En la antigüedad, el equilibrio de la vida no podía darlo sino la muerte. Figura en la cosmovisión prehispánica como una divinidad: Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl (foto)
-Dios y Diosa de la muerte, protectores del Mictlán- en la cultura azteca, o Ah Puch, Dios del Xibalbá o inframundo, en la cultura maya. Como todas las energías que dialogan sobre el cosmos, la muerte fue un referente para ofrendar al menos desde hace unos tres mil años. El hecho mismo de venerarla tan frecuentemente resultaba un recordatorio para no temer a su carácter desconocido. El hecho de poseer a la muerte en la cotidianidad, forma parte de una tradición milenaria que llevamos los mexicanos en la sangre y en la vida.