Jorge Arturo Estrada García.
“Los que creen que el dinero lo hace todo, suelen hacer cualquier cosa por dinero”.
Voltaire.
“El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que suene a corazón”.
Eva Perón.
” Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es casi incurable”.
Voltaire.
La pandemia y la crisis siguen instaladas en nuestras calles. Lo que va cambiando, esencialmente, son las medidas y las prioridades de los grupos de poder que dirigen nuestros destinos. En medio de la emergencia sanitaria la clase política muestra sus talentos y carencias. Las mezquindades se volverán más evidentes, el mundo necesita dólares. Sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad las personas han sido desechables. Basta con repasar las cifras de muertos de las guerras y los motivos por las que se emprendieron para afirmarlo. Ahora, ese será el tono del discurso.
En México navegamos a ciegas con cifras maquilladas, voceros poco creíbles, actitudes frívolas y medidas titubeantes. Nuestro país se ha convertido en un pozo de odio entre facciones. El fanatismo se ha arraigado al mismo tiempo que el repudio entre quienes piensan diferente. Estamos en una nación dividida, en el discurso y en lo operativo. El presidente ya no quiere cargar con la responsabilidad y delega en municipios y estados decisiones cruciales. Mientras, él arremeterá contra el neoliberalismo y contra sus adversarios. Además, podrá reanudar sus giras, visitar sus amadas obras del sureste y ampliar las entregas de sus programas sociales, ante la miseria que se pronostica. Ya tiene sus Pueblos de la Esperanza.
Así, ya se abrió la puerta para terminar el encierro. Las cifras oficiales respecto a las crisis sanitarias son poco transparentes, lo único cierto es que los contagios van en ascenso todavía; que el virus sigue en las calles, y que no hay ni tratamiento ni vacunas. El sistema de salud seguirá siendo precario, estaba hecho pedazos. La Era de los Virreyes y los últimos sexenios fueron desastrosos.
La responsabilidad de las medidas y sus resultados, a partir de ahora, quedará en manos de los alcaldes; de los dueños y gerentes de las plantas, restaurantes y comercios. Las pérdidas y los cálculos políticos carcomen a los codiciosos y la necesidad agobia a millones de mexicanos. Y ya sabemos cómo se las gastan las élites.
El discurso se ha instalado en el debate entre la economía y la salud. Entre morirse de hambre o de covid; el dólar o la calavera. El dinero o la vida; aunque, claro que si tienes suerte no te contagiarás o no padecerás los efectos del virus en el cuerpo. Sin vacuna ni tratamiento ni certezas, ya se decidió reabrir los centros de trabajo y diversión. Se hará por etapas, “respetando las medidas sanitarias”, lo que ya sabemos que no se cumplirá. Vivimos en un país fallido en el que nada funciona, los hospitales carecen de medicinas, de equipo y hasta agua en los baños; las policías no funcionan, las escuelas tampoco tienen agua ni aulas completas muchas veces, por decir algo. Sabemos que los transportes de personal, de rutas urbanas y taxis están permanentemente sucios, los trabajadores viajarán enlatados en vehículos inseguros
En México no tenemos seguro de desempleo, el Fondo Monetario Internacional así lo dispuso desde hace 30 años. Eso encarecería los costos de producción para los empresarios extranjeros y nacionales y se desvanecerían las ventajas competitivas. Vivimos de la informalidad y completamos el gasto con las remesas y los subsidios gubernamentales. Los drásticos recortes en el gasto federal traerán despidos y parálisis.
Si las cifras de Gatell son ciertas, siguiendo su lógica, la epidemia se contuvo mediante la sana distancia de manera asombrosa respecto al resto del mundo. Entonces, volver a llenar las calles, generaría una explosión de contagios. Veremos.
Para un observador de los acontecimientos sociales, nos ha tocado vivir una época por demás interesante, aunque peligrosa. Presenciaremos la carrera entre la cadena de producción que se echa a andar para seguir generando acumulación de capital para unos cuantos e ingresos bajos a la mano de obra. La cadena de contagios, por su parte, encontrará nuevas presas en las calles y los centros de trabajo. Al mismo tiempo seremos actores en otra grave crisis política y social al estilo mexicano.
Como sabemos, Donald Trump está en campaña, necesita reponer los 35 millones de empleos perdidos en su país, él va por la reelección en noviembre de este año. El mandatario va abajo en las encuestas por ocho puntos. Para reactivar la economía en varios estados claves Trump requiere que las auto partes y las armadoras mexicanas alimenten a las plantas norteamericanas. Los intereses y el dinero mandan, lo demás pasa a segundo término. En México, con un estado de bienestar fallido y en ruinas, en el cual los servicios e infraestructura de casi todo tipo son precarios, los resultados serán inciertos. Habrá más sufrimiento y decesos.
A medida que la cifra de muertos se ha disparado y maquillado, y la angustia por la economía familiar crece no ha habido tiempo de llorar, estamos como pasmados. ¿Cuántos miles de vidas estamos dispuestos a sacrificar? Las encuestas disponibles dicen que casi el 70 por ciento de los ciudadanos se oponen al regreso a las calles en este momento; el 67 por ciento reprueba la capacidad de respuestas del gobierno en los hospitales, y el 63 por ciento de la población no le cree a las cifras oficiales de muertos por Covid.
A estas alturas, las medidas adoptadas no se tratan de la visión y la sensibilidad de grandes estadistas de nuestros gobernantes, se trata de obedecer al Imperio en apuros que demanda las manufacturas de nuestro país. También a las presiones de las Canaco y las Canirac que no toleran las pérdidas en sus negocios de juniors y políticos, quienes fueron, por cierto, los primeros en apuntarse en los programas de apoyo de los gobiernos estatales y municipales.
En resumen, ingresamos a la Nueva Normalidad más jodidos. La soberanía nacional se perdió desde hace muchos años, si es que alguna vez existió. Nuestra democracia es una entelequia. La pobreza aumentó en 10 millones, la siempre precaria clase media estará agobiada; 5.6 de cada 10 mexicanos trabajan en la informalidad. Los ingresos petroleros andan por los 2,50 dólares por barril, lejos están las épocas de los 115 dólares por barril de la época de los Virreyes. No habrá turismo en lo que resta del año; tampoco grandes exportaciones automotrices y el consuelo para el discurso presidencial serán las transferencias de los mojados. El precio del dólar supera los 24 pesos. La estancada economía se encogerá 10 puntos del PIB.
La pandemia desbarató todo. Sin estadistas a la vista, viviremos y moriremos en la tan mentada Nueva Realidad. Para la clase política siempre importa más la siguiente elección. Y, muchos de sus proyectos y acciones ya se enfocan en eso.
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