Inversión desaprovechada

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J. Jesús Santos González.

Todo indica que la apertura a la opinión de la comunidad, en aspectos que tienen que ver con la mejora del aspecto urbano de la ciudad, y sobre todo, con la conservación de sus sitios históricos, no es el fuerte de las administraciones del municipio de Saltillo, ni del Gobierno del Estado.
A finales del 2018, diversos grupos de ciudadanos tanto de esta ciudad como de nuestra vecina Monterrey, alzaron su voz para protestar por la remodelación de la Plaza México, también conocida como el Mirador, por considerar que dicho proyecto que incluía a semejanza de Torreón, la construcción de un teleférico, que partiría de dicho lugar para arribar a la Alameda Zaragoza, y de ahí rumbo al oriente cruzar gran parte del Centro Histórico hasta llegar otra vez a su punto de partida, no tenía razón de ser ni turística ni arquitectónicamente, obra que quizá gracias a lo elevado de su costo, finalmente no se llevó a cabo.

De nada valieron los argumentos de expertos en desarrollo urbano e historia, que coincidieron en señalar que tal proyecto trastocaría la conservación del lugar que por su ubicación es de gran valor histórico para la ciudad, por haber servido desde los tiempos prehispánicos a los grupos indígenas asentados en la región para detectar las tribus enemigas, y de fortín y trinchera tanto a las tropas norteamericanas y francesas que en 1846 y 1862 ocuparon la ciudad, como también de sede a la artillería federal y tropas del ejército constitucionalista, que tomaron esta capital en 1914.
Así, pese a los escritos de protesta, en un desdén antidemocrático hacia la opinión ciudadana, sin licitación de por medio o concurso sobre las características del conjunto arquitectónico a construir, las autoridades municipales apoyadas por el Gobernador del Estado, a finales del 2018 dieron inicio las obras que concluyeron el pasado miércoles 28 de enero, al ser inaugurado con toda pompa y espectáculo multicolor, el nuevo parque Mirador con el slogan y lema y bajo su nombre “Saltillo sorprende al mundo”, cuya cereza del pastel lo constituye la torre de 20 metros de altura, que a semejanza de un rayador de queso de las cocinas saltillenses, es un adefesio sin estética alguna.

Pero lo más lamentable, es que dicha inversión de 20 millones de pesos declarada públicamente, si bien es cierto sirve de esparcimiento a las familias saltillenses que pueden gozar de un nuevo centro de diversión, y disfrutar de una vista maravillosa al ascender los 120 escalones de la torre, también lo es que en sus tres salas de exhibición que se ubican bajo la misma, no explican al turista o a la ciudadanía la importancia de dicho lugar en la historia de la ciudad, pues a excepción de la segunda de ellas donde sólo aparece una fotografía del General Zacarias Taylor, comandante del ejército de los Estados Unidos durante la ocupación de nuestra ciudad en febrero de 1846, en las dos restantes no hay ningún otro dato o referente histórico del lugar.

Es una lástima pues, que no se haya aprovechado tal inversión para dotar a Saltillo de un espacio cultural relacionado con su historia, pues en este aspecto tan importante de su pasado, tras recorrer sus salas, el público tiene que conformarse con la reproducción a escala del mural de Elenita Huerta que engalana el Centro Cultural Vito Alessio Robles; como también con los videos y fotografías del desarrollo industrial, agrícola, comercial y educativo alcanzado en la ciudad, pero sin encontrar nada que explique e ilustre al visitante, que tal lugar sirvió de depósito, sitio de avistamiento y trinchera, a un ejército invasor que tras la retirada sin explicación ordenada por Santa Ana en la batalla de la Angostura a pesar de tenerla ganada según la opinión de destacados historiadores, al final de cuentas en una guerra injusta, nos arrebató la mitad del territorio.