¿Seremos capaces como mexicanos de construir ahora una mejor sociedad?

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Luis Fernando Hernández González.

Esta pandemia COVID-19, nos viene a ubicar con toda claridad como población , quienes somos y de que estamos hechos los mexicanos en nuestra vida  privada y social; y más aún  que calidad de autoridades tenemos en cada uno de nuestros espacios de vida colectiva, lo vemos con el presidente, los gobernadores y la autoridades municipales de la república mexicana, al asumir la confrontación de riesgos y compromisos con la sociedad que  representan  en sus distintos asuntos  públicos, en donde existen como usted lo sabe muestras de todo, responsables, activos, perezosos e indolentes  que usted  como ciudadano ya los puede perfectamente ubicar en el terreno sus perfiles y tareas públicas de resultados. 

Las crisis y complicaciones son oportunidades para la superación personal y colectiva, por lo que debemos de aprovechemos esta magnífica posibilidad que este tiempo nos da. 

Como se puede construir en este tiempo una mejor sociedad para la nación, cuando se está ajeno al debate, a la discusión, al argumento, a la réplica, a la compulsa de ideas y de ideales; por una modernización y creación de efectivos canales de infraestructura social que convoque a la instauración de una mejor sociedad y de un país, con mayores posibilidades de civilidad y modernización en los distintos aspectos de la vida pública.

 Cuando las autoridades hegemónicas se constituyen en absolutas, determinantes y despóticas, menospreciando en cada momento a los adversarios, a los puntos fundamentales de equilibrio entre poderes de la nación y consecuente mente con ello inhabilitado voces y opiniones que al no concurrir en sus criterios, se exponen a señalamientos dictatoriales en los distintos planos y actividades, sean estos económicos, políticos sociales o de aplicación gubernamental.   

Existe en estos tiempos en México una característica de corte xenofóbico sobre las tipologías y distinciones de activismo político entre  ciudadanos , sean estos militantes, activistas y simpatizantes de tal o cual corriente política, generado todo ello  por la sinrazón de un mal  derivada del odio que en el discurso generan, agregue usted,  personas que se hacen llamar analistas, observadores, generadores de opinión en medios  y ahora inmersos en las llamadas redes sociales, que bajo delimitados criterios de razonamientos pontifican o desacreditan con bases endebles tal o cual posición de carácter social o política.

Lo peor de esta situación quien asume este tipo de criterios son aquellas personas que por lo regular nunca han dado muestras de responsabilidad ideológica al no identificarse con las causas públicas que eleven la participación social y den sentido a una mejor sociedad, son en otros términos identificados como los característicos franco tiradores sociales que nada les agrada, que todo critican y que por consecuencia  todo camina mal. 

 Como usted  ya se dio cuenta este posicionamiento es parte del discurso generador de odios, amarguras, venganzas, fobias y contradicciones  que identifican al actual régimen  nacional,  iniciando y descalificando todo,  en donde   la corrupción la deshonestidad y el abuso, son parte fundamental discursiva  y piezas de soporte, para enjuiciar unilateralmente lo negativo del actuar  de todas las administraciones  públicas anteriores, al aseverar con ello  su actuar con una pureza discursiva carente de efectividad  en el manejo eficiente de una realidad publica en la conducción de la nación.

 Surge consecuente mente con ello la descalificación, la denostación, el linchamiento, la venganza, el desahogo que por su propio contenido es ligero y carente de contenido de ideas y fondo que de sentido a la superación de la vida pública como sociedad,  ya que está lleno de expresiones soeces  e  irresponsables de quienes las expresan bajo viscerales opiniones; ahora díganme usted, así como se puede construir  una  autentica  y civil  vida como sociedad.

El malestar colectivo surge en una sociedad  como la nu8estra que se percibe agraviada, agotada en su confianza pública, así como de estimulación personal y familiar,  todo ello, debido a la incapacidad manifiesta que representa un liderazgo público que no genera y alienta  nuevas energías, ante estas calamidades que le atormentan en la elaboración plena de su desarrollo, lo vemos en los jóvenes, en las mujeres, en los empresarios, sindicalistas,  en los comunicadores,  en los servidores públicos y profesionistas, en las personas del campo y la ciudad,  que no ven  claridad en la edificación de su destino que hoy se muestra incierto.