¡Los cárteles no existen!

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por José C. Serrano Cuevas.
ed. 358, diciembre 2018

En medio del sainete representado en la Corte de Nueva York, protagonizado por Jesús Zambada García, hermano de Ismael, “El Mayo” Zambada, Jeffrey Lichtman, abogado defensor de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el juez Brian Cogan y Eduardo Balarezo, también abogado del oriundo de Badiraguato, Sinaloa, aparecen embarrados en el tema de la corrupción por sobornos dispensados por el cártel de Sinaloa, los ex presidentes de México Vicente Fox Quesada, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y el actual mandatario, Enrique Peña Nieto.

Si varios capos del narcotráfico han terminado en cárceles y tribunales del país vecino, ello se debe a la incapacidad de las instancias nacionales para someterlos a proceso y para garantizar su estancia en prisión. Los posibles delitos cometidos en México deben ser juzgados en el país mismo y, para ello se requiere reconstruir los sistemas de procuración e impartición de justicia y penitenciario, a tal grado devastados por la corrupción y la inoperancia que no son merecedores ni de la confianza de las propias autoridades.

Dada la insistencia con la que se utiliza el término cártel para hablar del narcotráfico, Oswaldo Zavala, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Nueva York, y coautor del libro Tierras de nadie: el norte en la narrativa mexicana contemporánea, durante cinco años emprendió una investigación basada en su experiencia periodística en El Diario de Juárez, uno de los principales periódicos del norte de México.

El resultado fue el esclarecedor trabajo Los cárteles no existen. Narcotráfico y cultura en México, un libro identificable como un ensayo político y crítica cultural que escudriña dentro del lenguaje oficial creado por el sistema político mexicano para hablar del narcotráfico. Este discurso ha insistido en una particular imagen que creó un arquetipo que terminó por mitificar al crimen organizado.

En entrevista para diversos medios de información, Oswaldo Zavala afirma que, “en realidad el narcotráfico no es lo que pensamos que es, y si seguimos hablando de cárteles y sicarios, es porque hay un discurso oficial que disemina esa idea y termina por convertirse en nuestra experiencia de lo real, pero finalmente es un discurso y por eso embona de manera tan natural con la literatura” (La reina del sur de Arturo Pérez-Reverte).

Yendo a la consulta de diccionarios especializados en temas económicos, la palabra cártel es una noción que se piensa para describir ciertos mercados y productores de ciertos objetos de consumo. El vocablo se utiliza para designar a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Entonces, un cártel es un horizonte de grupos, de asociaciones de productores de petróleo que se juntan en consenso para manipular el precio del barril de ese hidrocarburo.

El uso generalizado del término es para designar a grupos, más bien pequeños, que lejos de estar colaborando entre sí para controlar el precio de la cocaína, están peleando entre ellos. Se están aniquilando entre sí. Los cárteles como los concibe el Estado son grupos extremadamente violentos esmerados en controlar las rutas de trasiego de drogas ilegales y las plazas para su comercialización.

Afirma Zavala: “La contradicción, de entrada, es que cártel es una palabra completamente inapropiada para pensar en estos grupos. En todo caso, mejor sería concebirlas como pandillas o rivales que se atacan entre sí. Un cártel supondría una sola asociación de productores de cocaína, de mariguana, o lo que sea, para manipular juntos el precio de la droga. Si hubiera un cártel de la droga no sería violento, habría cooperación” para el manejo óptimo del mercado de consumidores, para tener un producto que maximice las ventas y, por ende, el éxito.

El sainete de la Corte de Nueva York ensambla perfectamente con ciertos datos hemerográficos. En el momento en el que el sistema político requirió la detención de El Chapo, ésta se llevó a cabo sin ningún problema; fue tres días después de que el presidente Barack Obama visitara al presidente Enrique Peña Nieto, quien se llevó los aplausos por sus medidas de seguridad y su éxito en el combate al crimen organizado.

Cuando detuvieron a Guzmán Loera, un corresponsal del New York Times dijo que el sinaloense no estaba rodeado del ejército que supuestamente lo acompañaba. Se decía que El Chapo tenía su guardia personal conformada por 300 hombres de toda su confianza y se movía por túneles y tenía muchas casas de seguridad. Al final lo encontraron en un departamento al lado de su esposa, Emma Coronel, quien en este frío noviembre hace acto de presencia en la Corte de Nueva York.

Oswaldo Zavala Sostiene contundentemente que “los cárteles no existen, en verdad no existen; existe el tráfico de drogas pedestre; tenemos que dejar de hablar de cárteles y enfocarnos en el poder criminal de nuestra clase política. Ahí es donde está la clave para entender la violencia del país”.