La izquierda boliviana y el golpe de Estado

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Alfredo Velázquez Valle.

Hace cuestión de un mes se perpetró el artero golpe de Estado en contra del recién gobierno constituido y producto de unas elecciones democráticas habidas en el país andino de Bolivia.

La crónica de cómo ha sucedido este retroceso en los procesos político-sociales que han llevado a los llamados gobiernos “progresistas” al poder en varios Estados del cono sur es por demás conocido ante lo recurrente del caso: injerencia de Estados Unidos, anuencia al proceso golpista de organismos internacionales pro intereses de E.U. como la propia O.E.A., intromisión de gobiernos de Estados reaccionarios de la región en la desestabilización del gobierno del ahora ex presidente Evo Morales (Brasil, Argentina) y, como actores internos de la sociedad boliviana, las mismas clases reaccionarias y neofascistas que jamás se han ido ni mucho menos extinguido de la vida pública de todo el continente latinoamericano: burguesías tributarias del gran capital, iglesias (católicas, evangélicas, principalmente), lumpen, pequeña burguesía y el brazo armado de las fuerzas policíacas y del Ejército.

A este caso en concreto se ha sumado, como en los viejos tiempos del “pinochetazo” la actividad de los elementos izquierdistas que, haciendo una crítica, la mayoría de las veces punzante y desinformada, del régimen “progresista” del presidente indígena aymará, han contribuido sobremanera a dicho proceso de degeneración de la república plurinacional bolivariana que ha devenido en lo que hoy es: un Estado fascista, fundamentalista y terriblemente entregado a los dictados del imperio norteamericano.

En efecto, la masacre que hoy día llevan a cabo los elementos armados de este Estado fascista en la figura de Jeanine Áñez (que, por otra parte confirma la tesis de que la ideología patriarcal-machista bien puede ser representada y puesta en práctica por una mujer, pero mentalmente colonizada), sobre una población inerme y mayoritariamente indígena y proletaria, ha de tomarse como la consecuencia, triste y trágico resultado, de acciones en los que la izquierda no tiene poco que ver.

Ciertamente, la izquierda agrupada en el Partido Obrero Revolucionario (Sección Boliviana del CERCI), ha cumplido a carta cabal un papel que en mucho deja que desear. La crítica que ha realizado desde hace tiempo al gobierno encabezado por Evo Morales y el partido político que lo catapultó al poder desde hace años, el Movimiento al Socialismo (MAS), ha sido irresponsable no por los señalamientos que en términos propagandísticos alude para desenmascarar las contradicciones y falta de compromiso con las demandas o reivindicaciones inmediatas de la clase trabajadora.
No, para ello no hay concesión; a los gobiernos socialdemócratas que aprovechándose de un discurso de cara a las masas logran captar su atención y, aún más su intención de voto, deben ser señalados como lo que son: partidos aliados al Estado capitalista nacional y sumisos sirvientes de la gran potencia imperialista, Estados Unidos.

Ese señalamiento es parte fundamental para establecer la estrategia general con respecto a la política a seguir por el partido de la revolución con el aparato de Estado clasista.

Lo que ha contribuido a desencadenar el Partido Obrero Revolucionario (Sección Boliviana del CERCI), es precisamente lo que no se quiere hoy día, al menos desde la óptica de la teoría y práctica del movimiento obrero: la reacción derechista en forma de bandas fascistas que están llevando a cabo una masacre de trabajadores indígenas y organizaciones obreras.

La crítica -al menos en este desgarre donde los retrocesos son inminentes en el plano de los logros sociales alcanzados por el gobierno de Evo Morales- ha de ser consciente, responsable y clara; las conquistas sociales que ocuparon décadas de lucha, de sacrificios y muertes, eso es lo que debió salvaguardarse antes de lanzar una andanada de señalamientos a quienes hoy están amenazados de muerte en su tierra o en el exilio.

Si la situación era difícil para el gobierno a inicios de este año y empeoró con los resultados de las elecciones donde fue reelecto el candidato del M.A.S., la izquierda agrupada en el Partido Obrero Revolucionario tenía una responsabilidad titánica de hacer un balance objetivo de las condiciones en que se encontraba la masa trabajadora para dar batalla a la derecha fascista que con las acciones y declaraciones del candidato perdedor de la oligarquía, Carlos Mesa, y la Unión Cívica de Santa Cruz liderada por Camacho, comenzaban a urdir el golpe inconstitucional al gobierno plurinacional.

