Carga necesaria

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Samuel Cepeda Tovar.

La ley de ingresos presentada por el ejecutivo manda un mensaje claro, pero que se ha perdido por el pandemónium generado por los gravámenes al mundo digital y a las modificaciones del IEPS. Se trata de cerrar la inmensa brecha de ingresos y egresos que ya es una tradición en las leyes de ingreso y egreso de todos los gobiernos existentes posteriores al desarrollo estabilizador y que, es preciso señalar, nos ha provocado un endeudamiento de aproximadamente 200 mil millones de dólares. El Balance Fiscal de las finanzas públicas, se obtiene al calcular la diferencia entre el Ingreso Presupuestario y el Gasto Neto ejercido en el período de referencia; cuando la diferencia resulta negativa existe un faltante de recursos, es decir, déficit, el cual debe compensarse necesariamente con deuda.

El esfuerzo del gobierno federal en este sentido lleva el objetivo de cerrar esta brecha histórica que sólo ha generado déficit en detrimento de todos y cada uno de los mexicanos, a grado tal, que cada individuo, incluidos recién nacidos, debemos aproximadamente 80 mil pesos. La estrategia entonces se antoja bastante ambiciosa: cerrarle el paso al endeudamiento público, pero al mismo tiempo implementar ambiciosos planes de desarrollo social en beneficio de sectores antes desprotegidos. La receta para lograr esos planes no puede ser otra que aquella que va por la senda de la recaudación fiscal.

De ahí que se anuncie que se gravarán rubros como el uso de apps, así como actualizar con respecto a la inflación el IEPS a refrescos y tabacos. De pronto surgen las voces opositoras criticando el gravamen a estos rubros ya mencionados, satanizando la idea de la carga impositiva, como si los mexicanos le tuviéramos aversión a los impuestos, pero no es así. El pago de impuestos es para financiar al Estado y que éste realice obras y acciones en beneficio exclusivo para sus habitantes.

El problema, al menos para México, es que este precepto fundamental de retribución no se ha percibido nunca en la historia, pues merodea la idea de que los recursos de los contribuyentes son usados para beneficio de quienes ostentan el poder, por ello, el desagrado y desdén general hacia el pago de impuestos es un lugar común en nuestro país. No es que no nos agrade pagar impuestos, el problema radica en que no hemos visto que éstos sean usados en beneficio del pueblo. En lo personal, no tengo ningún problema en pagar impuestos por ver Netflix, siempre y cuando esos recursos se utilicen para pensionar adultos mayores o becar estudiantes, no en gel y rastrillos de millones de pesos para uso personal de funcionarios públicos. Los impuestos son, en otras palabras, un mal necesario, pero ese mal es tolerable cuando se nota que beneficia a la sociedad, no cuando se usa en beneficio de unos cuantos como ha sucedido con todos los gobiernos que ha padecido México. Si la idea del gobierno actual es cerrar esa brecha tradicionalmente perniciosa entre ingresos y egresos y al mismo tiempo implementar programas de apoyo para jóvenes estudiantes, adultos mayores, usuarios de guarderías o para refinanciar con una gran inversión a PEMEX, bienvenidos los nuevos gravámenes.

La solución al mal heredado de gobiernos irresponsables no llegará por acto divino ni gracia de un ente financiero internacional, sino de decisiones dolorosas que deben tomarse, pero que a la larga se reflejen en apoyos para aquellos grupos o sectores que por años fueron olvidados por el látigo del neoliberalismo.

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