Simón Álvarez Franco.
¿Ha dormido usted una noche en las tumbas de un panteón?
Era el domingo 15 de septiembre de 1968. Por razones de mi empleo como funcionario en el principal Banco de la capital Durango. Mi familia se había quedado en el DF ya que mi contrato con el banco era que sin previo aviso me cambiarían a cualquier parte de la república donde se requiriera mi asistencia, eso me obligó a viajar por todo el país y me permitió conocer las principales ciudades importantes.
En esos días mi familia se fue a Cd. Lerdo por una semana y aproveché la relativa cercanía para saludarlos y pasar unos días juntos ya que el lunes 16 no habría labores bancarias. En Durango se comentaba que la temporada de lluvias en el norte había comenzado con tormentas y crecida de presas y ríos, coincidió esa temporada con ciclones y huracanes en ambos océanos que afectaron el territorio nacional. En Durango y Coahuila se juntaron las “colas” de ambos huracanes resolviéndose en copiosas precipitaciones, lo curioso fue que en la Laguna no llovió, más lo interesante es que las cuencas que vienen formando los ríos Nazas y Aguanaval nacen en las sierras de Sinaloa, Chihuahua y Durango donde los arroyos vaciaron su caudal en la Pesa del Palmito ubicada en la ruta a Cd. Juárez y en la presa de Cazadores, arriba de Río Grande, Zac., y que contribuye a engrosar al Aguanabal (lo escribo con “b” ya que su nombre antiguo era Río de los nabos, planta crucífera abundante en sus orillas.
De tal manera llovió que las presas tuvieron que desahogarse para evitar que su contenido rompiera las cortinas que lo contenían, en la Presa Francisco Zarco (Las Tórtolas) cercana a La Loma, (hacienda en donde Pancho Villa formó la División del Norte), hubo necesidad de romper la cortina ya que el agua amenazaba con destruirla y las autoridades optaron por romperla para vaciar el excedente hacia el cauce seco del Río Nazas que atraviesa la comarca lagunera con el consiguiente peligro de inundación en su tránsito a través de las ciudades de Lerdo, Torreón y San Pedro de las Colonias, antes de ir a morir en el lecho de la Laguna de Mayrán, no en balde durante la colonia se le llamó en textos de historia y geografía “el país de las lagunas”.
En 1540 los sacerdotes jesuitas que colonizaron y abrieron la civilización en Parras, Coah., lograron la autorización de la iglesia y autoridades virreinales de continuar su camino hacia el norte para predicar y extender la religión hacia el país de las lagunas. Por mencionar algunas, se reconocía las de Viesca, Parras, Tlahualilo, Mayrán y otras varias que dieron su nombre a la comarca.
Aprovechando el “puente” del domingo 15 y lunes 16 de septiembre y haciendo a un lado la invitación que tenía a mi nombre para asistir a la toma de posesión del nuevo Gobernador del estado Ing. Alejandro Páez Urquidi y los festejos culinarios y de boato que esa noche se llevarían a cabo celebrando el acontecimiento, preferí tomar mi auto para recorrer en 3 horas la carretera de Durango a Cd. Lerdo y pasar el feriado con mi esposa e hijo de 6 años.
Durante el trayecto observé cómo en algunos lugares a ambos lados de la carretera grandes encharcamientos formados por las corrientes, en su recorrido por los cauces naturales que las corrientes siguen de forma natural gracias a su memoria prodigiosa sin importar cuántas y qué barreras pone el ser humano para retenerla.
En algunos puntos del trayecto hube de agradecer la ayuda de trabajadores de Recursos Hidráulicos para pasar con cierto temor y cuidado los vados del camino, ya que las corrientes hacían peligrosos algunos tramos.
Con prudencia transité hasta los Puentes Cuates donde la corriente los había cubierto y los trabajadores temían su derrumbe, las autoridades pusieron un alto al tránsito por ese lugar en ambos sentidos. Razón por la cual detuve mi itinerario, desesperándome por la urgencia que tenía de llegar a Cd. Lerdo a reunirme con mi familia. Después de un rato que me pareció eterno, divisé entre la gente del otro lado que se había reunido para poner sacos rellenos de arena y tierra para desviar el curso del agua, a mi suegro, que en su calidad de periodista estaba en aquel grupo, por lo que mojándome hasta la rodilla y con los pantalones arremangados, atravesé ambos puentes a pie para acercármele y pedir su ayuda en el paso interrumpido.
Con muchas rogativas y conociendo el motivo de mi viaje hacia su casa en Lerdo, logró que los ingenieros aceptaran mi petición e incluso me ayudaron con el auto para pasar al otro lado. Muy a tiempo ya que pocas horas después ambos puentes se derrumbaron ante el embate de las aguas.
Huelga decir el alborozo cuando ya en Lerdo me reuní con la familia. Enterándome entre otras cosas, que esa tarde estábamos invitados a una boda y su correspondiente festejo.
