Días aciagos

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Samuel Cepeda Tovar.

Se trata sin duda alguna de un evento calamitoso; pero no hemos visto ni siquiera el principio de la tormenta que se avecina. Es cierto que hasta el momento no tenemos altos índices de contagio por coronavirus, y hasta la redacción de esta columna se habla de una persona fallecida a causa de la enfermedad. Pero no está en los índices la verdadera tormenta que se avecina por esta nueva variante del virus que ya se ha convertido en pandemia. Las cifras en México hasta el momento: 787 casos negativos, 314 sospechosos y 118 confirmados no se comparan en nada con los 31,500 contagios en Italia o en Irán con 17 mil afectados y 1,135 muertos; pero no por ello podemos minimizar los casos en México.

Al respecto, el gobierno federal ha establecido una acertada medida al adelantar el periodo vacacional como una especie de cuarentena para evitar las masivas concentraciones y posibles focos de contagio que suponen ser las escuelas. Imposible saber cuántos casos brotarán en los próximos días, pero se trata de minimizar riesgos de contagio al tomar medidas y recomendar distanciamiento social. Pero esto solo supone ser el inicio de una calamitosa tormenta que golpeará terriblemente la economía de los mexicanos.

En primer lugar, las medidas tomadas por los Estados Unidos sin duda ralentizarán su crecimiento económico y con ello traerá consecuencias nefastas para nuestra economía que exporta más del 80% de la producción al vecino país del norte. Tan simple como saber que una empresa que exporta a Estados Unidos deberá despedir personal al ver mermados sus ingresos. Ese supone ser el impacto directo primario; en segundo, la misma dinámica del resguardo personal en casa y la abstención de asistir a cines, restaurantes, teatros, conciertos, bares, etc., golpeará sin duda alguna a miles de empleos y personas que dependen de estos centros laborales y que definitivamente serán despedidos o en el mejor de los casos obligados a un descanso indefinido.

El mismo secretario de Hacienda ya lo ha decretado: “Aún en el escenario más favorable, va a haber un impacto”. Solo en el sector del turismo, la Organización Mundial del Turismo (OIT) ha señalado que la pérdida mundial por el virus sería de entre 30 y 50 mil millones de dólares. No se necesita mucho expertise en economía para vaticinar la tragedia que se aproxima, máxime que hasta la fecha nuestra economía sigue estancada. Así como el gobierno ha actuado acertadamente en cuanto a la decisión de suspender clases como medida de prevención, así debe prevenir la crisis que afectará a los millones de mexicanos que trabajan en empresas que se verán afectadas o que trabajan en la informalidad mediante un anticipado plan de apoyo económico que inicie por la reducción de impuestos; la activación de un plan emergente de empleo que ayude a quienes perderán su trabajo a obtener ingresos que les permitan hacer frente a la crisis que se avecina.

Se aproximan inexorablemente días aciagos; imposible saber si terminaremos en fase III; porque en mucho depende de esa consciencia que generalmente nos falta a los mexicanos, esa que nos permitiría acatar instrucciones simples: no salir a la calle a menos que sea indispensable y asumir una actitud de madurez frente a una situación que en lo personal, no recuerdo haber visto jamás. Dice el presidente que hay reservas para aguantar y resistir una crisis, que ahora el pueblo no se apretará en cinturón, que ahora el gobierno apoyará. Por el bien de los miles que se verán afectados, es imprescindible que ese discurso se materialice cuanto antes en la realidad.

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