Vivamos felices siempre

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                  Profesor Evaristo Velasco Álvarez.

¡Dale, dale, dale! ¡No pierdas el tino! Y otros coritos con los que nos divertimos tantas y tantas veces en nuestros años mozos, y con los que divertimos a nuestros hijos y sobrinos y nietos, hoy no podrán estar presentes debido a los estragos que está causando la pandemia del COVID19, en que han fallecido muchos amigos, parientes y vecinos que nos duele el alma y se nos hinchan los ojos de tanto llorar.

Esta será una navidad sin posadas, sin las reuniones de tamales y atole, sin los consabidos “BOLOS” con cacahuates, naranjas, cañas, galletas y golosinas; sin los ponches de tejocotes, tamarindo y su sabroso piquetito de tequila o mezcal. Nos privaremos de los juegos organizados que abundaban en las reuniones previas a la cena navideña familiar, en donde nos reuníamos hijos, sobrinos nietos y abuelos, que a veces teníamos que “CERRAR LA CALLE”, porque vendrían las piñatas y demás sanos entretenimientos.

Y luego los bailes de cachetito por el frío de la noche, muy arrejuntaditos en un abrazo tan sabroso que ni el frío sentíamos. Y claro que el corredero de chamacos en sus juegos, que hacían una algarabía tan agradable que no se sentía el paso del tiempo: “La roña”, “El burro castigado”, “Mambrú se fue a la guerra”, “Las gallinita ciega”, “El patio de mi casa” … un muy nutrido grupo de juegos.

Y claro que no faltaría la tradicional cena navideña, en la que las abuelas se lucían preparando desde tempranito las delicias culinarias de nuestro México querido: Tamales, pozole, enchiladas, mole, pierna al horno, chamorros horneados, birria, pavo relleno, chuletas enchileanchadas, chiles en nogada, cochinita pibil, y había los que intentaban platillos extranjeros muy elaborados, pero nada se compara con la cocina mexicana.

Y esto se acompañaba con ponche y su buen piquete para los adultos, o sidra para los menores, pero todos teníamos en la mano algo para brindar. Y comenzaba el abuelo dirigiendo el brindis e iniciando él mismo agradeciendo a los cielos por la fortuna de poder estar reunidos celebrando las tradiciones y festejando que estamos vivos y sanos; y seguía una retahíla de brindis de los padres, los hijos y los nietos. Y en especial de las damas integrantes de la familia.

En ocasiones se llegaban a pasar hasta horas en esta especial ceremonia en donde todos agradecíamos a Dios por la fortuna de la vida, de la familia y de la bella patria en que nos tocó convivir, y no faltaban los compromisos para el año venidero en que “AHORA SÍ” nos comprometíamos a esto, a lo otro y demás. Y al sonar las 12 de la noche en punto, los gritos de felicidades y los abrazos de puro gusto de ser parte de tan bella familia.

Pero en esta ocasión lo haremos de lejecitos, cada quien en su casa y tal vez en conferencias virtuales por internet, donde podremos vernos y saludarnos y abrazarnos intencionalmente a la distancia. Lo que me parece muy importante es resaltar que ni esta pandemia ni nada podrá impedir que celebremos de alguna manera, porque las muestras de amor y de felicidad que todos tenemos que ofrecer, deberán surgir y sanar los dolores de la partida de nuestros amigos y parientes, porque eso es lo que nos hace grandes como país y es lo que hace ¡Que viva México!

velasco_alvarez@yahoo.com