Mis sexenios (38) El robo a la Quinta Margarita

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

          Enero de 1992 se inició con el escandaloso robo a la “Quinta Margarita”, propiedad del ex director de Pensiones del Estado, Marcos Espinoza Flores. Para aclarar el ilícito, se detuvieron a dos chivos expiatorios: el velador de la quinta José Luis Galindo Álvarez y su amigo, el trailero José Armando Durán Valerio.

Durante cuatro días ambos fueron torturados y mantenidos secuestrados en cárceles clandestinas habilitadas en la “Quinta Margarita” y en el hotel “La Torre”, con lujo de violencia les arrancaron declaraciones en su contra.

Cuando los tenía presos en el Cereso, fui a entrevistarlos. El director de la cárcel era otro pariente de Eliseo, Gustavo Berrueto a quien conocía de antes. Me permitió entrevistarlos en una oficina del penal. Hasta allí llevaron a los presos en vilo, porque no podían caminar. Uno de ellos tenía los testículos del tamaño de un huevo de gallina, como resultado de las “investigaciones” a que los sometieron.

Según la denuncia se habían robado televisores, una caja fuerte, una camioneta, joyas, documentos y otras cosas valiosas. Sin embargo, había otra versión: se habían robado grabaciones de orgías homosexuales donde participaron personajes importantes y poderosos de Coahuila, políticos y empresarios.

Denunciamos el caso y publicamos la entrevista de los acusados y torturados, pero nada se hizo. Después relevarían de la dirección del Cereso a Gustavo Berrueto.

De la “investigación” se encargó la Dirección de Seguridad Pública, cuyo director era Óscar Pérez Benavides. La tortura corrió a cargo de José Horacio Pérez Ocampo y Juan José Quintero.

          16 meses después, el 9 de mayo de 1993, el periódico La Jornada publicó la acusación que le hicieron a Eliseo los ex jefes policiacos José Horacio Pérez Ocampo y Juan José Quintero que dijeron: “Torturamos por orden de Mendoza Berrueto”. Esos policías se encargaron de “investigar” el robo a la quinta “Margarita”, propiedad de Marcos Espinoza Flores en enero de 1992. Ellos fueron los que secuestraron y torturaron a dos trabajadores que eran chivos expiatorios.

Pero ese caso no terminó con la tortura de los detenidos, en abril de 1992 se dio la noticia de la muerte de Enrique Ramos Dávila, ex madrina de la Procuraduría General de la República y supuesto responsable del robo. El acta de defunción que fabricó la Secretaría de Salud señalaba como causa de la muerte un infarto cardíaco, pero las huellas que tenía el cuerpo mostraban que había sido torturado, y su fallecimiento se debió a la asfixia provocada con una bolsa de plástico. Éste fue otro de los homicidios que se dieron durante el sexenio mendocista y que nunca fueron aclarados.

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         Desde su primer año como alcalde saltillense, Rosendo Villarreal mostró lo que sería su gobierno: arbitrariedad, corrupción, prepotencia, tráfico de influencias y más impuestos. Rosendo había llegado al cargo con hambre de riqueza, y para lograr sus propósitos mucho le ayudó la dejadez de Mendoza Berrueto, quien tenía las mismas mañas del alcalde panista.

Rosendo Villarreal comenzó su trienio aumentando las infracciones de tránsito y al “buen gobierno”, y en su Primer Informe presumió haber multiplicado por siete los ingresos de la caja cinco de la comandancia de policía. Como una medida recaudatoria, Rosendo instaló radares para controlar la velocidad de los vehículos.

El director de la abusiva y arbitraria policía rosendista era Ricardo Coss Mireles, también acusado de corrupción. Rosendo había habilitado como funcionarios municipales a comadres, compadres y ex colaboradores del Grupo Industrial Saltillo, relegando a los panistas tradicionales en los cargos públicos. 

La corrupción y el incumplimiento de sus promesas de campaña condujo a Rosendo a un choque con la regidora panista Yolanda Campos López, quien fue expulsada del PAN a solicitud del Alcalde.

Rosendo también despidió de la dirección de Comunicación Social del municipio a Conrado García Jamín, quien posteriormente denunciaría al alcalde en un libro de su autoría, acusándolo de adquirir equipo costoso y sofisticado para espiar a sus enemigos y a los funcionarios municipales. 

