169 aniversario de la fundación de Piedras Negras

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Rigoberto Losoya Reyes.

El pasado 15 de junio, la población de Piedras Negras festejó el 169 aniversario de su fundación y es menester compartir con los lectores, los acontecimientos que dieron origen a esta ciudad fronteriza, que desde muy temprana edad comenzó a despuntar en el ámbito internacional por haber sido privilegiada en el siglo XIX, con el establecimiento de una aduana, con la introducción del ferrocarril, con la introducción de agua entubada, con la construcción de hermosos edificios federales como agradecimiento del señor presidente Don Porfirio Díaz, por haber sido bautizada con su nombre en 1888 al elevar su categoría de villa a ciudad. El fomento a la educación con el establecimiento de varias escuelas del nivel básico y ya estaba en servicio el Teatro Del Progreso. Por todas estas circunstancias, la población de Piedras Negras ocupa un capítulo importante en la historia de México.

Al finalizar la guerra de Estados Unidos-México (1846-1848) se suscribió un acuerdo de paz, denominado Tratado de Guadalupe Hidalgo, y en este documento se acordó una nueva línea fronteriza entre ambas naciones, estableciéndose como frontera natural el curso del río Bravo. Una de las primeras acciones de los norteamericanos para resguardar su nuevo territorio, fue el establecimiento de un cuartel en la margen izquierda del río denominado Fort Duncan construido por orden del General William J. Worth el 27 de marzo de 1849.

Ya para el mes de abril de 1850, se daba noticia de algunos civiles que se habían establecido en terrenos propiedad de don Espiridión Gómez quien los reclamó el mes de noviembre de ese mismo año. La vida en este lugar no era fácil, los pobladores se jugaban la vida al tener que salir a luchar contra las partidas de indios que constantemente merodeaban el lugar en busca de caballos.

Con el establecimiento del fuerte norteamericano, se registró la llegada de civiles procedentes de otros lugares cercanos y de comerciantes que venían a ofrecer sus productos a los soldados. Eran muy común observar la llegada de carretas repletas de víveres, herramientas, prendas de vestir, aperos de labranza, monturas, tabaco, whisky, calzado y otras mercancías necesarias para hacer frente. Los comerciantes de San Antonio y Nuevo Laredo, Texas, competían en el mercado de las armas y municiones. El Subinspector de las Colonias Militares de Oriente, coronel Juan Manuel Maldonado Ladrón de Guevara, era la máxima autoridad en esta región y supervisaba la administración de las colonias y aprovechó la oferta de los nuevos comerciantes, para comprarles al “fiado” una gran variedad de mercancías destinadas a las colonias militares, especialmente herramientas. Los precios de las mercancías mexicanas eran superiores y para adquirir estos víveres era necesario viajar a las poblaciones de Monclova o Saltillo para surtir lo necesario y los caminos se encontraban infestados de indios y ladrones.
En unos pocos meses, el tráfico comercial se intensificó y el contrabando de mercancías fue el dolor de cabeza para las autoridades aduaneras mexicanas que, sin contar con el suficiente personal, tenían que realizar constantes rondines de vigilancia sobre la ribera del río Bravo. En la villa de Guerrero se encontraba la pequeña oficinita de la aduana fronteriza, cuyos ingresos fiscales eran escasos que apenas sufragaban sus propios gastos. El 15 de junio de 1850, una columna militar al mando del Subinspector de las Colonias Militares de Oriente y Jefe Político Subalterno, coronel Juan Manuel Maldonado, en un rondín de vigilancia, se detuvo en punto frente al fuerte Duncan donde el grupo de colonos que ya tenían algunos meses de radicar en ese lugar, le dieron cuenta de las vicisitudes por las que estaban pasando y que requerían de un Justicia Mayor para resolver sus problemas de carácter civil y penal.

