Fernando Fuentes García.
El primer aspecto de cambio a resaltar de la nueva política pública establecida por la Secretaría de Cultura en el Programa Sectorial de Cultura 2020-2024, es el enfoque en la participación ciudadana como determinante en el ejercicio de garantizar el derecho a la cultura. El escalofriante rezago en el acceso a la cultura (en el que alrededor del 57% de la población “nunca” ha asistido a una feria o festival artístico y cultural, “nunca” ha presenciado una función de danza o teatro y “nunca” ha visto una zona arqueológica o ha acudido a un museo), será atendido con una oferta cultural y artística más extensa, pertinente y cercana, regida bajo los principios de inclusión, la defensa irrestricta de las libertades y el reconocimiento de la identidad y la diversidad cultural.
Símbolo de la transformación hacia el poder de la cultura es la transformación de la Residencia Oficial de Los Pinos, en el Complejo Cultural Los Pinos. En este sentido, un cambio de fondo y trascendental es el reconocimiento, en sus objetivos, tanto de los derechos relacionados con la propiedad intelectual de obras y creaciones culturales, como del poder de las industrias culturales y creativas en la economía, que de acuerdo a cifras del INEGI conformó en el 2018 el 3.2% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, una aportación mayor que la del sector de producción automotriz que alcanzó tan solo 2.1% del PIB. El impulso al desarrollo de un modelo de economía creativa, es ya una prioridad que sin duda mejorará el acceso de la ciudadanía a la cultura y los canales de exhibición y distribución para la obra de creadores.
Sin embargo, hay que destacar que, si bien es entendible que el enfoque estratégico en el desarrollo de la economía cultural y creativa, es hacia la industria fílmica, radio y televisión, por ser de los componentes más fuertes y de mayor impacto de las industrias creativas, es evidente la falta de visión que deja a los demás sectores en un cierto estado de parálisis temporal. Por ejemplo, al esfuerzo estratégico de brindar herramientas a las personas creadoras para fortalecer sus competencias y capacidades para la generación y circulación de productos y contenidos culturales de calidad, se le podría complementar con una estrategia adicional que reconozca el potencial de la industria de las “artes visuales” como un indiscutible factor de progreso económico y social para las personas y comunidades.
Cabe recordar que de acuerdo a un estudio del 2015 de la firma EY, la industria de las “artes visuales” destaca como el segundo lugar global en ingresos aportados y el primer lugar como empleador en el mundo de entre las 11 industrias culturales y creativas definidas por la UNESCO. Lo que nos demuestra la capacidad de este sector para agregar seguridad económica a cualquier comunidad o ciudad y nos ofrece una idea de su potencial en la creación de empleos y el desarrollo de una oferta de talento creativo para las empresas. Como he concluido en mi propuesta de crear el Consejo Mexicano de Artes Visuales (https://revistalevadura.mx/2019/05/14/consejo-mexicano-de-artes-visuales-fundamento/), esta industria podría revolucionar el motor de la economía cultural de nuestro país al ayudar a crear un fértil ecosistema cultural y artístico en comunidades específicas, lo que posibilitaría el desarrollo, promoción y atracción del talento creativo y en consecuencia la detonación del crecimiento e innovación de estas comunidades.
Otra estrategia a destacar en el siguiente objetivo del Programa Sectorial de Cultura, es la de promover la creación, desarrollo y difusión de las manifestaciones artísticas y culturales de calidad, con criterios de igualdad e inclusión a través del otorgamiento de apoyos, estímulos y becas. En este sentido me permito hacer algunas observaciones de cambio “desde la perspectiva de las artes plásticas”, respecto a dos de los esquemas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), que invariablemente han sido cuestionados. Quiero señalar en primer instancia, que las becas de los programas del Sistema Nacional de Creadores y el de Jóvenes Creadores deberían de ser “únicas”, es decir que el participante debería ser distinguido con la beca por una sola vez en su vida. Lo que permitiría acabar con el vicio, señalado una y otra vez, de favorecer a ciertos artistas de manera continua, excluyendo así y dejando afuera y atrás, a una gran mayoría de productores (verdaderamente necesitados del apoyo) que compiten por las limitadas oportunidades.
En segunda instancia, la limitante entre ambos programas “no” debe de ser la edad, porque no existe edad para la creación o para iniciar una carrera artística, porque en la producción existen los autodidactas que por la edad podrían quedar fuera y porque así como en los torneos de ajedrez, la confrontación entre jóvenes y adultos ayudará a refrescar y elevar el nivel de la producción y la promoción de la creatividad. En cambio la limitante “si” debe de ser la profesionalización o nivel curricular, de modo que este aspecto sea el punto de partida para los participantes y “no” una determinante en la selección de los proyectos culturales, pues la tendencia natural de los individuos (los jurados) es a proteger su decisión al seleccionar proyectos con respaldo curricular, premios o distinciones; dejando a un lado la evaluación de la verdadera aportación creativa o social del proyecto.
En tercer lugar, el jurado debería de ampliarse a cinco elementos, con visiones del arte y la cultura contrastantes y trabajando en diferentes ámbitos de la cultura, de modo que en el proceso de selección se genere un verdadero debate y que en consecuencia se garantice la selección de proyectos verdaderamente creativos y con una gran aportación social, dejando así de lado la visión única en la creación que impulsa el sistema del arte globalizado, mal llamado contemporáneo, porque es el producto del sistema neoliberal que claramente muchas instituciones públicas imponen y promueven, lo que limita la libre expresión y creación, desprecia la diversidad e identidad y en consecuencia acota el derecho a la creación, pues limita las oportunidades para el desarrollo del talento creativo y el pensamiento crítico. Por último no quiero dejar de destacar que la transparencia es un asunto que deja mucho que desear y al que hay que poner atención, desde la publicación de los perfiles de los jurados, hasta la publicación de la producción o resultados de cada uno de los proyectos apoyados.
He aquí una línea estratégica y algunas propuestas de mejora que espero contribuyan a la visión del Programa Sectorial de Cultura. No es posible hacer gran cosa, ni mucho menos realizar los cambios estructurales a los que aspiramos como sociedad, si no escuchamos y razonamos sobre el acontecer político, pero sobre todo si no participamos en éste. Coincido con la urgencia de futuro que expresa Epigmenio Ibarra (https://www.milenio.com/opinion/epigmenio-ibarra/itinerarios/urgencia-de-futuro). Tengo ansia de constatar el cambio que juntos decidimos emprender en el 2018, es el tiempo de involucrarse y de proponer, por eso me uno a este esfuerzo de transformación y a esta historia que estamos escribiendo, con esta propuesta.
Sobre el Autor
Fernando Fuentes Garcia (Monterrey, México. Febrero 3, 1971) es un escultor autodidacta especializado en el bronce, comprometido a transmitir la aportación única y vital del arte y la escultura a la sociedad y a contribuir a un mejor México. Convicción que ha ejercido publicando artículos y ensayos en el blog de ciencia y tecnología Reporte Ciencia UANL, en la Revista Levadura y El Periódico de Saltillo. Su trabajo escultórico ha sido adquirido por importantes organizaciones, representado por galerías de arte y exhibido en más de 58 exposiciones individuales y colectivas en México.