Cobá, Quintana Roo, México

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Algunas inscripciones jeroglíficas encontradas en estelas y paneles del sitio nos permiten afirmar que Cobá fue el nombre original de la ciudad. Uno de los posibles significados y el más plausible, dada su cercanía a las lagunas, es el de “agua picada”.

Cobá fue una de las ciudades mayas más importante de las tierras bajas mayas del norte. Rodeada por cinco lagunas, llegó a dominar un extenso territorio y sus 50 caminos levantados, conocidos en lengua maya como sacbé (camino blanco), tuvieron como destino conjuntos ceremoniales-administrativos-habitacionales. Estos caminos permitieron tanto el control de otros grupos como el acercamiento entre entidades, propiciando el comercio y el acercamiento. Dos de estos caminos llegaron a lugares más lejanos, como Ixil, a 20 kilómetros, y a Yaxuná, a 100 kilómetros de distancia.

La ciudad de Cobá es uno de los pocos asentamientos prehispánicos que mantienen su nombre original, como lo atestiguan las inscripciones talladas en los monumentos. Su inicio, como los de cualquier pueblo mesoamericano, consistió en pequeñas aldeas dedicadas a la agricultura y a la caza como modo de subsistencia, durante un periodo que abarcó del siglo I a.C. al II d.C. A partir de ese momento muestra un desarrollo económico y una mejor organización política y centralización del poder, que marcan el comienzo de un largo proceso de consolidación de la ciudad.

Entre los siglos V y X Cobá crece, se extiende, erige obras monumentales, construye caminos y esculpe estelas y paneles. La red de caminos se sigue ampliando y se establecen relaciones políticas y comerciales con otras urbes mayas hacia poniente de la península y hacia el sur, con el Petén guatemalteco, así como con el Golfo y centro de México. Desde el año 900 o 1000 entró en rivalidad con Chichén Itzá, que a la larga la derrotó y confinó a un segundo plano político, aunque logró conservar la estimación como centro religioso y estación comercial. De hecho, logró sobrevivir más que su victoriosa rival. En su arquitectura se advierten influencias de estilo petenero, pero con un sello local muy marcado, signo de las relaciones políticas que su élite logró establecer en un radio muy amplio.

Para cuando los conquistadores españoles se hicieron de toda la península de Yucatán, Cobá estaba en total abandono y así siguió durante tres siglos, hasta que el explorador John Lloyd Stephens dio noticia de ella en 1842, aunque nunca la visitó. Únicamente chicleros aislados se internaban en su selva en busca de la preciada savia que proporcionaba el zapote. En 1886 llegaron hasta Cobá Juan Peón Contreras y D. Elizalde, que realizaron sólo un bosquejo de uno de sus templos. El siguiente en arribar al sitio fue Teobert Maler, en 1891, quien nos proporcionó la primera fotografía de uno de sus templos.

En 1926, la Institución Carnegie de Washington inició una serie de expediciones con notables arqueólogos y epigrafistas que produjeron un valioso trabajo publicado en 1932. Otros investigadores se sucedieron hasta 1972, cuando el INAH emprendió las obras de exploración, mapeo, consolidación y rescate que culminó con la apertura del sitio a la visita pública.

Entre edificios y estelas con relieves de prisioneros e inscripciones calendáricas y de sucesos memorables, llaman la atención dos grandes edificios por su volumen y altura. Uno es el Nohoch Mul, en el grupo del mismo nombre, y otro el conocido como “la Iglesia”, en el Grupo Cobá. Los arquitectos mayas y la multitud de albañiles, cortadores de piedra y acarreadores de agua y piedra, así como los caleros (trabajadores de la cal), nos legaron majestuosas construcciones en extraordinario equilibro con la naturaleza vigorosísima.