Puente entre México y Cuba

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José C. Serrano Cuevas.

En la década de los 80 del siglo pasado, la Escuela de Salud Pública de México (ESPM), ubicada en la avenida Francisco de P. Miranda del fraccionamiento Lomas de Plateros, dio una jubilosa bienvenida a médicos cubanos interesados en obtener el grado de maestría en Salud Pública o en Administración de Hospitales.

Todos, profesionales de la salud formados con el rigor de la práctica clínica más exigente y experimentados en el ámbito de la medicina social. Su presencia en la institución académica modificó, sensiblemente, el esquema tradicional en la relación médico-paciente y, en la concepción de jerarquías casi inamovibles en las unidades de atención médica: quebrantaron el sistema verticalista. 

Los estudiantes cubanos contaban con lo indispensable para sobrevivir en los casi doce meses que requerían para cursar el posgrado: una jornada de tiempo exclusivo. Las actividades en aulas concluían a las 17:00 horas. Después de ese tiempo se los veía en la biblioteca, buscando los saberes en textos especializados en Bioestadística, Epidemiología, Parasitología, Sociología de la Salud Pública, Diseño y Administración de Servicios de Salud, Políticas Públicas en Salud. La beca que recibían de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) no cubría la adquisición de libros, generalmente, costosos.

A partir de esta experiencia y, gracias a la iniciativa de la OPS, el intercambio de información sobre sistemas de salud y de estudiantes formados en esa rama del saber humano, se intensificaron. No es gratuito el hecho de que 585 trabajadores de la salud de nacionalidad cubana hayan participado en una misión de apoyo en la atención de Covid-19 en hospitales de la Ciudad de México, durante los tres últimos meses.

La delegación de personal de salud apoyó con cooperación técnica, científica y académica para fortalecer la estrategia mexicana en el combate a la pandemia y la atención a los pacientes afectados por la enfermedad. En el equipo de salud participaron ingenieros biomédicos, epidemiólogos, médicos especialistas y generales, así como enfermeras.

De acuerdo con la Secretaría de Salud capitalina, realizaron actividades de capacitación, asesoría, análisis de protocolos, intercambio de buenas prácticas, atención directa de enfermos y trabajo de campo y epidemiológico.

El Ministerio de Salud de Cuba certificó la capacidad técnica del personal que laboró en la Ciudad de México, decisión que trajo aparejado el cumplimiento de las actividades encomendadas. El convenio firmado entre la Secretaría de Salud local y las autoridades de Salud de la isla incluye una cláusula de confidencialidad que establece el compromiso de ambas partes de » no difundir, divulgar o hacer pública cualquier información intercambiada entre ellas».

En estas circunstancias tan aciagas, la salud pública ha sido el puente entre México y Cuba, dos países con una amistad entrañable de larga data.