José Guadalupe Robledo Guerrero
Los mexicanos vivimos ahora una peligrosa situación que lamentablemente influirá en el futuro cercano de la nación, no solo por la pandemia del coronavirus y sus secuelas económicas, que traerán en el plazo inmediato desempleo y millones de pobres más, sino por la rabia, resentimiento social, anarquía y vandalismo que ha estimulado desde las mañaneras el principal inquilino de Palacio Nacional, quien diariamente arremete contra sus críticos que le señalan sus errores e incapacidades.
Pero López Obrador no es el único rijoso, allí están también aquellos que perdieron el poder en las pasadas elecciones presidenciales de 2018, principalmente el PRI y el PAN, quienes hasta ahora no han pedido disculpas al pueblo de México por la grosera corrupción, impunidad y cinismo con que manejaron la nación cuando gobernaron el país.
Estos depredadores y sus cómplices todavía no admiten, que si López Obrador es ahora Presidente, se debe básicamente a la gran insensibilidad política de no percatarse del hartazgo de los sectores sometidos por los malos gobiernos, que no solo vendieron los recursos nacionales a las empresas extranjeras, sino que se beneficiaron robando al erario y recibiendo comisiones en sus reiteradas “ventas de garaje”.
Actualmente en todo el territorio nacional hay constancia de la anarquía de los sectores hartos, quienes no están dispuestos a seguir soportando su situación desventajosa. Y si a eso le agregamos la violencia imparable del crimen organizado, que planea apoderarse del país aprovechando la lucha sin cuartel que priva en dos grandes sectores de la población: los feligreses de López Obrador y los adversarios de la cuarta transformación de AMLO.
Ambos bandos, en defensa de sus creencias, diariamente protagonizan una guerra sin cuartel que divide, polariza y confunde a los mexicanos. Los convoca a pelear sin banderas, ideología, principios y valores nacionales, apostándole a la pelea callejera.
Unos y otros militan en la partidocracia que tanto daño le ha causado a la República, y que ahora divide a los mexicanos con tambores de guerra. Las cuatro generaciones que hoy convivimos y compartimos la patria nada sabemos de una revuelta social, mucho menos de una guerra civil.
Tampoco tenemos conciencia de lo terrible que será un enfrentamiento social si no encontramos las medidas para evitarlo.
Tanto tirios y troyanos aseguran cosas irreales. Unos dicen que AMLO nos lleva al socialismo, otros que López Obrador inició una revolución para cambiar el sistema, pero ambos están equivocados, porque vivimos, nos guste o no, en un país capitalista que depende del neoliberal tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá. También es cierto que el neoliberalismo murió para darle vida al regionalismo, el T-MEC es una expresión de esta nueva etapa capitalista. Entonces a cuál revolución se refieren los que piensan que estamos en ella.
México vive hoy una peligrosa situación que puede estallar violentamente por el incremento de la pobreza y el desempleo, derivado de la crisis económica que ya se asoma en México, mientras la partidocracia le arroja gasolina al fuego social que ya se vislumbra en el horizonte nacional.
Tenemos que entender, por el bien de la nación que el vandalismo, la anarquía y la revuelta civil, no es lo mejor que nos puede suceder. Pero queda un camino: construir la unidad nacional para tener mayores posibilidades de enfrentar los problemas sanitarios, económicos y de justicia social, que tanta falta nos hace resolver para enfrentar la peligrosa situación que hoy vive México.
*artículo publicado en Zócalo Saltillo, 31 de mayo 2020