Abigail Angélica Correa Cisneros.
*La guerra comercial entre China y EE.UU. provoca acusaciones sobre la liberación del COVID-19 a cusa de alguno de estos países.
*México continúa en fase 1, acercándose a la centena de infectados.
La pandemia de COVID-19 mantiene en vilo a la población mundial. Las muertes a causa del coronavirus superan 7 mil y las fronteras en Europa fueron cerradas esta semana, también la economía mundial está colapsando.
En México, llueven las críticas contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, desde el extranjero como en la política interna, debido a las acciones tomadas contra inminentes contagios masivos, mismas que poco a poco irán tomando forma, supongo. Lo más importante es que la ciudadanía no caiga en pánico, lo cual no es sencillo por la cantidad de noticias falsas o cadenas en redes sociales cuyo único objetivo es acorralar a la gente por medio del medio.
La pandemia arriba por distintos frentes a los países, primermundistas y tercermundistas se enfrentan a un virus que al momento sigue incontrolable, con todo y que en China disminuyó considerablemente la línea de contagio y es el país con menos muertes desde que se esparció el COVID-19, también fue el lugar de origen.
Se sabe que las víctimas más vulnerables son los ancianos. La esperanza de vida al nacer en México es de 75 años, según CONAPO 2019, nos encontramos fuera del 25 por ciento de los países con mayor oportunidad para superar esta edad. Con el coronavirus, el sector de la población que está en mayor riesgo, los adultos mayores, son aproximadamente 16 millones, de acuerdo con cifras del INEGI del año pasado, representan 12.8 por ciento de la población mexicana.
Las estadísticas señalan que uno de los principales motivos por los que mueren quienes tienen más de 60 años se debe a problemas del sistema circulatorio, le siguen las enfermedades endocrinas, nutricionales y metabólicas; luego los tumores, las enfermedades del sistema respiratorio y las enfermedades del sistema digestivo, factores para que el virus ataque severamente a este sector.
El presidente López Obrador ha reiterado en varias ocasiones que la salud es un derecho irrenunciable, todos los mexicanos contamos con el servicio de los distintos organismos, como IMSS, ISSSTE y el recién constituido Insabi. Además, AMLO manifestó que uno de sus compromisos sería mejorar, en un plazo de tres años, el sistema de salud en México, al nivel con el que cuentan en Dinamarca o Canadá.
Los últimos datos en torno a la propagación del coronavirus en México son: 93 casos confirmados, 206 sospechosos, 672 negativos, 39 por ciento son mujeres y 61 por ciento son hombres. Según las fases de contingencia, por ahora estamos en la primera, la de importación, que se caracteriza por la presencia de decenas de casos en los que los pacientes han contraído el virus en el extranjero. Es muy probable que en estos días se haga la transición a la fase dos, la de dispersión comunitaria.
Todo ciudadano debe poner de su parte, a partir de esta semana muchos niños y jóvenes dejarán de ir a clases y en oficinas se estará implementando el trabajo desde casa. El posible escenario en México tendría que ser distinto al de otros lugares, porque no hay la misma calidad de vida que, por ejemplo, España, Italia e Inglaterra. Las autoridades sanitarias mexicanas afirman que están preparadas para el eventual estallido de contagios.
Por otra parte, también se avecina un golpe a la economía, no sólo del país sino a nivel mundial. Expertos comentan que a América Latina le costaría mucho reponerse. Tanto China como Estados Unidos están en una carrera para conseguir la vacuna que permita salir a los ciudadanos de sus casas y acabe con la paranoia gestada desde la desinformación.
Estas dos potencias están en una guerra económica que, si llegasen a ser ciertos los rumores de que una u otra crearon el virus a conciencia y lo liberaron, pues se llevaron como víctimas colaterales a miles de personas en tres continentes. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Zhao Lijian, acusó hace unos días al gobierno que encabeza Donald Trump, de llevar la epidemia a la ciudad de Wuhan, aunque lo hizo sin fundamentos. Por otra parte, también China es señalada porque desde el principio intentaron ocultar la gravedad de la situación, incluso la prensa extranjera habla del “virus chino”, tal como repitió esta semana el presidente estadunidense.
Hubo informes de que la policía de Wuhan reprendió a médicos que alertaron desde diciembre sobre el coronavirus. La muerte de uno de estos médicos generó en febrero un inédito movimiento de rabia en las redes sociales contra el régimen del presidente Xi Jinping.
Y entre señalamientos de estas naciones, hay quienes sí obtienen ganancias tras las catástrofes de salud. Hasta hace 50 años no se declaraba la emergencia mundial por pandemia. En 2009 la OMS clasificó como tal al brote de la gripe A H1N1, identificado por primera vez en Estados Unidos en abril y se propagó rápidamente por ese país y el mundo, según los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC), de EE.UU.
México fue de los primeros en detectar los casos, es una combinación de “genes de la gripe única, que no habían sido previamente identificados ni en animales ni en personas”, destacó la OMS, al menos una de cada cinco personas se infectó en el primer año. En estos casos quienes más ganan son las farmacéuticas, quienes lucran con las enfermedades y hasta son señaladas de provocarlas, detrás de ellas también está la OMS.
La empresa Gilead Sciences, que vio cómo aumentaron sus acciones en la pandemia de influenza con el Oseltamivir (Tamiflu), tiene un fármaco llamado GS-5734 para tratar el COVID-19 que pretende sacar al mercado sin tener estudios de seguridad en humanos y con pocos ensayos clínicos. El anuncio disparó las acciones de la empresa.
La industria farmacéutica es de las más lucrativas en el mundo, tan solo obtiene el 1.3 por ciento del PIB mundial. Las principales distribuidoras son Global Farm (incluye a la mayoría de los laboratorios de origen estadounidense), Disprofarma (que pertenece a Sebastián Bagó), Rofina (del laboratorio Roemmers), y Farmanet (las multinacionales Bayer, Novartis y Boehringer Ingelheim, Gador y Casasco). Siempre acaban obteniendo estratosféricas sumas porque de sus fórmulas depende la vida de millones que no tienen fácil acceso a la salud.
Solo recordemos lo que Bernie Sanders, candidato en la contienda demócrata a la elección presidencial de Estados Unidos, afirma en su campaña: en EE.UU. no todos los seguros médicos cubren la compra de medicamentos; además hay cerca de 100 millones de personas con seguros parciales o sin seguros que no tienen los recursos para comprar el tratamiento completo. Entonces, las farmacéuticas ganan estratosféricamente a costa de los más necesitados.
Hay teorías que también sostienen que los países subdesarrollados están libres del plan ambicioso de las grandes empresas de la salud, simplemente porque no tienen cómo pagar los medicamentos.
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