Así nacen las preguntas, o cuando Einstein y Freud
se conocieron en un baile de disfraces y dudaron de sí mismos.
Oliverio Ascascius.
Si con timidez apenas sabes lo que sientes,
menos con certeza sabrás lo que deseas.
Si saberlo puedes, abre tus ojos y tu mente
y pregúntatelo a ti mismo.
Pregúntale a ese ser que llevas dentro,
a ese «Yo», bronco y enjaulado.
Porque cuando el día se convierte en oscuridad
tu esencia se convierte en «un no saber qué»,
ni cómo, ni cuándo.
Si ni definir puedes tus cambios, tus sentires,
y una y otra vez te preguntas
qué es lo que quieres realmente.
La pregunta se te hace absurda
por los cuatro costados mientras Einstein
suelta una risita.
Lo que quieres es a veces nada
incluso hasta con frecuencia deseas nada,
y sin embargo,
por más que tu deseo te trae la nada a tu existencia,
no sabes entonces para qué quieres nada.
(Freud se hala los pelos detrás del diván).
Otras veces quieres todo,
desde lo más bajo de lo abajo
hasta lo más alto de lo alto,
pero tus pretensiones son vanas
y tu sombra se queda asombrada,
pues sólo cosechas cosas extrañas
que no encajan en tu mundo de ilusiones.
Sí…a tus deseos inconclusos debes tus frustraciones
y a tus quereres indecisos debes tus enigmáticas preguntas.