SAN FRANCISCO DE ASÍS.

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Amigos, Francisco bendijo a Dios por haberlo despojado de sus bienes y por haberlo enriquecido con “la santa pobreza”.

Canta su experiencia reconociendo que el Evangelio le ha mostrado caminos para ser libre, compasivo, sanador y hermanos de todos.

“Esto es lo que yo quiero vivir”, exclama convencido, construir un mundo nuevo donde no haya “señores y esclavos”, todos libres, justos y fraternos. Una nueva Iglesia, pobre y amiga de los humildes, sin jerarquías dominantes y sin laicos sirvientes.

Muchos se unieron a este sueño y se llamaban a sí mismos “hermanos menores”, porque querían ser los últimos, en una sociedad donde todos peleaban por ser los primeros.

Compartían el gozo de los campesinos y el canto de las aves, la sonrisa de los niños y la generosidad de los más pobres.

Anunciaban la alegría de vivir, la fraternidad, la paz, el perdón y la esperanza.

Su mensaje pacifico, cuestionaba ampliamente la violencia y los desórdenes sociales de su época.

Pronto llegaron los problemas a la incipiente comunidad franciscana. Algunos sintieron éxito y abrazaron las cosas, soltándose de lo esencial. Francisco se hizo a un lado y camino decepcionado hacia la montaña, donde vivió la enfermedad que borro la luz de sus ojos.

Y es en ese momento cuando experimenta el gozo y la dicha, porque siente el milagro de vivir siendo uno solo con todos los vivientes.

Se descubre envuelto en el bien infinito, despojado de todo y de sí mismo, de todos sus deseos y de todas sus angustias.

Llora lleno de esperanza y entona el Cantico de las criaturas, uniéndose a la alabanza que brota del corazón del universo y de toda creatura, sintiéndose pequeño, pero feliz.

Se percibe hermano del sol, de la luna, de las estrellas, del viento, del agua, del fuego y de la tierra.

Años atrás su mirada había cambiado, a partir de que se encontró con los leprosos cerca de Asís, pero ahora su mirada se transformaba y alcanzaba a visualizar la plenitud y la grandeza divina.

Un día, mirando el Crucifijo en la capilla de San Damián, había entendido que en el Crucificado estaban todos los crucificados y quiso vivir con ellos sirviéndoles; pero ahora comprendía que JESUS estaba resucitado y que toda la creación lo alababa eternamente.

Francisco nos ha dejado algunas tareas:

  1. Debemos pasar de la dominación a la convivencia fraterna con todo lo creado y llegar al cuidado mutuo.
  2. Debemos mirar con dolor el sufrimiento de muchas especies vivientes, escuchar el clamor de la tierra y el grito doloroso de los enfermos.
  3. Señalar la riqueza mal habida conseguida por la violencia de las armas y del capital financiero.

Francisco cuando se lavaba las manos, escogía un lugar donde el agua no fuese pisoteada. Dejaba que los candiles se apagaran por si solos, pisaba con respeto la tierra y cuidaba de las piedras que había en los caminos, protegía la vida de los animales y de manera especial veneraba a las personas más humildes.

En su cántico muestra que el ser humano es un hermano más que esta unido a todas las criaturas que viven y cantan, que toda persona puede ser bienaventurada si asume el sufrimiento con la paz que da la confianza en Dios y que solo perdonando, puede brotar la paz.

No hay vida, no hay ecología humana y planetaria, si antes no hay perdón. Como tampoco hay Vida Eterna si antes no se experimenta la muerte como parte de la vida. Sabiendo que la vida que se da Generosamente, nunca muere.

Considérenlo como un sueño, una utopía, un deseo de vivir la vida integrada a la creación entera y vivirla en grado extremo con otros valores diferentes al dinero, el poder y el prestigio.

Feliz Domingo a todos.