Samuel Cepeda Tovar.
Podemos considerar sin lugar a dudas a la pandemia derivada del SARS COV 2 como un parteaguas; un referente del antes y el después de la historia de la misma humanidad, porque las relaciones humanas ya no serán las mismas de aquí en adelante, porque la economía tardará años en normalizarse y muchos años más en recuperarse, porque las grandes concentraciones humanas deberán llevarse a cabo bajo modalidades proteccionistas sanitarias que aseguren la supervivencia de la humanidad. Porque lo que veíamos en películas de ciencia ficción de pronto se tornó una realidad, porque la misma humanidad ha sido puesta en jaque por el concepto mismo de la extinción.
Ya lo diría el sociólogo Jeremy Rifkin entrevistado por la BBC: “Estamos ante la amenaza de una extinción y la gente ni siquiera lo sabe”. Además, ya nada volverá a ser normal. Esta es una llamada de alarma en todo el planeta. Lo que toca ahora es construir las infraestructuras que nos permitan vivir de una manera distinta. En lo personal, cuando el gobierno del Estado defina que ya podemos asistir a restaurantes y cines, difícilmente volvería a esos lugares, al menos no hasta que se desarrolle una vacuna que genere inmunidad.
Y ese pensamiento es de miles o millones de personas; por ello la sola idea de regresar a la normalidad es absurda, aunque ciertamente el gobierno ha cuidado el concepto y la ha llamado “nueva normalidad”, quizá vaticinando un auto aislamiento que afectará sin duda alguna por muchos años a millones de mexicanos. Hace aproximadamente seis meses nadie imaginaba que de pronto nos veríamos unos a otros con cubre bocas, otros con mascarillas, mirándonos todos de manera sospechosa, con miedo a estornudar para evitar miradas discriminatorias, de pronto las familias dejarían de ingresar a los supermercados y solo lo podría hacer un solo miembro de la familia; de pronto los niños se volvieron residentes permanente en los hogares, sin fecha precisa del regreso a clases, y además ¿Se podrá regresar a clases?, ¿cómo aplicará la nueva normalidad la presencia masiva de niños y jóvenes en las aulas? ¿Cómo se dará esta nueva realidad en un estadio de fútbol o en un concierto musical? Hace seis meses no imaginábamos el parteaguas que se avecinaba.
Para acabar pronto, más de una tercera parte del planeta tiene restricciones de movilidad. Independientemente de las tres fases establecidas por el gobierno federal, el temor a un segundo brote que sin duda llegará difícilmente permitirá el restablecimiento del status quo. Hay que señalar que el gobierno determina estas fases en criterios matemáticos de crecimiento y aplanamiento de curva de contagios, pero también lo hace porque la economía esta asfixiada y no hay dinero suficiente para mantener en cuarentena a toda una nación. ¿Qué implica entonces la nueva normalidad? Difícil precisarlo, pero todo se basará sin duda en una nueva etapa de interacción espacial, en donde el espacio entre las personas marcará el dinamismo social. La educación no podrá ser la misma, el ocio no podrá ser igual, el trabajo deberá cambiar, porque este virus no es el último, y a reserva de que mute o no, a reserva de la inmunidad de rebaño, otros aparecerán y la globalización de hoy nos ha dejado en claro que ni siquiera prohibiendo el paso a personas de otros lares se puede contener un virus. Rusia tuvo la experiencia de negar el acceso a chinos y hoy es la segunda nación con más casos. Nos depara una nueva normalidad que sin duda cambiará la forma en que tradicionalmente interactuamos.