por J. Jesús Santos González.
ed. 358, enero 2019
La oposición que ha despertado la remodelación del Mirador de Saltillo, también conocido como Plaza México, entre organizaciones civiles, promotores culturales, empresarios, directores de museos, expertos en historia, educación, arquitectura, turismo, docentes, las artes, periodistas y amantes y trabajadores del Centro Histórico, no sólo de esta capital, sino también de la vecina ciudad de Monterrey, y últimamente del Presidente del Consejo del Partido Morena en el Estado, por considerar que tales obras atentan contra el patrimonio histórico de la ciudad, es una prueba tanto para las autoridades estatales como municipales, para demostrar no sólo el respeto a este ejercicio democrático de la ciudadanía, sino también su política de conservación de los valores históricos de la comunidad.
Según comparecencia de Gerardo Berlanga Gotés, Secretario de Infraestructura, Desarrollo Urbano y Movilidad, efectuada ante el Congreso del Estado el pasado 17 de diciembre, la remodelación de dicho sitio histórico forma parte del proyecto de la instalación del teleférico de Saltillo, que para impulsar el desarrollo turístico de la ciudad -a semejanza del que funciona en Torreón-, tiene planeado llevar a cabo el Gobierno del Estado en coordinación con el del municipio de Saltillo, con una inversión de 250 millones de pesos, de los cuales ya se han invertido 15; obra que según el proyecto tendría un recorrido que contempla iniciar de la Alameda Zaragoza, proseguir por la calle de Victoria hasta la iglesia San Francisco, para luego continuar por la calle de General Cepeda y concluir en el Mirador, donde además de un centro cultural, cuya construcción lleva ya un considerable avance, se planea instalar un faro de 20 metros de altura.
Sin escuchar la opinión de los inconformes, pero sobre todo la de los expertos, al estar enclavado en la loma del Ojo de Agua, dicho proyecto acabaría con un sitio que ha sido un referente para la historia de la ciudad, al haber sido primero un punto de observación y abastecimiento de las tribus prehispánicas que habitaron la región; luego, por su ubicación estratégica, el lugar donde las tropas norteamericanas procedentes de Parras, comandadas por el General John E. Wool con la misión de apoyar al General Zacarias Taylor, Comandante del ejército de los Estados Unidos durante la ocupación de nuestra ciudad en febrero de 1846, construyeron el Fortín llamado precisamente de los Americanos; para después durante la guerra de intervención servir de puesto de observación de las tropas francesas, y durante la Revolución Mexicana, asentamiento en 1914 de la artillería federal, como también de las tropas del ejército constitucionalista.
Atentar contra el patrimonio cultural de la ciudad, ha sido una constante en las últimas décadas. Un botón de muestra lo es la destrucción del Hotel Coahuila, joya arquitectónica enclavada en el corazón del centro histórico, llevada a cabo a principios de los años 60’s, que ante los oídos sordos de las autoridades de aquella época, las protestas de diversos sectores no lograron evitar su demolición; como tampoco a últimas fechas hace apenas 7 años, la del Edificio Coahuila ubicado frente a la Plaza de San Francisco, -construcción que era todo un ícono para la ciudad-, y que bajo el pretexto de resultar incosteable su remodelación, sucumbió bajo la barreta Moreirista.
Hoy en los tiempos de la llamada 4ª Transformación, en la que el respeto a la opinión ciudadana es un referente de un gobierno que a nivel federal ha asumido el compromiso de atender las demandas de sus gobernados, el Estatal, encabezado por el Ing. Miguel Ángel Riquelme Solís, y el municipal a cargo de Manolo Jiménez Salinas, tienen el compromiso de escuchar las propuestas que al respecto se les han planteado, y previa consulta donde participen los actores involucrados, para bien del patrimonio cultural y la historia de Saltillo detener antes que sea demasiado tarde, una obra que atenta contra ella.