Mis sexenios (28)

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

El pleito con “El Gato” y la salida de “El Diablo”

Durante el primer trimestre de 1987, último año del sexenio delasfuentista, Vanguardia y El Periódico de Saltillo continuaron criticando la corrupción que “El Gato” Jaime Isaías Ortiz Cárdenas y su pandilla habían instaurado en la UAC.

Por su parte, los aspirantes a las Alcaldías coahuilenses hacían todo para disfrazarse como “amigos cercanos” del “Mero Bueno”, apodo de campaña que acuñó Marcos Espinoza Flores para Eliseo Mendoza. En aquella ocasión, aparecerían como aspirantes a gobernar Saltillo Rosendo Villarreal López y su copiloto: Jorge Rosales Talamás. Todo estaba listo para el show de final de sexenio.

Así estaban las cosas, cuando en la mañana del 22 de abril de 1987, porros universitarios armados y ligados al Rector y a Xicoténcatl Riojas tomaron la Facultad de Enfermería que en ese entonces tenía 330 alumnos, en su inmensa mayoría mujeres.

Al saberlo, Navarro Montenegro llegó a mi casa a solidarizarse con un grupo de sus seguidores, propuso sacar a los porros que habían tomado el edificio de Enfermería, pero me opuse porque estaba seguro que saldrían a relucir las armas de ambos lados. Por eso, a sugerencia de Navarro, llamé al gobernador, quien contestó: “A sus órdenes”, dijo con su demagógica actitud. -Le hablo para informarle… “Ya sé lo que pasó, me advirtió, aquí está conmigo el mayor Udave”. A sabiendas de que el gobernador había dado su anuencia para la agresión, le solicité: -Espero que intervenga para resolver el conflicto civilizadamente. Su respuesta fue: “Pártales la madre, eso es lo que se merecen esos cabrones…”.

El destape, las elecciones y el anuncio del triunfo priista eran sólo cuestión de trámite: Eliseo Mendoza Berrueto sería el próximo gobernador.

Ya no quise escucharlo y colgué el teléfono. De las Fuentes quería que nos peleáramos, no le importaba que alguien saliera herido. Quería involucrarnos para quitar al “Gato” Ortiz Cárdenas de Rectoría y poner a Rodrigo Sarmiento Valtier en su lugar. A mí me quedó claro que el problema de la Facultad de Enfermería era la respuesta de “El Diablo” a mi actitud de mandarlo a la chingada y calificarlo de pendejo a principios de enero, en la salutación de año nuevo, pero habría tiempo para clarificar las cosas y saber quiénes eran los delincuentes. 

A los porros los había enviado otro de los ladrones universitarios: Félix Hernández Barragán entonces director de la Preparatoria Nocturna. Sin ninguna justificación solicitaban las renuncias de la directora de Enfermería, Norma Amelia Flores Hernández y la mía. Luis Horacio Salinas se lamentó de lo sucedido, y me pidió que no mencionara nada sobre el acontecimiento en mi artículo, y a cambio mandó entrevistar a la directora de Enfermería para que dijera la verdad.

Al día siguiente aparecieron en los periódicos la nota del suceso. Mientras en El Diario de Coahuila privilegiaban lo que decían los porros, en Vanguardia los cuestionaban. Armando Castilla me invitó a platicar. Le informé que el pleito de “El Gato” contra Enfermería había surgido cuando la directora se negó a firmar un documento de Planeación de la UAC, que alteraba la factura en más de diez veces el costo de la remodelación de un pequeño vestidor del auditorio.

El Oficial Mayor, Xicoténcatl Riojas aceptó la renuncia de la directora pero no la mía. Días después me despidieron, porque había faltado a mis labores los días que estuvo la escuela en manos de los porros y el Primero de mayo. A la nefasta abogada de la UAC, Felicitas Molina, le correspondió redactar la rescisión de mí despido.

Así terminó el problema, le agradecí a Armando Castilla su manejo objetivo del problema y metí a mi familia en nuestra combi y nos fuimos varias semanas a recorrer la costa del pacífico mexicano. No quise involucrarme en pleitos programados.

           Al volver de mi viaje, visité a Flores Tapia.  No quise involucrarlo. De esos días tengo dos regalos de él: Un escudo de Coahuila grabado en madera y un bastón finamente grabado con los reyes tlaxcaltecas.

A finales de julio, apareció de nuevo mi columna diaria en El Diario de Coahuila, y Norma Amelia Flores Hernández, la ex directora de la escuela de Enfermería, estaba de nuevo reincorporada a sus labores docentes en su escuela. Nacía otra etapa, y me preparé para vivirla.

