Miscelánea. El PRI, un viejo terco

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por José C. Serrano Cuevas

Como cada tres de marzo, durante nueve décadas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha celebrado la fecha de su nacimiento. Este año no fue la excepción, aunque el festejo pareció deslucido.

386 integrantes del Consejo Político Nacional del PRI se dieron cita en el auditorio Plutarco Elías Calles, sede del partido de tres colores. La oradora principal del acto ritual fue Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, presidenta de ese instituto. En su discurso tuvo que admitir que el PRI está lastimado y adolorido.

En el ánimo nostálgico de cada priista queda una huella que se desvanece con el tiempo y sus avatares: El PRI creció con un ADN reformista y gobiernista; el partido ha sido el poder, un partido de Estado, capaz de controlar a la burocracia dorada, la de medio pelo y la de hasta abajo. Sin saberlo y sin su consentimiento, los empleados de gobierno eran afiliados masivamente al tricolor. De ahí la abultada nómina de su militancia.

El historiador Lorenzo Meyer dice en uno de sus tantos ensayos dedicados al análisis del origen y desenvolvimiento de las organizaciones partidistas: «El PRI nació de la voluntad presidencial -la de Calles- justo al morir asesinado el último gran caudillo de la Revolución Mexicana, el general Álvaro Obregón. Fue precisamente con la sangre del caudillo que se amasó el barro con el que Calles empezó a dar forma al Partido Nacional Revolucionario (PNR). Si Obregón había sido el general sin derrotas, el PNR sería el partido sin derrotas.»

En diversos textos históricos se cuenta, en una narrativa que fluye vigorosa, que el general Lázaro Cárdenas del Río, presidente de la República, procreó el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), un partido de masas, de piel morena, olor a sudor campesino, a taller, a cuartel. Otro general y también presidente, Manuel Ávila Camacho, le quitaría al PRM el uniforme militar y lo dejaría como un ente enteramente civil. El 18 de enero de 1946, el PRM se transformaría por voluntad presidencial en el PRI y eligió a su primer candidato civil, el sonriente abogado veracruzano Miguel Alemán Valdés. Los que siguieron fueron los años dorados de un partido hegemónico, que cada sexenio sacaba comaladas de nuevos ricos.

Al despuntar el nuevo siglo el PRI encontró la horma de su zapato: el Partido Acción Nacional (PAN), acérrimo enemigo del tricolor, retuvo la Presidencia de la República durante dos sexenios. Vicente Fox Quesada desgobernó el país de 2000 a 2006; lo relevó en el cargo Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (2006-2012), un dipsómano aficionado a la guerra, quien por su irresposabilidad provocó enfrentamientos inútiles, que han dejado como saldo alrededor de 200 mil fallecidos y decenas de miles de personas desaparecidas.

El nonagenario PRI es un viejo achacoso que le duele todo. Sin embargo, aún hay militantes que quieren dirigirlo. La lista la encabeza el médico José Narro Robles quien, seguramente, llevará como lema de campaña una máxima latina: medicus curat, natura sanat. Ivonne Ortega Pacheco, ex gobernadora de Yucatán; Ulises Ruiz Ortiz, ex gobernador de Oaxaca; René Juárez Cisneros, ex gobernador de Guerrero, y el mandatario campechano, Alejandro Moreno Cárdenas, también estarán en la contienda.

Alguno de estos notables tratará de cumplir la consigna dictada por la sobrina del tío Carlos: «Quienes aspiren a dirigir el PRI deben proponer una reforma que integre un proyecto moderno y transformador». O en su defecto, adoptar una metátesis sepulcral: RIP por PRI.