Jesús M. Moreno Mejía.
ed. 356, octubre 2018
La aparente buena relación que exhibieron el presidente Enrique Peña Nieto y el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, tras el triunfo de éste, resultó ser una engañifa pues ni uno ni otro estaban creando un vínculo real de aceptación en lo acordado entre ellos.
De hecho, el uno necesitaba del otro, por un lado como muestra de aceptación democrática en que EPN quería ser visto por el pueblo como un buen perdedor y tratando de recuperar el rechazo de más de la mitad de los compatriotas, en tanto que AMLO deseaba que la transición tuviera visos de ser tersa, en un ambiente de lo que ha venido pregonando en repetidas ocasiones: “Amor y paz”.
Pero la realidad tenía que salir a flote, como se ha observando de un tiempo a la fecha, dando por terminada la aparente “Luna de Miel” entre uno y otro.
La primer señal de desacuerdo se dio el pasado mes de septiembre, por las fuertes diferencias sobre las cuentas, el presupuesto y las finanzas públicas, pues “no cuadran” las afirmaciones de uno y otro representantes de los dineros del pueblo (Secretaría de Hacienda saliente y equipo entrante).
El primer paso lo dio López Obrador en Tepic, Nayarit, al declarar públicamente que el país se encontraba actualmente en bancarrota, no obstante que diez días antes se refirió a que la nación estaba “con estabilidad económica, sin crisis política ni financiera”.
Finalmente el presidente electo corrigió que México se encontraba atravesando una situación económica y social sumamente difícil, añadiendo que debería acabarse con los “gasolinazos” y cancelar “la mal llamada reforma educativa”.
Fue el vocero presidencial, Eduardo Sánchez, quien dio la declaración oficial de que ya no habría más encuentros entre López Obrador y Peña Nieto, por lo que los presidentes no se verían más la cara sino hasta la toma de protesta del 1 de diciembre, que es cuando se dé el cambio definitivo de gobierno.
Pero además, vinieron una serie de reacciones por parte de representantes de la iniciativa privada, analistas y comunicadores de la radio y televisión, quienes salieron a la defensa de la supuesta situación real del país, rechazando la existencia de bancarrota, como lo afirmó el presidente electo.
También se recrudeció la pugna y el debate sobre el nuevo aeropuerto de la CDMX en Texcoco y la propuesta del de Santa Lucía, pues mientras algunos opinaban que debía seguirse con el proyecto iniciado en este sexenio, el equipo de López Obrador insistía en la segunda opción y que sería el resultado de la consulta ciudadana la decisión final de uno o de otro.
Sin embargo, fue el tema hacendario el que causara mayor tensión entre los dos gobiernos, sobre todo al anunciarse el nombramiento de Santiago Nieto Castillo como titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, lo que originó un fuerte escozor en Los Pinos.
Nieto Castillo fue titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), quien fuera destituido por supuestas violaciones al Código de Conducta de la Procuraduría General de la República (PGR), pero en realidad fue por haber consignado a un juez a Arturo Escobar, miembro del Partido Verde Ecologista de México (pvem), por delitos electorales.
Lo anterior no quedó ahí, pues la Secretaría de Hacienda y Crédito Público anunció que no había recursos para fondear los dos programas del nuevo gabinete de AMLO, con los que pensaba éste iniciar el 1 de diciembre: las becas para los jóvenes calificados como Ninis (Ni estudian ni trabajan) y doblar la pensión alimentaria a los adultos mayores.
Esos dos nuevos programas, a los que López Obrador se comprometió en campaña, representan 256 mil millones de pesos, pero Hacienda afirma que esa cantidad no está disponible pues el presupuesto asignado para gasto corriente, pago de sueldos al personal federal, pensiones y deuda pública, además de otros rubros, representan casi el 80 % del total de ingresos al erario federal. “Y menos, dijeron en Hacienda, por la disminución del IVA en la Frontera Norte”, que López Obrador prometió quedaría en tan solo un 8 %.
Añadiendo luego la SHCP que de nada servirían los ahorros y excedentes del nuevo gobierno, producto de la disminución de sueldos a los burócratas, las partidas de “moches” y de otras medidas de austeridad anunciada por AMLO.
Otro aspecto importante del resquebrajamiento inicialmente aterciopelado entre EPN y AMLO, es la declaración de Santiago Nieto, quien manifestó que una vez que asuma la titularidad de Inteligencia Financiera de la SHCP, retomará las investigaciones del caso Odebrecht, que ya había iniciado cuando estuvo al frente de la Fepade, pero interrumpió al ser separado del cargo y siendo amenazado con no meterse en ese tema, que se sabe está ligado con cuentas del funcionario federal Emilio Lozoya y que presuntamente fueron a parar en la campaña de Peña Nieto cuando era candidato a la Presidencia de México.
Y el desencuentro sigue creciendo conforme pasan los días y semanas, sin saberse a dónde habrá de llegar. ¡Hasta la próxima!