Ese balance debió calibrar la capacidad no sólo de organización de las bases proletarias para convocar paros, marchas o huelgas; debió de ver su capacidad de respuesta a las bandas armadas del lumpen, los distintos cuerpos represivos del Estado, como lo son las distintas policías y el ejército que ya comenzaban a reprimir y agredir a las poblaciones de las periferias que no contaban más que con sus manos para defenderse de los más variados objetos con que eran agredidas.

Aún más, dicho partido político tenía la obligación de concientizar a las masas proletarias de la necesidad, ante el desigual y desfavorable panorama en que se encontraban los sectores populares frente a sus agresores fascistas, de marchar al lado del gobierno constituido para que caminando por separado pero golpeando juntos plantaran cara a la amenaza fascista que violentaba ya los magros derechos conquistados y que en fechas tan tempranas como febrero del presente, ya dejaban ver dichas intenciones golpistas

Ante esta situación pretérita ¿a qué dedicó el tiempo el Partido Obrero Revolucionario? Lejos de apuntalar los girones de democracia formal que aún quedaban y con ella las magras conquistas arrancadas al propio Estado neoliberal, dedicó su energía a denostar un gobierno que debió, lo repito, salvaguardarse ante la imposibilidad de sustituirlo por una democracia obrero-popular.

Del golpe dado a la fecha ¿qué ha difundido en su órgano oficial “Masas”, el partido que no ha sabido ser ni obrero ni revolucionario?

La misma consigna: golpear al gobierno caído pretendiendo, en un acto de torpeza o miopía criminal, una fuerza de la que se carece para encarar al gobierno de facto instaurado con la venia del ejército y el apoyo internacional del injerencista Estados Unidos.

Pero las acciones no quedan en la enunciación de consignas ultra izquierdistas; la irresponsabilidad llaga puntual a un grado de criminalidad cuando se quiere lanzar a las masas indefensas a los grupos de choque del Estado que, sabiéndose fuerte en sus elementos armados y en las bandas de fascistas, sin ningún tipo de consideración masacra a diestra y siniestra.
Llamar a la revuelta, a la insurrección, a la toma del poder, al derrocamiento de la dictadura cívico militar sin tener los elementos subjetivos para allegarse la remota posibilidad de ese fin, es la peor de las traiciones al pueblo de Bolivia, también al partido, al partido de la revolución.

Dice Lenin en su libro “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”:

“El arte del político (y la comprensión acertada de sus deberes en el comunista) consiste precisamente en saber apreciar con exactitud las condiciones y el momento en que la vanguardia del proletariado puede tomar victoriosamente el poder…”

Aún más:
“Aceptar el combate cuando es manifiestamente ventajoso al enemigo y no a nosotros constituye un crimen, y para nada sirven los políticos de la clase revolucionaria que no saben maniobrar, que no saben concertar acuerdos y compromisos a fin de rehuir un combate desfavorable a ciencia cierta.”
Momentos previos al golpe fascista, apareció esta nota en el órgano informativo del Partido Obrero Revolucionario “Masas”:

“Incapaz ya de contener la repulsa popular, Evo Morales acepta que se convoque a nuevas elecciones; insiste en acabar su mandato hasta el 22 de enero. La respuesta general es NO, ¡que se vaya ahora!, ¡que renuncie! La acción directa de masas acabó con el gobierno de Evo Morales.”

Pues bien, se fue Evo Morales y se dio la espalda a un nuevo proceso democrático; los cálculos han sido total, diametralmente opuestos a lo estipulado, planeado y consignado desde las alturas burocráticas de dicho partido: ha perdido la izquierda un tiempo valioso para concientizar a las masas citadinas de la amenaza de un golpe derechista; no han sido las masas las que derrocaron a Evo y su gobierno, han sido los elementos más reaccionarios del Estado boliviano: las fuerzas represivas y las bandas de criminales fascistas, resultando de todo ello la imposición anti democrática, racista, fundamentalista y violenta de la oligarquía en la persona de una mujer (colonizada mentalmente).

¿Y ahora?
Quizá hoy como hace algunos ayeres:
A la política del social fascismo ¿Seguirá la del Frente popular?