Biden, Trump y México.

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Samuel Cepeda Tovar.

Hasta el cierre de este artículo, el proceso electoral del súper martes en los Estados Unidos no había arrojado un claro ganador; y es posible que pasen unos días para que podamos saber con certeza sobre el resultado final. Pero a reserva del complicado proceso electoral que ha llevado a la competencia al republicano Donald Trump y al demócrata Joe Biden; muchos se han preguntado sobre qué es lo que más le conviene a nuestro país como posible resultado de la contienda electoral allende el Río Bravo. Si el continuismo con el republicano que parece llevar una excelente relación con Andrés Manuel López Obrador, o con el impredecible demócrata cuyas políticas de campaña parecen ir en contra de las líneas estratégicas de gobierno de México. 

Conviene establecer una diferencia apropiada entre lo que representa un agrado personal y lo que, por otra parte, representa un conglomerado institucional normativo y gubernamental que va más allá del tránsito perentorio de un hombre por un nicho de autoridad y que además le antecede una larga historia complicada y ríspida como para que pueda ser opacada por un solo hombre en un lapso efímero de historia.

Trump ha elogiado a Andrés Manuel, pero los elogios personales distan mucho de las políticas migratorias o comerciales de los Estados Unidos hacia México. Si bien Trump posee una investidura presidencial, ello no lo limita o predispone a tener simpatía o aversión hacia una persona; y ésta buena o mala relación no significa por sí sola que a México le vaya a ir bien o mal.

Acuerdos comerciales como el T-MEX trascienden hombres y periodos gubernamentales; difícilmente tendremos afectaciones o beneficios en este ámbito independientemente del resultado de la elección norteamericana. La política de fronteras cerradas tampoco va a cambiar con la posible llegada de Biden a la Casa Blanca, porque una cosa es legalizar a los mexicanos que tienen años viviendo en Estados Unidos y aportando al desarrollo económico de esa nación, y otra es invitar abiertamente a la residencia a quienes cumplan con ciertos requisitos; pues esto solo sucede en Estados con baja densidad demográfica y población mayoritariamente adulta que requieren con urgencia repoblación.

Conviene recordar que, en el tema de las deportaciones de connacionales, los números confirman que nos ha ido peor con los demócratas que con los republicanos; pues de manera comparativa, en su primer año de gobierno Donald Trump deportó 128 mil 765 MENOS migrantes que Barack Obama en su primer año de mandato; la diferencia entre ambos era la retórica incendiaria del republicano y la prudencia del demócrata que en silencio fue más contundente. Pero esto tampoco significa que con los republicanos nos esté yendo mejor; basta con recordar la serie de amenazas con consecuencias económicas para México por temas como los migrantes centroamericanos y cómo lejos de resolver el problema en conjunto, Trump ha obligado al gobierno mexicano a resolver solo este problema con serias afectaciones para nuestro país al ser geográficamente paso terrestre de centroamericanos hacia los Estados Unidos, recordar también que lejos de intentar resolver en comparsa el problema del narcotráfico y violencia en México, -como reconocer el grado de responsabilidad de los Estados Unidos en la venta de armas hacía nuestro país- Trump nos ha dejado solos y en un actitud arrogante nos ha ofrecido ingresar a México y exterminar a los cárteles en una propuesta de violación a nuestra soberanía nacional.

¿Qué nos conviene más? Difícil saberlo, pero seguro estoy que la respuesta va de la mano de una buena relación diplomática que exija respeto y colaboración en los grandes temas binacionales que son generacionales y van más allá de procesos electorales coyunturales tanto en México como en Estados Unidos. 

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