AMLO quiere controlar todo

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Jorge Arturo Estrada Gercía.

En un año, México y sus problemas demostraron que son más grandes que Andrés Manuel López Obrador y sus “soluciones”. El cargo le quedó grande.

AMLO recibió un país podrido. En un año, México y sus problemas demostraron que son más grandes que Andrés Manuel López Obrador y sus “soluciones”. El cargo le quedó grande. Sus intenciones de gobernar con base en saliva, demagogia y levantarse temprano no bastaron durante el primer año de su gestión. Parece un presidente con ideas viejas e inapropiadas para resolver problemas enormes. Es indudable que le heredaron un país fallido, inundado de corrupción, impunidad, con instituciones y clase política desprestigiadas. Pero también lo es que no ha podido mejorar las cosas. Lo que lo mantiene fuerte es la fe que le tienen sus seguidores.

AMLO no comprende al mundo del siglo XXI y quisiera convertir al país en una isla. Donald Trump y la globalización son factores a los que no puede controlar desde su micrófono ni con los ciberchairos con sus redes sociales y que ya le dieron unas lecciones respecto a hegemonías. El presidente norteamericano y el imperio le impusieron la agenda durante su primer año: migración, narcoterrorismo y TMEC. A golpe de amenazas, por twitter, le quitaron la soberbia al presidente mexicano y comenzamos a pagar por el muro de Trump con cientos de millones de dólares invertidos en Centroamérica y 50 mil miembros de la Guardia nacional deteniendo migrantes.

El presidente de la república quiere controlar todo, su estrategia es desprestigiar a todo y a todos. Luego combatirlos y debilitarlos. Finalmente los destruye o los copta, según le convenga a sus intereses. Su filosofía de “Al diablo con las instituciones” está operando como aplanadora implacable. Pronto podrían desaparecer los contrapesos. Por lo pronto ya atacó al Instituto Nacional Electoral del que quiere apoderarse. Sus planes incluyen reformas constitucionales “irreversibles”, como les llama, para sus programas estratégicos, aunque nadie lo eligió para eso.

Andrés Manuel ha perdido más de un 10 por ciento de aprobación popular en un año de gestión, a ese paso para finales del año próximo será una calificación como la de cualquier otro. Él lo sabe, por eso quiere consolidar una base social amplia y fiel con los beneficiaros de sus programas.
A su gobierno la realidad le pone obstáculos que no ha podido sortear exitosamente. Va de tropiezo en tropiezo y en muchas ocasiones se exaspera y estalla contra periodistas, expresidentes y “conservadores”. Al final del primer año ya pidió más tiempo para ofrecer resultados reales y verificables. Ya comprendió que la realidad del país es muy compleja, que no la ha comprendido por completo y que pronto también reconocerá que su gabinete no está integrado por las personas más competentes para llevar a cabo la moralización del país, ni tampoco para volverlo seguro, desarrollado, con justicia social y seguridad social amplia.

Con el gobierno federal estrangulando al sistema de salud, que opera precariamente y que ahora deberá a sus derechohabientes a los del seguro popular, sin medicinas suficientes las citas las consiguen para más de 100 días después de que se requieren.

Donald Trump y el imperio le impusieron a AMLO la agenda durante su primer año: migración, narcoterrorismo y TMEC.

El desarrollo del país está paralizado. La redistribución de dinero del gobierno a la mitad de los hogares del país genera base social para la Cuarta transformación, ya que los salarios deben mantenerse bajos para poder seguir atrayendo inversión extranjera. El outsourcing por el momento prosigue generando riquezas para los dueños de las empresas sin conceder prestaciones en la casi inútil Ley Federal del Trabajo.

La inseguridad rebasó la capacidad de los gobiernos para contenerla. La estrategia federal de abrazos y besos no ha funcionado. Además, la Guardia Nacional que se creó desapareciendo a la policía federal y desmantelando a la Marina y el Ejército a quienes mandan a atender las prioridades electorales de Trump deteniendo a migrantes. Mientras, en los estados y municipios desde el sexenio peñanietista simularon fortalecer las corporaciones policiacas permitiendo de nuevo las prácticas de corrupción, desprestigio e ineficiencia que buscaban erradicarse. Fueron miles de millones de pesos que se desperdiciaron en los estertores de Nuevo PRI. Muchos de esos recursos fueron a parar a las cuentas de los propios alcaldes, gobernadores y sus colaboradores. Son contados los estados que cuentan con corporaciones fuerte y operativas,

El país entero está marcado por tumbas clandestinas, hay cientos de miles de desaparecidos. La labor de localización ha estado a cargo de organizaciones de familiares de los desaparecidos quienes sistemáticamente siguen las pistas y excavan en cientos de lugares para tratar de encontrar restos de sus familiares. Los organismos de derechos humanos federales y estatales ya están sumidos en el desprestigio, que se suma a sus incapacidades y limitaciones, lo mismo sucedió con la Suprema Corte a la que denostó y en la que ahora está construyendo una minoría. Sus operadores políticos son personajes inefables que trabajan por intereses personales. La incertidumbre será la marca de la casa.

