Sócrates A. Campos Lemus.
Estamos en una sociedad totalmente citadina, los grandes nucleos de población están en las zonas urbanas, los campos están desolados, abandonados. Los grupos indígenas solamente sobreviven gracias a que los viejos y los niños quedan abandonados, porque sus padres y madres salen en búsqueda de mejores condiciones de empleo que les permitan sobrevivir, y ellos son el sostén económico de las familias donde parientes o abuelos se encargan de atender a los críos, así pasan horas en el abandono y la soledad, así se van formando en las distancias y en el desamor que sufren cuando no hay con quién estar.
Los abuelos a pesar del cariño no saben porque jamás les enseñaron a mostrar sus sentimientos y amor a sus nietos y familiares, son cariñosamente secos y solamente saben cómo mostrar lo que sus conocimientos les dan en el campo si es que todavía tienen fuerzas para andar entre los surcos, y las abuelas solamente cuentan las historias al lado de los fogones y sus pensamientos las hacen llorar ante las distancias que les separan de sus seres queridos ,y solo esperan los días quince o finales de mes para ir a cobrar los pocos dineros que les llegan desde quién sabe qué lugares de los Estados Unidos, del Norte o de Canadá y ahí entre los nombres que no les dicen nada, confiando en que pocas veces les llaman porque no hay cómo comunicarse y de que de vez en vez lleguen a visitarles, y si les va medio bien pues les arrancan sus amores cuando se van los nietos o los niños que crecieron y acompañan a los padres al otro lado, a correr todas las historias de explotación y de esperanzas.
Y a ellos quién los atiende, quién los apoya?, pues sabe, los discursos hablan de que ellos mandan sus dineros y que sirven para sostener a miles de familias en los campos y las zonas indígenas, jamás se va y se ve cómo les engañan en el cambio de sus dólares por los ambiciosos comerciantes o pillos de la zona, jamás se nota y se explica del cómo sin hacer nada, millones de dólares son cobrados por los sistemas financieros de los cobros chiquitos y de cómo les contratan sus ahorros y de cómo les hacen creer que les dan a ganar ,cuando en la realidad se les explota y saquean sus recursos.
Nadie les dice que sucede en la realidad, de cómo les puede llegar la pandemia y de cómo se deben proteger, ellos están abandonados, de pronto les llega la tos y creen que con plantitas y miel con limón saldrán del problema para no llegar a entender que el virus que quién sabe qué es, los mata de pronto y las casas y los críos se quedan desolados. La neta es que nadie los toma en cuenta, todos se concentran en las ciudades, ahí están las mayores concentraciones pero en esos lugares abandonados y lejanos hay seres humanos que resisten callados y esperan la muerte, porque esos siempre andan esperando con fe y con sueños o con recuerdos que van y vienen desde cualquier lado a la parca, la flaca, la muerte.
Los mexicanos tenemos una especial visión de la muerte, lo que no hacemos en vida lo queremos remediar en la muerte con cirios, misas, responsos, llantos, flores o comidas en los velorios y los entierros que llevan sus propias formas, sus ritos y costumbres, el día del entierro después del velorio y de las comidas y el café o los tragos y los cigarros, que se van consumiendo con los rezos y las misas y llantos se quedan en la soledad los deudos y los demás días tienen que estar atentos a recibir a los que van a rezar y después a la levantada de la cruz, todos son gastos y desgastes pero la gente es solidaria y lleva su colaboración, su tequio, y así van pasando hasta las misas de mes y del año y de los muertos, hasta que un buen día todo se queda olvidado.
Ahora los ritos cambian y las costumbres se modifican por el coronavirus, ya no tendrán los ritos y los rezos, se irán solos y morirán solos para no contaminar, como dice alguna de las familias más ricas de Europa cuando la hija decía que su padre a pesar de sus riquezas murió solo y demandando algo que es gratis, una bocanada de aire y así nos damos cuenta que esto no perdona a nadie ni a las clases sociales, claro es que los pobres sufren más, la pasan mucho peor porque no tienen recursos y la angustia de sus gentes y el miedo a mayor pobreza los mata más. Por esa razón los tiempos, ahora, son para salvar vidas, ya vendrán los tiempos de la recuperación.
Finalmente en la muerte nadie se lleva sus riquezas o propiedades, se va solo al panteón y se queda solo para regresar al polvo porque del polvo somos. Ningún médico puede evitar la muerte cuando las condiciones son deterioradas de más y el organismo ya no responde, los médicos y enfermeras dan lo mejor de ellos, su tiempo y su vida, su salud, sacrifica a su familia y esto lo debemos reconocer todos los mexicanos. No podremos continuar con las tonterías de las agresiones y las discriminaciones al personal médico pensando en que nos pueden contaminar, no, la contaminación anda en las calles y en la falta de atención de los que piensan que no les pasará, porque ellos traen estampitas o sus amuletos y los virus llegan por todos lados y es obligación de todos evitar contaminarse para no contaminar, porque es parte del tema para apoyarnos entre todos.
Cuando lleguen los tiempos de la recuperación económica entonces debemos sacar los talentos y los esfuerzos para aumentar la producción porque las riquezas se generan por el trabajo de hombre y los medios de producción. Tenemos los equipos y maquinaria para poder avanzar, pero además, tenemos una extraordinaria mano de obra que es la que produce los bienes y genera las ganancias y en esto tenemos que entender que, como quiera, nuestro mercado interno lo debemos reforzar consumiendo lo nuestro y que en el mercado exterior hay que dar buenos productos que puedan competir en calidad y precio con los demás.
Entendemos que, como ahora, en la crisis mundial, pues muchos precios se van a poner baratos por la competencia y es por ello que México tiene la enorme ventaja de estar al lado de los dos mercados más importantes: Estados Unidos y Canadá y con ellos llevamos mano, ventaja, y así, estamos seguros de que podremos superar los tiempos y las desgracias.