¿Que será peor para México, ser neoliberal, ser pendejo o ser perverso?
Manuel Clouthier.
Si quieren representar a México, que miren a los ojos a un país dolido, estrujado por el sufrimiento, por el hambre, por el vacío de la muerte. ¿Serán capaces de sentir pesadumbre o su brújula emocional ya se desquició y sólo piensan en las urnas?
Federico Reyes Heroles
Jorge Arturo Estrada García.
Es la época del sálvese el que pueda. En las calles hay un virus que mata. Pero, hay negocios que salvar y elecciones qué ganar. Así que, ya estamos en campaña rumbo a junio del 2021. Los mexicanos no debemos interesarnos en la política, es algo tan sucio que mejor ni lo atiendas, se nos repite por décadas. De esta forma, políticos y partidos se han despachado con la cuchara grande. A los ciudadanos nos han recetado pequeñas dosis de bienestar y múltiples crisis que van y vienen a lo largo de la historia. Sin embargo, las decisiones buenas y malas, la corrupción y las incapacidades de los gobernantes han marcado la vida de las familias de este país. Deberíamos interesarnos más en los sujetos que buscan el poder.
En el siglo XXI somos apáticos y estamos divididos. Hay más pasión que razones flotando en el ambiente. En la política mexicana actual eso es lo que se necesita y así lo están construyendo. Cada quien irá por lo suyo. Por sus tajadas. Además, así ha sido siempre. México está urgido de unidad entre los ciudadanos. Cada quién ya escogió bando, hasta para lidiar con la pandemia.
El prianismo que dominó al país durante más de ocho décadas se las arregló para acomodar a los ciudadanos en diversos compartimientos, separarlos en sectores, para atenderlos en necesidades específicas y no generales que podrían formar causas comunes que generan grandes movimientos sociales. El arribo a la transición fue lento y difícil. La democracia es algo nuevo para los mexicanos. Y por supuesto está construida “a la mexicana”: es cara, precaria e incompleta.
Estos sectores agrupados en grandes organizaciones conformaron la estructura del Partido Revolucionario Institucional. De esta forma, el país durante décadas aguantó malos y pésimos gobiernos, que a cada sector le administraban algunas dosis de bienestar, también a la mexicana. La Confederación de Trabajadores de México se ocupó de pastorear obreros; la Confederación Nacional Campesina a la gente del campo, luego vendría la CNOP que abarcaba desde boleros hasta agrupaciones de profesionistas. También se hicieron grandes sindicatos para petroleros, burócratas y maestros, entre otros.
Los militares fueron desincorporados del padre del PRI, el PNR, pero recibieron permanentemente presupuestos para sus temas, fábricas y proyectos. Los campesinos recibieron sus tierras, en ejidos, la mayoría de temporal, parcelas secas en donde sólo las víboras crecían y las piedras perduraban; los créditos y programas llegaron al agro durante décadas, rasurados por la corrupción del “Bandidal” y destinados al fracaso.
La CTM contuvo a los obreros con mano dura, mediante contratos colectivos excluyentes, si no estabas en el sindicato correcto no podrías trabajar en esa fábrica. El repartidor de leche Fidel Velázquez se encargó durante décadas de mantener en paz al sector, mientras México se industrializaba en el modelo de la Sustitución de Importaciones y el Milagro Mexicano.
En el sector popular se repartieron concesiones, licencias, mercados, calles y banquetas. Los taxistas, transporte urbano, tianguis, comerciantes ambulantes, boleros, voceadores, franeleros y cantinas recibieron su rebanadita de revolución y justicia social a la mexicana y tal vez podrían alcanzar hasta a los más pobres. Los profesionistas organizados recibieron notarías, cargos públicos, contratos, etcétera.
Para los enormes sindicatos de maestros, petroleros, burócratas, empleados del IMSS e ISSSTE se consolidaron sindicatos con plazas hereditarias que se podían comprar y vender, también con hospitales, viviendas, créditos, pensiones dinámicas exclusivos para ellos. Salarios y prestaciones superiores a los del resto de los mexicanos los han distinguido.
Con esas bases se fue construyendo un precario Estado de Bienestar, dispar y a la mexicana. El seguro social nació en los años cincuenta del siglo pasado, pero sólo contaba con instalaciones en la capital. En los sesentas los hospitales comenzaron a llegar a la provincia. El Infonavit inició hasta los años setenta. Los patrones nunca estuvieron muy contentos con esas medidas, pero el control de los salarios mínimos compensaba las molestias con creces.
