine-asta.
Allí los apuros para el desayuno,
que cuando su esposa pedía hot-cakes,
él, baja la testa, pedía el muy tuno
crujientes y frescos platos de corn-flakes.
Volvió –de la gloria más alta en la cima–
de Estados Unidos a fines de abril.
Le dieron los yanquis, la tierra y el clima
Los ímpetus nuevos de un Búfalo Vil.
La buena costumbre se aprende en la escuela,
y aquella porcancía nutrida de ordure,
ya diario se baña, seguido se pela,
y cada semana se da cornicure.
Del año en la fértil saison esplendente
–mentido de Europa raptor, como dice
don Luis el de Argote–, la luna en la frente
se afirma en los patrios terrenos que pise,
Hasta un rascacielos enorme y derecho
Lleva sus pinceles el hijo de puta.
Su estampa disgusta, y a modo de pedo
Nueva York se asombra, porque se ejecuta
por la vez primera El buey sobre el techo.
La plaza de toros no es como el estadio
y este buey no puede dar la vuelta al ruedo.
Su estampa disgusta, y a modo de pedo
nos lo reentorila la Ciudad del Radio.