José C. Serrano Cuevas.
ed. 354, agosto 2018
En el transcurso de la presente semana han circulado en diferentes medios los 50 puntos del Plan de Austeridad y Anticorrupción, que pondrá en marcha el nuevo régimen a partir del 1 de diciembre.
Todos los enunciados deben ser atendidos con la prontitud que se requiere. De ese largo listado se han tomado al azar unos cuantos puntos, con el propósito de dotarlos de un contexto que los haga más explícitos.
No se utilizarán vehículos y otros bienes públicos para asuntos particulares. El parque vehicular destinado a los miembros de la alta burocracia, generalmente, se pone al servicio de la familia. El paquete incluye, por lo menos, un par de flamantes camionetas con choferes y escoltas. Recursos materiales y humanos para transportar a la o el cónyuge, parientes y amigos. Los niños desde la edad preescolar hasta jóvenes que cursan estudios universitarios gozan de este privilegio, gracias a que su padre o madre pertenecen a círculos cercanos al mandón de este país.
El horario de los trabajadores de confianza será de lunes a sábado, cuando menos ocho horas diarias. Los trabajadores de base checan tarjeta o firman en una libreta de asistencia. El personal de confianza tiene horarios bastante laxos. Es frecuente que los mandos medios y superiores arriben a sus escritorios a las once de la mañana. El tiempo previo lo ocupan en desayunos para la grilla. En no pocos casos, la cuenta se carga al renglón de gastos de representación.
No habrá partida para gastos médicos privados. El Estado proporciona a sus servidores atención médica en clínicas familiares y en unidades hospitalarias, en las que laboran profesionales de la salud especializados en diversas ramas de la medicina. Uno de los requisitos, que el derechohabiente debe cumplir, es ser un paciente a prueba de todo. La alta burocracia no sabe esperar, le es más cómodo acudir a la medicina privada. Si desembolsa los billetes, luego le serán repuestos con la debida oportunidad.
No se puede asistir a trabajar en estado de ebriedad e ingerir bebidas alcohólicas en oficinas públicas. Los miembros de la élite burocrática son asiduos concurrentes a restaurantes de moda y cantinas de renombre. Tranquilamente permanecen en comederos y bebederos por un lapso de tres horas; tiempo suficiente para meterse entre pecho y espalda varios y generosos pajuelazos. Afuera de los pesebres y aguajes, choferes y escoltas aguardan a su achispado jefe. Eso de ingerir bebidas alcohólicas en las oficinas públicas es una herencia que, según la historia, el anecdotario o registros hemerográficos dejaron bebedores consuetudinarios: Victoriano Huerta, Pedro Ojeda Paullada, Jesús Reyes Heroles, Felipe Calderon Hinojosa, entre otros.
Ningún funcionario podrá ocupar en su domicilio a trabajadores al servicio del Estado si no cuenta con la autorización o permiso para ello. La remodelación de las mansiones de la élite burocrática, la llevan a cabo carpinteros, electricistas, ingenieros, albañiles, pintores, plomeros que figuran en la nómina de dependencias federales, estatales o municipales. ¿Quién le negaría la autorización para tales despilfarros a uno de sus cofrades?
Se tratará con amabilidad a los ciudadanos en las oficinas públicas y en cualquier lugar, aceptando con humildad que ellos son los mandantes de los servidores públicos. Para cumplir este punto se requiere de una verdadera revolución cultural. El contribuyente que va a saldar algún adeudo en cualquier instancia de gobierno, es víctima de maltrato por parte de quien está en el otro lado de la ventanilla; el familiar de una persona desaparecida que comparece ante la autoridad ministerial para preguntar sobre los avances de la investigación del caso, es revictimizada y el ausente, criminalizado; el ciudadano que busca el apoyo institucional para desahogar un asunto de vital importancia con un integrante de la élite burocrática, tras horas de una angustiante espera, es “canalizado” con un empleado de primer contacto, a sabiendas de que éste no tiene capacidad de decisión.
Al lado de abusos tan arraigados, la propuesta de regeneración es percibida como una frágil utopía.