Bajo un intenso sol, los hombres reunidos ahí iniciaron la exposición de sus motivos. Después de ofrecerle un sorbo de agua fresca a él y todos sus soldados, y bajo la sombra de un árbol, le exponen sus penurias y necesidades. El oficial reflexionando sobre la narración de los jefes de familia, y lamentando su situación, con una gran experiencia los escucha con paciencia y benevolencia. Los detalles los conocemos gracias a la investigación realizada por el profesor Ildefonso Villarello quien localizó el acta de fundación. Los más avezados en estos menesteres y haciendo uso de la voz, Andrés Zapata, Gaspar Salazar y Antonio Ramírez, le relataron con su muy escaso conocimiento y con el nerviosismo provocado por la autoridad del coronel, lo siguiente:

“Que frente al nuevo establecimiento del fuerte Duncan, construyeron casas y abriendo sus labores sobre la margen expresada del Bravo, bajo la protección del señor jefe político del Departamento, José María de la Garza. Después de haber expuesto sus motivos, le solicitaron establecer formalmente una villa y que el propio militar nombrara una autoridad que dirimiera sus conflictos de orden penal y civil. Fue así como, por instrucción del Subinspector, se redactó un documento para registrar la voluntad de los vecinos y se firmó el acta de fundación de la nueva Villa de Herrera y les manifestó que desde luego se haría cargo de la nueva población, reconociéndola como una de las nuevas colonias que están a su cargo, dando cuenta a sus superiores. A continua- ción, y con un sentido ceremonial, se dispuso se eligiera un alcalde y un síndico personero quedando nombrados para estos cargos Luciano de la Cerda y Antonio Arredondo. Una fuerza militar cuidaría de las familias.

Posteriormente, dicha fundación civil no fructificó, pues el 14 de agosto del mismo año, la Comandancia General de las Colonias Militares de Oriente, determinó en su lugar establecer una colonia militar con el nombre Colonia Militar de Guerrero. Se dispuso que se midieran ocho sitios de ganado mayor y de declaró formalmente establecida la colonia militar el 14 de agosto. Un mes después, el Subinspector Maldonado informaba al Inspector General, de haberse levantado las primeras construcciones y con fecha 7 de noviem- bre, se levantó un plano del terreno correspondiente a la nueva colonia militar. La Villa de Herrera es considerada el primer antecedente civil de población en el vado de Piedras Negras, sin embargo, indiscutiblemente la colonia militar fundada el 14 de agosto de 1850, fue el origen de la actual ciudad de Piedras Negras.

En diciembre de 1850 se perfora la primera noria.

Al instalarse la colonia y de conformidad con el reglamento de ésta, el médico cirujano tenía la obligación de verificar la calidad del agua que consumían los colonos, ya sea obtenida de alguna acequia o de los pozos de agua perforados por los pobladores. En la región las autoridades se centralizaban en una Inspección General de las Colonias Militares de Oriente cuya sede administra- tiva se encontraba en la población de Monterrey al mando de Antonio María Jáuregui, y las colonias militares más cercanas de esta región eran las de: Río Grande, Guerrero y Monclova Viejo. En septiembre de 1850, Juan Manuel Maldonado, subinspector de las Colonias Militares de Oriente, informa a Antonio María Jáuregui, Inspector general de las mismas, haberle enviado el expediente en el que constan las diligencias practicadas en la medición de los diez sitios de ganado mayor adjudicados a la Colonia Militar de Guerrero, que se estableció en el paraje de Piedras Negras. Con esta extensión territorial da origen a la población.

Fuentes: Villarello, I. (2004). La fundación de Piedras Negras, Coahuila. Nuestra Historia, Instituto Municipal de Cultura, Núm. 1 págs. 16-17.
Sandoval, J. (1869). Reglamento para el Establecimiento de las Colonias Militares en la Frontera Norte, México. Imprenta del Gobierno, en Palacio a cargo de José M. Sandoval 1869. Versión en PDF. Universidad Autónoma de Nuevo León.
Archivo General del Estado: Fondo de Colonias Militares de Oriente.