Rigoberto Losoya Reyes.
En el estado de Texas resultaba muy fácil vender el ganado robado en la zona fronteriza de México. No había un control que lo impidiera. Las gavillas se organizaban para robar a los ranchos propiedad de los mexicanos.
Con el propósito de evitar estos delitos en la frontera, el gobierno federal, destinó un piquete de rurales a las órdenes del Teniente Coronel Martínez, situado en la Villa de Hidalgo, antigua congregación del Pan, sobre la margen derecha del río Bravo, por disposición del jefe de la línea del Distrito de Río Grande, coronel Nicanor Valdés. Su misión era combatir a los contrabandistas y ladrones de ganado que alternaban sus fechorías en ambos lados de la frontera.
Después del establecimiento del ferrocarril en la Villa de Piedras Negras, se intensificó el comercio, sin embargo, el contrabando continuó siendo una actividad informal en este lugar, lo que motivaba fuertes dolores de cabeza para las autoridades que no contaban con el personal para evitarlo.
La venta de mercancías traídas de Texas, a un bajo precio significaba un fuerte aliciente para los pobladores que aprovechaban la incapacidad de las patrullas del resguardo aduanal para vigilar el margen derecho del río Bravo. En la vecina población de Guerrero, un lugar muy socorrido para esta práctica fue el “paso de Francia”, sobre el río Bravo, donde era posible el cruce de carretas y caballos. En este escenario, intervenía el cuerpo de rurales, que constantemente se enfrentaba a los ladrones de ganado y a los contrabandistas que acostumbraban a cabalgar bien amados.
La historiadora Marta Elena Negrete señala que:
“El principal objetivo de los abigeos norteamericanos era apoderarse de la caballada que abundaba en el lado mexicano. Los cuatreros texanos pasaban a la orilla mexicana actuando generalmente en la noche, buscando animales sueltos y en lugares cercanos al río, de tal manera que la misma noche podían poner a salvo sus mercancías en lado norteamericano”.
El uniforme, equipo y demás rudimentaria de la oficialidad, que portaba la policía rural consistía en el traje de charro: pantalón hasta el tacón de la bota, retachado de chapetones a los costados, chaquetilla adornada de igual modo, así como sombrero de ala ancha fabricado en paño o fina paja.
El historiador Carlos Tello Díaz señala que el 15 de mayo de 1861 el presidente Benito Juárez creó el Cuerpo de Policía Rural, y tenían la responsabilidad de velar por la seguridad de los caminos, sobre todo los que utilizaban los comerciantes que convergían en la Ciudad de México.
Por su parte, El historiador Paul Vanderwood, publicó que “Los rurales estaban distribuidos en destacamentos de tres a quince hombres, aunque algunas veces contingentes más grandes se estacionaban en las capitales estatales”.
Un artículo publicado por Edgar Sáenz López en el Boletín oficial del Instituto Nacional de Antropología e Historia (Núm. 101, diciembre 2016), afirma “que la Policía Rural alcanzó su mayor esplendor durante el porfiriato y agrega que entre sus elementos era común la indisciplina y la insubordinación, así como los abusos contra la población”.
Las deficiencias de hábitos, educación y origen de muchos rurales se acentuaban por la política que Vanderwood llamó de “manga ancha”.
La policía Rural combatía el abigeato en la zona fronteriza de Coahuila y Texas.