Para agosto, JFR y su equipo se la jugaban con el candidato Alfredo del Mazo. Por eso les fue mal. En la política nacional las cosas estaban caldeadas. El neoliberalismo de Miguel de la Madrid estaba próximo a consolidarse con un presidente que lo profundizaría. Eso dividió al PRI, su sector izquierdista comandado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo estaban con un pie afuera del PRI, no habían logrado que incluyeran a Cuauhtémoc Cárdenas entre los precandidatos y ya se hablaba de su postulación por un frente de partidos.

El 15 de noviembre de 1987, José de las Fuentes Rodríguez rindió su Sexto y último Informe de Gobierno. Ese día en mi artículo periodístico anuncié que afuera del recinto oficial estarían centenares de ciudadanos desmintiendo las mentiras del gobernador y cobrando las afrentas que habían recibido del pendenciero gobernador, a quien lo señalaban como “El borrachín de Palacio”.

José de las Fuentes Rodríguez, que aspiraba a convertirse en Senador había salido corriendo de su último Informe como lo que era: un delincuente.

Acudí a las afueras del Teatro de la Ciudad para tomar mi lugar en la protesta. Allí estaban los simpatizantes de Francisco Navarro Montenegro, periodistas, panistas y otros grupos inconformes con los resultados electorales. Para mantener el orden, “El Diablo” había enviado a centenares de porros cetemistas, soldados, policías judiciales y preventivos disfrazados de civiles, quienes a la orden se lanzaron contra los manifestantes, entre los que habían mujeres, niños y hombres desarmados.

Todo había comenzado en Monclova. 48 horas antes del Informe gubernamental, un grupo especial de seguridad compuesto por malvivientes y policías judiciales hostigaron al candidato panista Alberto Páez Falcón, e impidieron que un grupo de panistas se trasladara a Saltillo, deteniendo a tres panistas, entre ellos a Humberto Flores Cuéllar. Aun así, estuvieron puntuales en las afueras del Teatro de la Ciudad, esperando que terminara el Informe para darle un escrito de protesta al enviado presidencial: Ignacio Pichardo Pagaza. Pero los “guardianes del orden” enviados por JFR se empeñaron en desalojar a los inconformes.

Ahí empezó el primer enfrentamiento, hubo cuatro más, que se dio a 15 minutos de iniciado el Informe. El saldo de los enfrentamientos fue de decenas de golpeados de ambos bandos, cuatro heridos y otros detenidos. Los miembros del Partido Socialista de los Trabajadores de Navarro Montenegro fueron los que respondieron a la agresión de los policías vestidos de civil. Los panistas se mantuvieron protestando por la agresión, protegidos por los demás. Por primera vez coincidían panistas y pesetistas, gracias al mal gobierno de José de las Fuentes y a la represión que durante su sexenio desató en contra de los panistas y los Burciaga, entre ellos don Lorenzo.

Una hora antes de terminar el Informe, los bandos enfrentados llegaron a un acuerdo: Esperar a que finalizara el evento para que le entregaran su escrito al enviado presidencial. Las cosas se calmaron, pero una vez terminado el Informe los policías, soldados y porros tomaron su posición de ataque, formaron una valla para que José de las Fuentes saliera corriendo y se metiera velozmente a su vehículo en medio de las protestas de los enardecidos coahuilenses.

El acuerdo a que habían llegado policías e inconformes no se cumplió, al enviado presidencial lo subieron en un camión custodiado por decenas de policías. De todas formas, Ignacio Pichardo Pagaza daría cuenta al Presidente De la Madrid y al próximo mandatario Salinas de Gortari lo que sucedía en Coahuila. El gobernador saliente, José de las Fuentes Rodríguez, que aspiraba a convertirse en Senador por Coahuila, había salido huyendo de su sexto y último Informe custodiado por decenas de soldados, judiciales, porros y policías preventivos como lo que era: un delincuente.

La posibilidad de un escaño en el Senado de la República se le había esfumado a “El Diablo” de las Fuentes, mientras que su sucesor, Eliseo Mendoza Berrueto abandonaba el Teatro de la Ciudad rodeado de su séquito de mancebos y busca chambas, con un gesto de malestar y preocupación. Ahí también se había decidido el futuro del “Gato-rata” Jaime Isaías Ortiz Cárdenas, quien ya no sería reelecto como rector de la UAC. La política es una ciencia…

(Continuará).

El primer año de Eliseo y el arribo a la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari…