México: una sociedad negada

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Luis Eduardo Enciso Canales.

“Mientras que la pobreza, la injusticia y la desigualdad existan en nuestro mundo, ninguno de nosotros podrá realmente descansar”.
Nelson Mandela.

Nuestro país es una nación desigual que cada que hay una crisis ya sea económica, política, social, o de salud, como es el caso, ese México imaginario sostenido siempre con alfileres termina desmoronándose. Las profundas desigualdades nos convierten en una sociedad amorfa que no alcanza amalgamarse para poder enfrentar las adversidades en unidad volviéndonos completamente vulnerables al devenir de los tiempos. Las calamidades siempre nos toman desprevenidos porque no existe un proyecto de nación con visión, amplio, articulado y objetivo que permita integrar al desarrollo a grandes sectores de la población que cada día son más endebles, esto sin duda es una miopía oficialista que no ve a la catástrofe como algo que inevitablemente sucederá en algún momento. Se pasa por alto que la mejor manera de blindar a un país es con bienestar para las mayorías, las sociedades fuertes hacen naciones fuertes. Pero hoy solo se subsiste al día, sin planeación mayor a la que dura el sexenio en turno, un espejismo que ha provocado que la desigualdad se valla agrandando, intentar palearla con programas sociales solo ha logrado ampliar esa brecha, porque esta estrategia no soluciona los problemas de fondo de los más necesitados, solo prolongan su agonía.

La epidemia provocada por el COVID-19 solo ha venido a demostrar que las desigualdades en México es la verdadera enfermedad que hay que enfrentar .

Mientras a estos grandes sectores de la población que se encuentran inmersos en la pobreza se les siga excluyendo del desarrollo la pinza se ira cerrando para finalmente atraparnos a todos. Aunque ese México profundo ha generado a lo largo de la historia un trayecto de resiliencia y resistencia es claro que esto también ha ido desembocando en la desesperanza y en una desalentadora cultura del “ya merito” a la que nos hemos acostumbrado. La epidemia provocada por el COVID-19 solo ha venido a demostrar que las desigualdades en México es la verdadera enfermedad que hay que enfrentar, pero para eso antes debemos desmantelar las rígidas estructuras gubernamentales que impiden que las cosas cambien en este país, aunque los gobiernos, partidos, colores, personajes y discursos cambien, el modelo estructural continua. Es por eso que la desigualdad es uno de los problemas más difíciles de atacar por su naturaleza compleja y multifactorial que parte de la construcción de una nación irreal e imaginaria que no acaba de reconocer su naturaleza multiétnica y pluricultural. En los dos años de la actual administración federal el proyecto planteado no ha variado mucho en la forma a los anteriores, el poder se sigue ejerciendo de manera vertical y no horizontal.

Este se ha comenzado a resquebraja y hace agua por todas partes, lo que nos inmoviliza es algo mucho más profundo, es el desvanecimiento de un proyecto y la incapacidad para formular otro que no reincida en las viejas trampas. SI a esto le sumamos que el presidente no ha sabido convocar a la unidad de todos los sectores y en medio de la crisis provocada por la pandemia sigue apostándole a la división en un país ya de por si dividido, parece no importarle que esto puede tener un alto costo social, aunque a su vez abre la posibilidad a que otros actores políticos ocupen el lugar del unificador que tanto le hace falta al país en este momento, por la misma naturaleza y el estilo del primer mandatario de la nación deja un espacio para el surgimiento de liderazgos que entiendan lo que se requiere en este momento, que con mesura conciliadora puedan convocar a movernos en una sola dirección y logre identificar objetivos comunes que a largo plazo nos puedan reconciliar. Durante casi toda nuestra historia lo inconmensurable de nuestras desigualdades residen en dos realidades enfrentadas, los privilegiados y los desprovistos, ambos mundos (que seguramente tiene fronteras más porosas de lo que creemos, y que incluso debe contemplarse como un conjunto de mundos y no sólo dos) ha hecho casi imposible un diálogo que permita construir empatías, complicidades y acciones conjuntas entre los diferentes sectores.

Esos México están en batalla, enfrentados. Las redes sociales no ayudan: se llama privilegio a lo que deberían ser derechos compartidos y se llama irresponsabilidad a las acciones derivadas de la pobreza. Hoy más que nuca debemos trabajar juntos, solidariamente por nuestra casa común que es México, no podemos seguir sucumbiendo a la trampa de la hostilidad, ni a la mentira que de forma independiente, o como grupos, nos salvaremos. La realidad del otro también es la mía y en la medida que asumamos que somos corresponsables de lo que les suceda a los demás, en esa medida seremos capaces de entender la naturaleza propia de vivir en una sociedad rica en su diversidad y por consiguiente en sus potencialidades, ya hemos visto que no basta con tener a mexicanos rankeados dentro de los personajes más ricos del mundo, ni que un líder nacional haga en su discurso una apología de la pobreza y de los pobres, si este exaltación no incluye un diagnostico serio, con indicadores precisos y la participación de todos para ayudarle a sacar a esos mexicanos de su rezago, entonces seguimos perdiendo el tiempo, con el agravante de que muchas familias y personas no tienen más tiempo,  las fórmulas mágicas no existen y mucho menos las simplistas que nulifican la construcción de una estrategia que de verdad venga a sentar las bases de una autentica transformación de la realidad nacional.

El México, México, ra ra ra, dejémoslo en el pasado. 

luis_enciso21@hotmail.com