En su primer año, Rosendo gastó seis millones de pesos en los medios de comunicación, porque aspiraba a la gubernatura. Para aumentar el desencanto de los saltillenses, Rosendo inició su segundo año de desgobierno aumentando el sueldo al Alcalde, a los regidores, al tesorero y a los directores de área.

Francisco Navarro Montenegro

Para entonces, Rosendo ya había aumentado el precio de los servicios municipales (permisos, derecho de piso, parquímetros, etc.) y había incrementado el impuesto predial, además de imponer una cuota extraordinaria a los comerciantes por la recolección de la basura. 

Desde el principio de su “gobierno”, Rosendo Villarreal se subió al ring con Francisco Navarro Montenegro, quien diariamente encontraba la forma de retarlo, pero en los últimos meses de 1991, las cosas fueron desfavorables al cardenista, pues Javier López del Bosque en respaldo de Rosendo había presionado a Mendoza Berrueto para que le reviviera a Navarro Montenegro algunas demandas penales en su contra que se mantenían archivadas.

La amenaza era real, Eliseo se había comprometido con el dueño del GIS a pacificar a Navarro, quien acrecentó su repudio por Rosendo Villarreal, a raíz que el alcalde repartió volantes masivamente en Saltillo, en donde hizo público “pecados” de su vida privada. Incluso, Javier López del Bosque declaró, entre otras cosas, que Francisco Navarro Montenegro era un delincuente.

Por esos aciagos días, enero de 1992, encontré a Navarro Montenegro en el edificio del Congreso del Estado. Como siempre, estaba rodeado de reporteros para que les diera la nota de día. Me acerqué al grupo, y en broma le reproché: Te sigo esperando para editar el folleto acerca de la vida y milagros de los López del Bosque y de Rosendo Villarreal.

Así quedó la broma. Pero no faltó un reportero que le llevó el chisme a Javier López del Bosque. Días después saldría una declaración periodística del poderoso empresario, en donde le daba la razón a Navarro Montenegro de que Rosendo Villarreal era el responsable del rezago social que privaba en Saltillo, y calificaba a Navarro como un luchador social, no un delincuente como lo había dicho antes. ¿Qué había pasado?

Navarro me comentó que después de la broma en el Congreso del Estado, Mendoza Berrueto lo llamó para preguntarle sobre el folleto que supuestamente publicaríamos. Eliseo preocupado le confió a Navarro que los López del Bosque eran muy poderosos y que hasta a él lo espiaban. Le contó que días antes habían encontraron un micrófono en el despacho gubernamental, y concluyó: “Javier López tiene información sobre todos, pero le preocupa más la que tienen de él”.

Según Navarro, Eliseo le había pedido que no editara ese folleto, que Javier López del Bosque le pidió ese favor, y que le dijera qué quería a cambio. Navarro solicitó que Javier López del Bosque pusiera a Rosendo en su lugar, y que reivindicara su nombre. Esa era la historia de aquella inusitada declaración.

Lo cierto es que a Navarro ya no volvieron a amenazarlo con las demandas penales que tenía pendientes. 

El 5 de febrero de 1992, a la edad de 84 años, moría don Sergio Méndez Arceo, sacerdote católico comprometido con la Teología de la Liberación que se desempeñó durante 31 años como obispo de Cuernavaca, Morelos. Un mes antes tuvo su última aparición pública, en un acto organizado por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en reconocimiento a sus esfuerzos en favor del pueblo salvadoreño.

A principios de los 70 conocí al obispo Méndez Arceo en una reunión -en la ciudad de México- de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) a la que me invitó un amigo. Don Sergio fue uno de los principales impulsores de la iglesia de los pobres, defensor de los derechos humanos y luchador en contra de los regímenes militaristas y en favor de la paz. Apoyó las revoluciones de Cuba, Nicaragua y Chile, y a los asilados y perseguidos políticos. Fue partidario del socialismo “Porque tiene los mismos fines que el cristianismo”. 

Al fallecer don Sergio Méndez Arceo murió uno de los grandes mexicanos del siglo XX. 

(Continuará).

El quinto año de Eliseo Mendoza Berrueto