Basura electoral

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por  José C. Serrano Cuevas.

Tras el cierre de las campañas de candidatos a distintos puestos de elección popular, quedan en las calles, muros, vidrieras y azoteas imágenes y mensajes de los aspirantes a ejercer tareas de gobierno en alcaldías, gubernaturas, en la Presidencia de la República, y en los congresos legislativos locales y federal.

Los equipos de limpia de pueblos, ciudades y metrópolis del país se dedicaron a retirar carteles, banderines, pasacalles, pendones y mantas para colocarlos en costales que iban directo a la panza de los camiones recolectores. Cientos de toneladas fueron transportadas a los centros de reciclaje. En las entrañas de los automotores se mezclaron imágenes agraciadas con otras no tanto, no obstante la tenaz hojalateada.
Frases hueras, promesas inalcanzables, amenazas trilladas sirvieron de soporte a las bolsas llenas de pedazos de papel sanitario pringado, toallas higiénicas con las huellas de la fertilidad y el no embarazo, cáscaras de frutas, higaditos de pollo no consumidos, zapatos viejos que disfrutaron el sabor del chicle a través de una suela rota, latas de atún que, cotidianamente, las amas de casa entregan a los trabajadores de limpia.

Lorenzo Córdova (INE) y Janine Otálora (TEPJF).

Revistas y periódicos, memoria de lo cotidiano, también se fueron a la basura. Frases bravuconas de Ricardo Anaya Cortés, en contra de la corrupción cometida por Enrique Peña Nieto y su séquito de ladrones, ya forman parte de la basura electoral. También tuvieron ese destino las páginas en las que se publicaron las promesas de llevar tras las rejas al actual ocupante de Los Pinos.

Yeidckol Polevnsky, presidenta del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en una reacción más hormonal que visceral, advirtió, se supone que a las autoridades electorales, que si se consumaba el fraude en la designación del primer mandatario, iban a conocer al diablo, ese ser mitológico inventado por mentes tortuosas. Seguramente que la señora Polevnsky, leyó las andanzas de los frailes que colonizaron Iberoamérica con la cruz. Uno muy destacado de apellido Caldera, hacía representaciones “didácticas” de la existencia del infierno: en un caldero lleno de agua hirviente lanzaba pollos, cochinillos, corderitos; ante semejante barbarie, los animales lanzaban chillidos de dolor. La enseñanza para los feligreses era que lo que miraron y escucharon equivalía a una escena infernal.

Andrés Manuel López Obrador, terco como La Chingada, el rancho o finca que tiene en el sureste de México, dio a conocer a los medios de comunicación en múltiples entrevistas su programa de gobierno; tal como se publicaron sus declaraciones también fueron a dar al bote de la basura. Si llegase a ganar en los comicios electorales la Presidencia de la República, se diría que se sacó la rifa del tigre, o que él mismo desató al felino que tenía amarrado: recibiría un país en quiebra no sólo económica, sino política y moral; un territorio ensangrentado por la acción de grupos delictivos incrustados en los tres órdenes de gobierno, que deciden quiénes sí y quiénes no pueden ocupar puestos de elección popular y dentro de las dependencias públicas.

Los enunciados doctorales de José Antonio Meade Kuribreña, esmirriados como una monja de clausura, también se fueron al cesto de los papeles. A este hombre que se le define como la honestidad envuelta en huevo, lo han perseguido todas las trácalas del Partido Revolucionario Institucional (PRI). La última hazaña del tricolor, aunque para no variar lo niega, fue el traslado de 20 millones de pesos en efectivo, que según autoridades ministeriales de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJCDMX) tenían como destino la sede del otrora partidazo. Sus rollos cuasi crípticos también van a dar al mismo camión que lleva pañales desechables que contienen las urgencias de bebés y ancianos incontinentes.

En una foto de antología, publicada por los medios de comunicación, aparecen Janine Otálora, presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y Lorenzo Córdova, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE). La imagen sugiere un diálogo más o menos como éste: Janine, ¿te das cuenta de lo fácil que es engañar a un pueblo que todavía cree en los Santos Reyes? ¡Sí, Lorenzo, no cabe duda de que tenemos madera de gesticuladores! Basura electoral.