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Luis Eduardo Enciso Canales.

“El que se ríe de lo que no sabe y critica lo que no ha investigado, es o está en el camino de volverse idiota.”
Samuel Aun Weor.

Es evidente que no existe una visión única de la realidad, todas las posibilidades en la actualidad se encuentran abiertas a la incertidumbre de la temporalidad, lo que hoy es mañana ya no lo será. La vida se conforma de diferentes experiencias que nos obligan a mantenernos cautos con lo que pretendemos conocer y sobre todo “creer”.

La pérdida de los referentes de lo que es la “verdad” es una constante de las sociedades contemporáneas, por eso muchos especialistas están hablando de que vivimos en la sociedad del envase, es decir, hoy importa más lo que parece ser, que lo que realmente es, la percepción de legalidad es más importante que la misma legalidad; decimos, aquel personaje parece ser honesto, o feliz, o enojón, o corrupto, o cruel, o santo, o demonio, etc. Despreciamos el contenido para quedarnos en lo superficial de las cosas como dijera Galeano, es por eso que se le ha abierto la puerta a todo tipo de estafas, y es que me parece que la antesala del extravió de la verdad en gran medida se debe a la pérdida gradual que hemos desarrollado del sentido común, que como bien se ha dicho, es el menos común de los sentidos, ahora aunque las cosas sean evidentes nos negamos a verlas y solo vemos lo que queremos ver, o quizás nos convenga ver.

Aunque a la larga el auto engaño puede resultar más perjudicial que haber puesto las cosas en su justa dimensión desde un principio, los mexicanos le seguimos apostando al mesías en turno, y es que si usáramos aunque sea un poco nuestros sentidos podríamos percibir claramente que este país no puede cambiar con el simple deseo de hacerlo, esto es un trabajo de gran envergadura que requiere de muchos amarres en lo político, lo social, lo económico, en lo cultural, y hasta en lo internacional, pero sobre todo es un proceso largo que en ese trayecto va a chocar de frente en repetidas ocasiones con la realidad.

Para el profesor Harry G. Frankfurt hablar sobre la verdad es casi una obligación, pues se da cuenta que el reproche a la charlatanería necesita atender primero a la verdad, si desconocemos la verdad, es decir la realidad de las cosas, difícilmente podremos ser objetivos en nuestras apreciacio- nes y por consiguiente en nuestras decisiones, estos vicios sociales en nuestra forma de decidir es lo que nos mantiene caminando en círculos, y es que, en ese sentido, representa elegir a ciegas lo que queremos para nosotros y para los demás. La obra de Frankfurt, ofrece un concepto claro y distinto del “bullshit” cuya traducción al castellano equivale a charlatanería, palabrería, tonterías y sandeces.

Después de haber distinguido este tipo de desprecio a la verdad a la cual somos proclives, su ensayo termina con una aguda crítica a una pseudo “sinceridad” que se apoya en el relativismo como justificante a la falta de veracidad.

Un defecto peor que el de mentir, o el de no preocuparse de la verdad, es el de concentrar los esfuerzos en expresar lo más fielmente posible la propia opinión que, despojada de toda referencia a los hechos, refleja una posición exclusivamente subjetiva y no objetiva de las cosas, así pues, la sinceridad misma resulta ofensiva porque el que miente por medio de la charlatanería se auto justifica porque cree que su percepción de las cosas es la realidad, pero va más allá, porque para lo individual es algo que puede funcionar, pero pensar que lo que yo creo de las cosas de acuerdo a mi percepción, es lo mismo para todos, eso es lo grave.

Frankfurt observa: nuestro tiempo ha presenciado un tránsito del ideal de corrección, al ideal alternativo de sinceridad. Es decir, en nuestro tiem- po preferimos parecer sinceros, sin importar que esto a veces raye en lo aberrante, como decir lo que pienso en voz alta aunque sea una estupidez, a decir lo correcto, o sea la verdad. Hoy parece más correcto decir que las cosas van bien sabiendo que van mal, que simplemente reconocer que van mal.

Y es que existe una clara diferencia entre hacer las cosas bien y hacerlas mal, y por tanto una clara diferencia entre lo verdadero y lo falso. Con esta idea central nos podemos acercar a la vinculación, tradicionalmente aristotélica, entre el bien que va ligado a la verdad, por un lado; y el mal que tiene un vínculo estrecho con lo falso. Esto nos acerca a poder afirmar abiertamente que los juicios que norman el bien dependen necesariamente de aquellos que describen la verdad, en nuestro país la inexistencia de la verdad desde el poder se ha convertido en una tradición aceptada por todos, decía Ikram Antaki que a los mexicanos nos gusta ser engañados, es por eso que nos acomoda la frase aquella que dice; “a todo el mundo le gusta la sinceridad, hasta que conocen a alguien que la práctica”.

Por eso la libertad de expresión en México es un churro. Al presidente no le gusta ser criticado, ni ser contradicho en sus declaraciones, que por tanto terminan siendo afirmaciones irrevocables, su tarea principal primero desde la oposición y ahora como gobierno ha sido adulterar la realidad, su propósito es desmantelar el todavía vigente sistema político para dar paso a su idea que tiene de país, que no deja de ser solo eso, su idea y nada más, que en un acto de honestidad debería reconocer que su realidad no es la misma de todos, sus datos solo le sirven a él, no aun país que sigue en espera.

luis_enciso21@hotmail.com