Luis Fernando Hernández González.
“México un país de sociedad anónima:
Solo en la farsa del discurso existe el pueblo sabio”
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador, habla de que él será el guardián del proceso electoral del año 2021, en el que se habrá de celebrar una amplia elección de autoridades públicas a lo largo y ancho del país, está justificando que el partido Morena, mismo que a él lo llevo al poder, no está en su mejor momento de resultados ante una ciudadanía que se muestra frontal y exigente al no apreciar desenlaces tangibles de cambio en sus propuestas sociales y a la vez carecer de éxitos en los diferentes aspectos de la vida pública de la nación.
Argumenta de forma irresponsable y sin pudor en sus ya desgastadas expresiones mañaneras , al descalificar al órgano creado para conducir la contienda y de esta forma los procesos electorales, señalados, argumentando habrá de constituirse en vigilante de esta contienda próximo con el fin de evitar el fraude electoral, está buscando describir con su particular óptica fincar duda y engaño al descalificar la democracia política del país, si la misma que a él, lo llevo al poder en la elección de 2018, no sin antes también con su ya exhibida argumentación desautorizar a los órganos arbitrales en los que se sustenta nuestra democracia mexicana como lo es el INE.
La vida democrática de la nación en los últimos años se ha ido perfeccionando, pues como bien lo sabemos muchos de los análisis y estudios en la materia electoral revelan el malestar y descontento de amplias franjas de ciudadanos con los resultados de la democracia, cuando no con la democracia misma con la que se busca dar respuesta a las necesidades de la población. Es indudable que en un cuarto de siglo, los mexicanos hemos logrado grandes avances en los procedimentales que igualan el valor del sufragio, pero estos avances han sido insuficientes ante los grandes problemas estructurales de pobreza, desigualdad, injusticia e incultura que padecemos configurativamente como sociedad. Las expectativas puestas en las instituciones y autoridades surgidas de las urnas derivan en decepción ante la capacidad de respuesta y la debilidad del Estado de derecho.
Pasa en alto el propio mandatario leyes y reglamentos que dan sentido a principios de nuestra democracia como lo es el respeto al orden jurídico, al pos principios de la soberanía popular y la fuerza incluyente que dan sentido a la participación ciudadana, constituyendo con todo ello el sentido especifico de soberanía cuyo significado de independencia, es decir, el único poder con competencia absoluta y total como primicia señalada por la constitución al ser fundamento o la base principal del ordenamiento jurídico, por lo que no puede existir norma que esté por encima de esta.
Es por ello que necesitamos impulsar un cambio en la cultura política de este tiempo, si queremos consolidar los avances democráticos que hemos logrado en más de un cuarto de siglo. Los déficits de cultura cívica que padecemos en nuestro país y que están obstaculizando la consolidación de la democracia mexicana, se aprecian en su presentación conforme a su aplicación que han llegado a un punto crítico en el que o nos ocupamos de ellos o podría ponerse en riesgo el futuro de la convivencia democrática.
Al no observar sin desacato en sus expresiones el presidente de la republica muestra sobre el derecho por observar su sentido y significado populista deroga lo que conceptualmente, el término remite a la racionalización jurídica del poder político, o sea, la transformación del poder derecho en poder de derecho, al hacer sus declaraciones irreverentes además de impertinentes soslayando las normas que deben de regir el comportamiento del Instituto nacional Electoral y de sus funcionarios que lo integran .
Así, la idea de poder supremo define a la soberanía y su presencia es inherente a la aparición del Estado, como nos lo señala Norberto Bobbio. Con las revoluciones burguesas el concepto pasó de la idea del poder supremo del Estado a la del poder supremo de la voluntad general del pueblo o la nació, situación que en el actual gobierno federal de ahora, se ve claramente mal interpretada, en su aplicación por el presidente, que hoy se comporta de manera soberbia, autoritaria, e irreverente del estado de derecho, pasando por encima de lo que es la soberanía popular, que no es otra cosa que el mandato de los ciudadanos.
Para ello y es la razón, que debemos como ciudadanos asumir el valor de la soberanía, ante la posible injerencia de voluntades que busque sesgar el concepto de la misma, trátese del mismo presidente como autoridad suprema o de cualquier otro órgano político que no esté autorizado a ejercerla, lo cual en sus diferentes características que describen a la soberanía es que es absoluta, perpetua, indivisible, inalienable e imprescriptible. Es absoluta porque define a un poder originario que no depende de otros ni está limitada por las leyes, es perpetua porque su razón trasciende a las personas que ejercen el poder y a diferencia de lo privado es imprescriptible e inalienable.
Por tanto, no permitamos como sociedad que personaje alguno se abrogue la utilización y propiedad de este importante concepto de poder y fuerza que es solo autoridad del pueblo.