Augusto Hugo Peña Delgadillo.
ed. 354, agosto 2018
Los ciudadanos tenemos que apoyar con nuestro comportamiento al nuevo gobierno, pero debemos estar en desacuerdo en que no le aplique la ley a quienes sistemáticamente han delinquido, dañando las instituciones y el tejido social. AMLO no es nadie para perdonar a Peña Nieto y a su pandilla.
Las tres características que han marcado al gobierno de Peña Nieto son, la de la ineptitud, la mala fe y la corrupción; recibió un país con una deuda inferior a la mitad de lo que ahora se debe. El pago de intereses y comisiones del servicio de la deuda, hasta el 1º de diciembre del 2012, era de 331 mil millones de pesos anualmente, hoy rebasa los 683 mil millones de pesos en un año, equivalentes a mil 681 millones de pesos diarios, solo del pago de intereses, son contar la deuda de PEMEX y las de otras dependencias que superan los 3 billones 500 mil millones de pesos. Independientemente de la mala forma de gobernar, de sus corruptelas, su ineptitud y mala fe, cosa que lo convierte en el peor presidente que México hubo tenido a todo lo largo de su historia, las deudas que asumió representan más que todas las asumidas por todos los gobiernos que México ha tenido, desde Guadalupe Victoria y hasta el de Felipe Calderón, por ello es ocioso, infamante e ignominioso, que le recomiende a sus secretarios que no le dejen cargas financieras, extras y ominosas al gobierno de López Obrador.
La mala fe y la ruindad de este gobierno las podemos contemplar en infinidad de aristas de casos en que su actuación es perversa; en el mes de junio, sabiendo que el PRI y él serán expulsados de la presidencia, y no porque AMLO sea una maravilla de líder, también por el repudio generalizado de los mexicanos hacia su persona y al PRI, Peña Nieto pugnó -ordenó de forma estrafalaria en contra de los intereses de México y los mexicanos- por un aumento de salarios a la alta burocracia federal, con lo que fueron beneficiados, inmerecidamente, 317 mil funcionarios federales de la alta burocracia, a sabiendas que a este segmento de los trabajadores del gobierno federal, les serían recortados los salarios suntuarios y las prestaciones igualmente inmerecidas, por el nuevo gobierno, el de López Obrador/MORENA.
Pienso que sería saludable para el Estado mexicano, para sentar un precedente, fincar responsabilidades civiles y penales a Peña Nieto y a muchos de sus funcionarios que han torcido las leyes; que han atentado contra el futuro socioeconómico y político del país, y que han desviado recursos hacia el PRI y sus bolsillos. Son muchos los deshonestos y las deshonestidades de los funcionarios cercanos a Peña Nieto, incluido él como presidente, y por ende, responsable de estas inequidades y corruptelas. AMLO ha dicho que él no es dado a las venganzas, pero aplicarle la ley a quienes robaron es de justicia y no de venganza. En este punto estoy en total desacuerdo con López Obrador, porque si no aplica la ley dentro de un marco de justicia establecido en la Constitución, será acreedor de desconfianza. Las leyes se establecieron para cumplirlas no para torearlas cubriendo de impunidad a esta pandilla que nos ha gobernado estos últimos seis años. Así como en el ser se aplica el axioma: “ser o no ser, esa es la cuestión”, así debe ser con la justicia: “se es justo o no se es, esa es en este caso la cuestión”. AMLO no es quién para perdonar a nadie, y menos, a quienes le hacen daño a México y a los mexicanos.
La misma tarea que tiene este nuevo gobierno para recomponer las condiciones socioeconómicas y políticas en todo el país, la tienen los partidos políticos; ellos deberán reconstruirse apelando a las bases y no a sus dirigencias como lo está haciendo el PRI de Peña Nieto, el que al parecer no aprendió nada de la lección del 1º de julio, en que la ciudadanía les dio la espalda, cobrándole las afrentas que durante seis años le fueron propinadas. Han colocado al frente de su partido a dos personajes que me parecen insuficientes para resolver sus problemas; a Claudia Ruiz Massieu en la presidencia, una mujer sin tablas políticas ni experiencia en las lides partidistas; su buena voluntad no le alcanza para nada. Colocaron a uno de los peores personajes dentro de la fauna de gobernadores priístas, a un Rubén Moreira que solo ha servido de tapadera de los errores, francachelas, inequidades, ineptitudes y desvíos multimillonarios de dinero del erario coahuilense hacia el PRI, sus bolsillos y los de sus familiares y cuates; se robó las elecciones del 2017 en nuestro estado para imponer a otro igual que él, para encubrirlo.
Es tan repudiado y despreciable, Rubén Moreira, para sus coterráneos que no se atrevió a contender por una diputación, porque sabiéndose odiado y despreciado por los coahuilenses, optó por una curul plurinominal a la cámara de diputados; de ese tamaño son los desfiguros de la dirigencia del PRI y de Peña Nieto, y sin embargo y a pesar de ello, decidieron colocarlo en la secretaría general del partido, lo que para mí equivale a darse un tiro en el pie, y que no han aprendido nada de la lección del 1º de julio. El PAN y el PRD están tomando otras medidas más inteligentes para recomponer su rumbo, y ojalá que logren ese cometido, porque los contrapesos de otros partidos ante el poder del gobierno siempre serán benéficos para discurrir en la democracia. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?