La población englobada en esos sectores automáticamente votaba por el tricolor. El resto de los partidos eran satélites del PRI. El Partido Comunista fue proscrito y solamente el PAN era una oposición tibia, pero más o menos real. El gobierno organizaba las elecciones, hacía los padrones, que eran secretos y las credenciales, que eran sin foto; definía los candidatos, movilizaba a los votantes y contaba los votos. Todo muy bien organizado.
Simultáneamente, la clase media urbana se fue construyendo con la huida de millones de familias de la miseria del campo hacia las ciudades. Las grandes obras de la Docena Trágica de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, llevaron electricidad, carreteras, presas, aeropuertos, redes de agua potable a muchas ciudades de varios tamaños. Crecieron las universidades, los hospitales, las escuelas de todos los niveles. También rescataron cientos de empresas y millones de empleos que los empresarios quisieron cerrar por incosteables. El gobierno federal era el gran motor del crecimiento, el gran empleador y sus sectores le permitían ganar todas las elecciones. También lograron acumular una enorme deuda externa por el gasto desordenado. Lo que dejó abierta la puerta para el neoliberalismo que concretaron Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari.
El destino de México quedó atado al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y a la organización Mundial de Comercio. Ernesto Zedillo desmadró en un mes la economía. Como siempre, hubo fuga de capitales privados convertidos en dólares, la moneda se devaluó. Esa crisis se conoció como el Error de Diciembre, y el Efecto Tequila que se derivó de ella tumbó las bolsas en muchos países. Los bancos mexicanos quebraron, el gobierno los salvó y surgió otra megadeuda llamada Fobaproa, las clases medias quebraron y perdieron negocios, casas y autos. Los pobres se volvieron más pobres. Se juntaron malas decisiones, circunstancias e incapacidades.
Con los panistas, México se estabilizó en lo financiero sin mucho conflicto. Ellos tienen, alma neoliberal como los últimos seis presidentes del Prian. La crisis financiera Mundial del 2008 de Lehman Brothers, no nos arruinó como en otras ocasiones. Con Felipe Calderón y su estrategia se combatió al crimen organizado, a pesar de miles de muertos y millones de balas, no se pudo ganar.
Lo que siguió deteriorándose en el neoliberalismo fue el raquítico Estado de Bienestar, las pensiones se individualizaron, las tierras ejidales se privatizaron, los bancos pasaron a manos foráneas, la inversión extranjera determinó que fuéramos maquiladores y manufactureros. La CTM, la CNC, la CNOP y los demás sindicatos se desvanecieron, arrasados por la corrupción y los tratados internacionales neoliberales. El IMSS, el ISSSTE, Pemex y la CFE se dieron por agonizantes. Tal vez listas para entregarse a manos privadas.
El Tratado de Libre Comercio nos puso a coser calzones y asientos de autos; a fabricar auto partes y armar automóviles y televisores. Todo esto sin transferencia de tecnología y con salarios bajos como ventaja competitiva primordial. Carecemos de investigación y desarrollo. Somos un patio trasero, separados por un muro como una favela brasileña o una villa argentina, y una enorme brecha tecnológica y de calidad de vida, de nuestros principales socios comerciales. Y, nos sentimos orgullosos y prósperos.
Con el Nuevo PRI del rockstar, Enrique Peña Nieto, la corrupción explotó a niveles descarados. Los virreyes estatales se convirtieron en magnates. Las instituciones se degradaron. El discurso moral de Andrés Manuel López Obrador captó el voto de castigo al Prian, y lo demás es historia.
Actualmente casi 20 por ciento de los mexicanos se incorporó al grupo de población que no puede acceder a una dieta mínima, dice el Coneval. La pobreza alimentaria se incrementó de 35.7 al 54.9 por ciento de la población. Medio millón de empresas y miles más luchan por no cerrar. Hay 12 millones de desempleados. Pemex ha perdido en el primer semestre de este año 606 mil 587 millones de pesos, era nuestro gran salvavidas y registra siete trimestres seguidos con pérdidas.
A estas alturas del 2020 las cosas sólo pueden empeorar para los mexicanos. Pandemia, herencias neoliberales o incapacidades nos sumergen en una crisis de magnitudes difíciles de calcular. Nos metieron en un pozo de odio. Los mexicanos estamos divididos, y apasionadamente defendemos o atacamos a algunas de las partes. A veces, esgrimiendo razones y en otras acudiendo a emociones como el rencor o el miedo.
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