El 26 de agosto de 1855, se instaló la aduana fronteriza en piedras negras

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Rigoberto Losoya Reyes.

Santiago Vidaurri, quien fuera gobernador, Comandante General y el hombre fuerte de la región nordeste por casi una década, tomó la decisión de instalar en la Villa de Piedras Negras la sede de la aduana fronteriza que se encontraba en la vecina población de la Villa de Guerrero, Coahuila, propiciando así, el origen del progreso de esta población. 

Santiago Vidaurri

El 26 de agosto de 1855 es la fecha memorable y que debemos festejar año tras año, como muestra de ese gesto político que significó un futuro halagador para esta frontera. De acuerdo con la correspondencia de Vidaurri, se aprecia que él mantuvo una constante supervisión de la administración de la aduana en cuanto a los ingresos y la disposición de los gastos, en virtud de que personalmente autorizaba el destino de los ingresos para diferentes conceptos, desde el pago de los haberes al personal, hasta el pago de las libranzas giradas en contra de la aduana. Mario Cerruti cita que Vidaurri, en marzo de 1856, solicitó se le asignara el total de las entradas de esa aduana, en vez de las dos terceras partes que estaba recibiendo. Especificaba que, aunque los ingresos eran “tan poco y de tan corto valor las importaciones que se hacen” por apremios militares los requería inevitablemente. Narraba entonces que Piedras Negras había sido hasta el momento no más que una oficina dedicada a evitar “el escandaloso contrabando que antes de su establecimiento se hacía por ese rumbo…”.

La petición parece haber sido acordada el 15 de abril por el entonces presidente Comonfort, aunque no solucionó los problemas de Vidaurri. En agosto de 1857 manifestó que necesitaba esos recursos para prevenir invasiones texanas y perseguir “á ladrones y malhechores que abundan por desgracia en esa parte despoblada de Nuevo León y Coahuila”. Le preocupaba, además, las incursiones de tribus, “bárbaros que con escándalo de la civilización ejecutan diariamente horrorosas matanzas y depredaciones inauditas” entre los habitantes de la frontera.  

En ocasiones recibía quejas de sus incondicionales en contra del administrador. Tal es el caso de una carta de fecha 18 de abril de 1860, donde Santos Avilés, le sugiere que: “en la aduana de Piedras Negras, ponga a un hombre imparcial que haga pagar a todos, no como Octaviano Blanco”. 

Con el “Arancel Vidaurri”, el gobernador pretendió colocar a la aduana de Piedras Negras en un lugar privilegiado para estimular las importaciones con un arancel que otorgaba un descuento de un 60%, a diferencia del 40 por ciento que se descontaba desde Laredo hasta Tampico. Esta disposición fiscal, contribuyó a incrementar el comercio por Piedras Negras, especialmente con el algodón que se importaba para el consumo nacional.

Uno de los grandes intermediarios de la fibra, beneficiario de las medidas adoptadas por Vidaurri, fue don Evaristo Madero, quien residía en Río Grande, a pocos kilómetros de Piedras Negras. Hombre de relevancia en la zona, buen amigo del gobernador, diputado en la legislatura estatal en 1857, Madero ligaría su prosperidad inicial al tráfico por Piedras Negras, tráfico que asumiría proporciones cuantiosas con la guerra de Secesión norteamericana.

Citando nuevamente a Cerruti: “al brindarse mayores facilidades para la internación de productos por Piedras Negras, se sumaron casas texanas como U. Ulrich, de San Antonio, o Gross y Cía., de Paso del Águila. El algodón introducido abastecía sobre todo las fábricas textiles del norte del país, como las que trabajaban en Durango y Coahuila, pero poco a poco Piedras Negras dejaría de ser sólo un bastión en la guerra contra el indio, de prevención contra incursiones texanas o de lucha contra el contrabando. Se fue afirmando como conducto significativo para estimular el comercio internacional, con la característica de que se hallaba bajo el control indiscutido de Vidaurri.