José Guadalupe Robledo Guerrero.
Miguel Ángel Riquelme Solís, a pocos días de terminar su administración, resultó el gobernador mejor evaluado con un 61% de aprobación, de acuerdo a una encuesta realizada por Mitofsky en el mes de octubre, misma que fue publicada por El Economista.
Hace algunos meses unos amigos periodistas me invitaron a un programa que tienen en Facebook, y allí salió el tema sobre el actual gobernador, quien dicho sea de paso, no es de sus simpatías, pero hubo la libertad de expresar nuestras opiniones al respecto, mismas que hoy repito en este escrito.
Supe de la precandidatura de Riquelme al gobierno de Coahuila, recién iniciaba su gobierno en Torreón, es decir, durante su primer año como alcalde del municipio más importante de La Laguna coahuilense, debido a una confidencia que me hizo el gobernador de aquel entonces: Rubén Moreira, quien me dijo que lo haría gobernador.
En primera instancia, no me convenció el personaje. Riquelme había pertenecido a La Burbuja, aquel grupo político que logró conjuntar el secretario de Gobierno de Enrique Martínez: Raúl Sifuentes Guerrero, en donde estaban algunos políticos poco recomendables, muchos de ellos mal vistos, tal es el caso de Jorge Luis Morán y otros semejantes. Riquelme, además, era un político con un perfil bajo, y según se rumoraba sería una continuación no de los Moreira como se decía, sino de Rubén, pues los hermanos gobernadores terminaron peleados. La decisión estaba tomada.
Riquelme ganó las elecciones e hizo lo suyo, mantuvo bajo su perfil y se dedicó a unir -sin revanchismos ni prejuicios- a los sectores sociales y políticos que había agraviado Rubén; también tuvo la sinceridad de decir que su triunfo lo había logrado en Saltillo, y lo agradeció públicamente. Consiguió mantenerse al margen de los escándalos y se puso a trabajar.
Luego vendrían los años de la pandemia del Covid-19 en donde Riquelme actuó con gran responsabilidad. Conservó durante todo su gobierno la seguridad pública como la prioridad, a tal grado que Coahuila sigue siendo una isla en un mar de inseguridad, en donde los cárteles del crimen organizado hacen de las suyas sin que sean confrontados, como producto del pacto que a todas luces mantiene el gobierno de AMLO con los criminales, bajo aquello de “abrazos, no balazos”.
También es cierto que Riquelme nada hizo por esclarecer el caso de la megadeuda que le dejó a Coahuila Humberto Moreira Valdés, en donde se afirma hubo malos manejos, por eso está resguardada del conocimiento ciudadano. Tampoco persiguió a los corruptos, en donde privilegió la expresión de “dejar hacer, dejar pasar”, pues algunos alcaldes fueron muy ratas, pero ninguno sufrió las consecuencias de su deshonestidad, por eso nadie duda que su fiscal anticorrupción, Jesús Homero Flores, solo sirvió de adorno.
Pero por su responsabilidad en la pandemia y su esfuerzo por mantener la seguridad en el estado, Riquelme se ganó el apoyo de los coahuilenses, los que fueron a votar por el candidato priista, Manolo Jiménez Salinas, quien obtuvo una gran votación, la mayor de la historia de Coahuila, y se convirtió en el gobernador electo, que habrá de tomar posesión el próximo Primero de diciembre.
Lo cierto es que por su desempeño en la pandemia y en la seguridad pública, no extraña que Miguel Ángel Riquelme Solís haya mantenido durante su sexenio una alta evaluación, y que al final de su administración lidere el ranking de la aprobación ciudadana entre todos los gobernadores de México.
Por tal motivo, no hay duda que MARS tiene futuro en la política. Ya se habla de algunos puestos que puede ocupar en un futuro cercano, entre ellos un escaño en el Senado o la presidencia nacional del PRI.
Política aldeana
El excanciller y precandidato presidencial Marcelo Ebrard Casaubón volvió a ser tema periodístico, luego que el dueño de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado no aceptó lo que le pidió Ebrard, que Samuel García no fuera admitido como candidato de MC, para que Marcelo aceptara registrarse por MC y le dieran las plurinominales para sus simpatizantes, pero Samuel le llevaba una ventaja de 25-30 puntos. Por tal motivo, el ex canciller se dobló ante Claudia Sheinbaum (léase AMLO) y mostró su pequeñez. Aún así, quiso darles a sus seguidores una justificación, al asegurar que el ebrardismo era la segunda fuerza en Morena, reconociendo que la primera era la candidata oficial, y fue más lejos para darle credibilidad a sus palabras, diciendo que había negociado para sus seguidores algunos puestos políticos, pero sin tardanza fue desmentido no solo por la señora Sheinbaum, que se quedó callada cuando hicieron a un lado a su candidato al gobierno de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, sino también por su ex empleado Mario Delgado Carrillo. Marcelo ya no contestó los desmentidos, se quedó callado aceptando que su futuro político estará lleno de marginaciones y maltratos. Pero allí no para la cosa, pues para muchos que confiaron en él, Marcelo es un traidor, un timorato que entregó al obradorismo su activo político, a pesar de haber sido considerado el mejor precandidato de Morena, el que se pensaba que corregiría el rumbo a México.
Preguntas huérfanas
¿Qué tan cierto es que Riquelme otorgará 63 nuevas notarías como se ha hecho siempre a los favoritos del sexenio?
¿Qué hizo la diputada morenista Lisbeth Ogazón para ser beneficiada con una notaría?
¿Será cierto que AMLO continúa visitando Badiraguato porque necesita el apoyo electoral en 2024 del Cártel de Sinaloa?
¿Cómo justificará López Obrador ante sus aliados la extradición a Estados Unidos de Ovidio Guzmán, hijo del “Chapo”?