Los tatuajes

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José C. Serrano Cuevas.

Maximilian Murck es maestro en Economía y Estrategia Internacional por la Universidad de St. Andrews de Escocia. Actualmente, director del Programa «Fortalecimiento del Estado de Derecho en México», de la cooperación alemana al desarrollo sustentable (GIZ México) financiado por el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

En México falta un consenso técnico y político sobre cómo llevar a cabo este proceso de identificación, un banco de datos de ADN, como originalmente estaba planeado en Plataforma México.

Murck ha publicado recientemente en la revista Nexos un análisis sobre la situación que prevalece en México, con respecto a los cuerpos de personas fallecidas sin identificar.

El análisis se basa en la información aportada por la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) encabezada por Karla Iracema Quintana Osuna, quien está al frente de la dependencia desde febrero de 2019.

El investigador destaca que en México se reportan más de 60 mil personas desaparecidas. También hace el señalamiento de más de 37 mil cuerpos cuya identidad se desconoce y, que se encuentran en servicios periciales o en fosas comunes en entidades federativas.

Dice que en México falta un consenso técnico y político sobre cómo llevar a cabo este proceso de identificación. «Hacerlo es indispensable para dar certeza a sus familias y contribuir a una pacificación social del país a largo plazo».

Maximilian Murck ha estado acompañado en esta tarea por Christian Birngruber y Franzizka Holz, adscritos a GIZ México. Dicen, sin rodeos, que en México falta todo lo siguiente:

Mecanismos para el intercambio automático de huellas dactilares de personas fallecidas contenidas en registros oficiales, que guardan esta información de la población; por ejemplo: credencial del Instituto Nacional Electoral (INE), licencia de conducir, carta de no antecedentes penales.

Un banco de datos de ADN, como originalmente estaba planeado en Plataforma México.

Una base amplia de datos antemortem (AM) de las personas desaparecidas y de datos postmortem (PM) de personas fallecidas sin identificar que, permitiría una comparación automática de información entre fiscalías y servicios periciales de diferentes estados.

La falta de estas herramientas para la identificación de personas causa dos serios problemas:

Los servicios periciales enfrentan cada vez niveles de trabajo más complicados. La descomposición de los cadáveres, la mezcla de partes de cuerpos encontrados en fosas y cambios PM dificultan aun más la identificación; cuando no se logra identificar un gran número de personas fallecidas recientemente, se incrementa la ocupación de los refrigeradores mortuorios dentro de los institutos forenses.

Los familiares que buscan a personas desaparecidas no reciben certeza sobre el paradero de los ausentes por parte de las instituciones gubernamentales. La situación es extremadamente pesada para ellos.

Maximilian Murck afirma que «uno de los principales retos para la identificación de personas fallecidas es elegir el método más adecuado, el más seguro y rápido. El proceso de identificación consiste en la comparación de datos PM, que se documenta durante la autopsia del cuerpo, con datos AM que se tienen guardados en bases de datos institucionales».

El investigador considera que en los procesos de identificación se debería aprovechar la información correspondiente a los tatuajes. Éstos son aptos en la aportación de indicios para la identificación. Inclusive, en casos de putrefacción avanzada, todavía se pueden documentar y visualizar, aplicando sustancias que los peritos forenses conocen, o bien, utilizando una cámara infrarroja.

Los investigadores del GIZ México analizaron archivos de más de 2 mil cuerpos en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) durante el primer semestre de 2019. Del total, 39 por ciento de las mujeres y 47 por ciento de los hombres tenía alguno. En ellos se encontraron letras y números, por ejemplo, nombres y datos personales. Las mujeres los portaban en antebrazos, tronco y piernas; los hombres en los brazos, antebrazos y tronco.

GIZ México descubre una veta riquísima, y la pone al alcance de Karla Iracema Quintana Osuna y sus padrinos Olga Sánchez Cordero y Alejandro Encinas Rodríguez: los tatuajes otrora tan desdeñados.