En Coahuila, al gobernador Miguel Riquelme le ha tocado uno de los escenarios más complicados en la historia de la entidad. Con una megadeuda heredada del moreirato y un gobierno federal que regatea los recursos hacia los estados está tratando de capotear el temporal.
En lo político ha navegado acertadamente sin conflictuarse innecesariamente con una polarizada sociedad coahuilense, se mantiene cercano con el díscolo sector empresarial coahuilense, construyó los puentes necesarios para sostener las economías precarias de la carbonífera y de la región Centro, en la región Sureste el desplome de las exportaciones automotrices ante la desaceleración económica mundial, no le queda más que insistir en la diversificación de los clústers, entre ellos el aeroespacial. Y en donde se ha destacado ha sido en el tema de la seguridad.


Al gobernador Miguel Ángel Riquelme
le ha tocado uno de los escenarios más complicados en la historia de la entidad, aún así se ha destacado en el tema de la seguridad, colocándose como un referente nacional en ese sensible tema.

En materia de seguridad no cabe duda de que el gobernador Riquelme le sabe al tema y que consolidó alianzas con las fuerzas militares como parte relevante de su estrategia. De esta forma, en las ocasiones que se ha requerido enfrentar a la delincuencia organizado se ha mostrado decisión y fuerza. Algo que contrasta notablemente con la estrategia nacional. El propio presidente López Obrador elogió las acciones de Riquelme Solís y los resultados de los enfrentamientos con grupos armados en terrenos cercanos a la sensible frontera estadounidense. Se ha colocado como un referente nacional en el tema.

En la política comarcana, los priístas han definido a la elección del año próximo como la más importante de los últimos tiempos. Saben que el voto es volátil y trabajan para conservar sus bases sociales ante la competencia de los agresivos programas morenistas, el voto de los pobres será muy disputado para elegir a los diputados locales que revisarán las cuentas estatales. Ya están trabajando, están unidos y organizados lo que contrasta con el resto de los partidos.

En la legislatura actual han contado con el apoyo del “panista favorito”, como le dicen los priístas a Marcelo Torres Cofiño por su docilidad, y la morenista Elisa Villalobos. Jaime Bueno ha logrado pastorear a los diputados en favor del tricolor, casi tan bien como Samuel Rodríguez. Estamos en una época en que las ideologías y la lealtad partidista ya no existen y todos andan en busca de hacer crecer sus carreras políticas y sus carteras.

Los rumorólogos dan como un hecho que Álvaro Moreira tendrá una candidatura por un distrito de Saltillo, Ricardo López Campos por Monclova, Eduardo Olmos por La Laguna y Esperanza Chapa por Piedras Negras. Lo interesante del PRI será ver cómo el gobernador acomoda las piezas rumbo a la sucesión.

Hay varios calefactos de todos los partidos que llevan dos años en campaña para el Palacio Rosa. Pero el ejemplo más claro es Manolo Jiménez Salinas, un personaje vanidoso que sin resultados tangibles se promueve como el constructor de Saltillo como una potencia del “Mundo mundial”, aunque sus mayores logros han sido pintar de blanco las unidades del transporte urbano, tapar baches que vuelven a brotar luego de cada tormenta y organizar desfiles que desquician el tránsito de la ciudad.

Armando Guadiana es señalado, por los morenistas, como el instigador de las fracturas internas y de que trata de imponer candidatos para las diputaciones de 2020 y las presidencias municipales que se disputarán en el 2021.

Manolo anda molesto porque Jericó Abramo Masso ha demostrado que conoce más de movilidad y urbanismo que nuestro frívolo presidente municipal y ya entró en el ánimo del gobernador; también porque Chema Fraustro sigue siendo un conducto confiable con el empresariado y Eduardo Olmos es gente de confianza, amigo y paisano.

En el lado de los panistas, Chuy de León no ha encontrado la estrategia ideal para reposicionar a su partido. Además, el partido sigue fracturado, los blanquiazules coahuilenses no comprenden que para retener sus posiciones además de madurez y unidad necesitan renovar los cuadros. Las mismas caras no atraerán votos nuevos en un estado polarizado, apático y fatalista.

Morena es un desmadre, también en Coahuila. Los miembros que aparecen en el padrón andan borrando del mismo a sus compañeros de partido. La dirigencia no está reconocida, el edificio está tomado desde hace meses y el senador Armando Guadiana ha sido señalado, por los morenistas, como el instigador de las fracturas internas y de que trata de imponer candidatos para las diputaciones que se eligen el año próximo y las presidencias municipales que se disputarán en el 2021. Prácticamente están a expensas de los votos que les arrime AMLO y sus programas sociales.

Para el año 2020 se perciben escenarios interesantes en lo político. Para Saltillo la expectativa mayor será ver si Manolo Jiménez, el próximo 6 de enero, rompe el récord mundial de fila de panes con monito adentro, él le dice Rosca de Reyes. En lo estatal, veremos los movimientos del gobernador para construir su mayoría legislatura, van por las 16 diputaciones de mayoría. Los panistas buscarán, recuperar competitividad y dinamismo, aunque sea sin amor entre ellos. Y en el plano nacional, será necesario desear que el presidente y su gabinete aprendan a gobernar. Su curva de aprendizaje es casi tan lenta como sus discursos.