Fuimos a la boda, en la cena predominaron los comentarios de una posible inundación, de regreso a casa, ya noche, llegaron los soldados con instrucciones que evacuáramos la casa con los alimentos que hubiera a mano y con cobijas para cubrirnos, solamente lo más indispensable, pues se confirmaba que la riada había derrumbado varios puentes y se temía que sumada al agua proveniente de la presa, al haber tumbado a propósito la cortina por órdenes del personal de Recursos Hidráulicos, tenían que refugiarnos en los puntos más altos que rodeaban a la ciudad. Y allá vamos, decididos y a fuerza por los soldados, que nos guiaron hasta el cerro donde se encuentra la iglesia de Guadalupe, mi suegro nos guió hacia un punto más alto, en el camino se encontró conocidos, los que comentaron que hacía poco rato que tuvieron que bajar a varios niños mordidos por víboras de cascabel, por lo que los militares recomendaron que nos resguardáramos en el panteón, más cerca de la colonia San Isidro. Así lo tuvimos que hacer, cargando con vituallas, cobijas y un radio portátil de baterías, acampando entre algunas tumbas, por el radio seguíamos el programa de la Hora Nacional, la ceremonia del Grito y los noticieros con muchas extras enterándonos de la marcha del agua sobre las ciudades.
Acampamos entre varias tumbas, preferimos buscar dos o tres que tuvieran lápidas de mármol o material pétreo, desechando aquellas que solamente eran túmulos de tierra. En el cruce de ellas hicimos una fogata, ¿con qué?, con las cruces de madera que ya estaban secas y envejecidas por el tiempo. Ahí calentamos tamales que mi previsora suegra ya tenía congelados para navidad, pero le saqueamos el refrigerador. También hicimos tortas de pan con frijoles. Mientras estábamos pendientes de las noticias de la radio que informaban de la rotura de presas y del avance casi tempestuoso de agua por el río Nazas, de la entrada y devastación que hiciera la corriente en León Guzmán, la Hacienda de Fernández, la entrada a Lerdo y Gómez Palacio en donde había cubierto totalmente las tierras ribereñas, ya para la medianoche las noticias acerca de la inundación en Gómez Palacio y Torreón eran alarmantes.
No sin cierto temor al agua, que según las noticias estaba haciendo desastres en las zonas bajas pobladas de toda la comarca, sino a la sensación de estar rodeados de muertos sepultados alrededor nuestro, pero ya haciendo convivencia y plática con otras familias que desperdigadas por el panteón se acercaron con camaradería típica en situaciones de desastre, siempre atentos a las noticias que terminando la Hora Nacional en su programa con las difusoras del país, nos dedicamos a escuchar las noticias y convivir con los vecinos, tranquilos en cuanto que estábamos ubicados en la parte más alta del campo que rodea a Lerdo. Tendimos colchas, cobijas y cuanto llevábamos sobre 3 tumbas contiguas con loza de mármol para pasar la noche sobre los muertos. En los cementerios no hay lozas tamaño matrimonial.
El gobernador de Durango Páez Urquidi no movió un dedo para enviar ayuda a las poblaciones de su Estado, en cambio el Gobernador de Coahuila don Braulio Fernández Aguirre, envió ambulancias, equipo médico y avionetas para vigilar desde el aire el avance de las aguas y poner en alerta a las poblaciones. Gracias a las grabaciones de los periodistas que acompañaban a los pilotos se pudo armar un corto cinematográfico que se llamó “Horas de Angustia”, difundido después de la tragedia. Existe un libro “La Presa Lázaro Cárdenas” del empresario lagunero Jesús R. “Chamuco “Villarreal, con las impresiones de otros destacados ingenieros laguneros donde describe cómo las autoridades influidos por el factor miedo decidieron abrir las compuertas de la Presa las Tórtolas para evitar el inevitable “golpe de agua” que por ser casi inevitable y sorpresivo hubiera causado la inundación incontrolable de las ciudades laguneras con la consiguiente tragedia para bienes y habitantes de la misma, decisión que salvó vidas sin duda alguna. Una decisión bien tomada si calculamos que en temporada de riego pasan bajo el puente metálico, el único que en esa época unía Gómez Palacio con Torreón, permite el paso normal de 300 metros cúbicos de agua por segundo y en la ocasión que nos ocupa se estima que pasaron más de 1000 metros cúbicos por segundo.
Al día siguiente se nos permitió bajar del cerro y pudimos constatar que gracias a las oportunas medidas tomadas por las autoridades, Lerdo no sufrió más que inundaciones en las tierras ribereñas del Nazas, en cambio en Gómez Palacio, el agua al reconocer su curso natural inundó las tierras de la colonia El Campestre y Las Rosas, habiendo subido el agua de 30 a 60 centímetros en las residencias ubicadas al pie del cerro del Campestre por un lado y en el Bulevar Alemán que las cruza rumbo a Lerdo cubrió hasta dos o tres cuadras de la ciudad, por ejemplo, en un profundo pozo de una manzana de extensión de donde se sacaba material para hacer ladrillos, quedó lleno hasta el nivel de la calle y en el lugar conocido como Las Banquetas Altas cercano a la Plaza Central de la ciudad y en las vías del ferrocarril el, agua subió casi un metro. En Torreón se inundaron las primeras manzanas a la orilla del Río Nazas y lugares ribereños, habiendo avanzado hasta la Laguna de Mayrán cerca de San Pedro de las Colonias, donde dejó humedad que permitió volviera a florecer al menos temporalmente al aprovecharse para cultivo pocos años más.
Las comunicaciones quedaron cortadas hacia San Pedro, Saltillo y Chihuahua durante dos semanas, como el Puente Negro del ferrocarril sufrió demérito ante el embate de las aguas, Torreón y la comarca lagunera quedaron aisladas hasta que se repararon los desperfectos.
En la actualidad, casi 60 años después ya la comarca cuenta con el puente metálico construido en 1931 por el Club del Automóvil y 6 puentes de concreto más, lo que permite una comunicación más expedita y ha permitido asimismo el desarrollo industrial y comercial de la Laguna.