por Salvador Hernández Vélez
La crisis que empezó en el año 2007, según pronosticó Santiago Niño-Becerra economista español, provocaría para los años más allá de 2023, tiempos de inestabilidad e incertidumbre personal, pero creo que el coronavirus adelantó los tiempos, porque ha finiquitado una forma de hacer las cosas. Nos obligó, de la noche a la mañana, a que nuestras actividades que eran presenciales, ahora las hiciéramos en línea.
La pandemia nos agarró todavía inmersos en la crisis que empezó en el año 2007, que no nació por generación espontánea. La crisis de las subprime que colapsó el sistema financiero estadunidense y repercutió en el mundo, en nuestro caso, en México la economía en 2020 ya venía de bajada, se agravó además de una mala conducción económica de parte de los gobiernos, también como consecuencia del agotamiento de un modo de funcionamiento económico, que había estado vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, las cosas se habían estado haciendo de una determinada forma desde esas fechas hasta 1991, así lo señala Niño-Becerra en su libro “El Crash. Tercera Fase”.
Las crisis económicas son producto del agotamiento de un modelo. En términos estructurales así sucedió en 1929. El crash de 1929, se produjo porque se agotó un modelo, que se había puesto en marcha tras la crisis de 1873. Entre 1873 y 1879 se produjo una crisis brutal, salvaje, como consecuencia del agotamiento del modelo característico de la fase de acumulación originaria de capital. Esto es, las crisis sistemáticas, que son largas, profundas y hondas, son evidentemente penosas y terribles, y obligan a cambiar una forma de hacer, pero no nacen por generación espontánea. En estas crisis, las constantes se repiten. Son crisis de sobreproducción, de subconsumo, de contracción de demanda. Todos esos fenómenos nos llevaron a la crisis del 2007, en un contexto de destrucción, de caos, de familias destrozadas e inseguridad. El modelo de protección social, el del estado de bienestar lo fueron desmantelando.
Niño-Becerra sostiene que los cuatro supuestos sobre los que se sustentó el modelo de protección social (pleno empleo del factor trabajo, crecimiento continuado de la demanda de trabajo, salarios indexados a la inflación y esperanza de vida luego de la jubilación de máximo diez años) se cumplieron a rajatabla. Sin embargo, en el año de 1979, se produce la victoria de Margaret Thatcher en el Reino Unido; al año siguiente, Ronald Reagan alcanza la presidencia de Estados Unidos. Y para completar el cuadro, Helmut Kohl ganó las elecciones en Alemania en 1982. Eso lo cambió todo. Fue el inicio de la introducción del “modelo neoliberal”. En el fondo, neoliberalismo quiere decir colocar el capital y la oferta como protagonistas de la economía, mientras que el trabajo y la demanda quedan desplazados poco a poco de la primacía de la que habían gozado hasta entonces.
A partir de 1980 y hasta 1991, se apuesta claramente por los conceptos de capital y oferta. Es la fase en la cual empieza a ponerse en marcha la aplicación de la robótica y de la tecnología orientada al ahorro del factor trabajo. Si en la época anterior lo financiero se entendía sólo como soporte de la economía real, en esta nueva época se le da la vuelta a la tortilla; en algunas actividades, lo financiero pasa a ser lo principal. Sobre todo el crédito basado en las tarjetas. La Bolsa también se pone de modo e internet empieza a masificarse a partir del año 95, hecho que da paso a los negocios basados en internet. Se consolida el hombre-tarjeta-crédito.
Pero en el 2007 el modelo se estaba agotando. Todo lo que se había aplicado hasta entonces ya no servía, no daba más de sí. La gente no era capaz de absorber más crédito ni viviendas, el precio llegaba a un punto insostenible, se habían puesto en marcha productos de inversión que no aguantaban, teníamos bancos inflados de activos a un valor superior al de mercado, etcétera.
La crisis se produce porque el modelo se agotó, y sólo se resolverá cuando sea diseñado y operativo un nuevo modelo. Que aún no existe. Apenas se está formando. Vivimos en un momento de transición: estábamos gestionando la crisis y a la vez construyendo el nuevo modelo. Construir un nuevo modelo es algo muy difícil. Y la pandemia nos agarró cuando iniciábamos en ello. Y ahora estamos solos ante nuestra realidad. Así las cosas.