Mis sexenios (39) El quinto año de Mendoza Berrueto

0
1423

José Guadalupe Robledo Guerrero.

En los primeros meses de 1992, mi relación con Jorge Masso Masso se fortaleció, continuamente comíamos juntos. En esas constantes reuniones muchas veces nos acompañó Armando Castilla Sánchez, director y dueño de Vanguardia, quien simpatizaba con las críticas que yo le hacía a Mendoza Berrueto, debido a las desavenencias económicas que tenía con el gobernador. Armando Castilla aseguraba que EMB le debía 2 y medio millones de pesos.

Armando Castilla Sánchez

También con Flores Tapia continuó mi relación, pese a que el ex gobernador tenía una especial consideración por Rosendo Villarreal, a quien incluso asesoraba, como resultado del reconocimiento que Rosendo le hizo a Flores Tapia. En una ceremonia desangelada y con pocos asistentes, Rosendo le impuso el nombre de Flores Tapia a un pequeño callejón del poniente de Saltillo. 

Cuando OFT pidió mi opinión sobre el reconocimiento que le haría Rosendo, me opuse a que asistiera.  La respuesta de Flores Tapia fue de antología: “Yo necesito que alguien me reconozca lo que hice por Coahuila, no importa quién lo haga, pero quiero verlo en vida, ya muerto para qué me sirve. ¿Me vas a acompañar o no?”. 

Ya no discutí, y junto con un pequeño grupo de masones presencié la farsa de reconocimiento que había montado Rosendo, a la cual asistieron 30 personas, incluyendo a reporteros y habitantes del callejón.

Por ese entonces entrevisté a un excompañero de Línea de Masas, Javier Gil Castañeda, que era dirigente de UNORCA (Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas), quería saber ¿Por qué después de defender el ejido, ahora había aceptado la reforma salinista del artículo 27 constitucional que lo desaparecería como organización de producción colectiva?

Javier Gil, convencido salinista respondió: “Con la reforma ganamos unas cosas y perdimos otras”. “Antes luchábamos por la eficiencia del Estado, ahora por ser competitivos”. “Debemos abandonar el paternalismo a que nos acostumbramos”. “Entre los ejidatarios habrá un cambio con las nuevas circunstancias”.

Por otra parte, el periodista Alfredo Dávila Domínguez fue electo como Presidente de ARPECO (Asociación Revolucionaria de Periodistas de Coahuila). Con Alfredo al frente, esa organización vivió sus dos mejores años. Fue una trinchera para repeler las constantes agresiones de los mendocistas. ARPECO realizó los festejos de la libertad de expresión al margen del evento gubernamental. Pero tuvo su costo, Alfredo fue despedido como profesor de la Escuela de Comunicación que dirigía Julieta Carabaza, porque el chambista de Javier Villarreal Lozano pidió las clases que impartía Alfredo. La frase de combate de ARPECO en aquel entonces fue: La libertad de expresión no se mendiga, se ejerce. 

Para conocer las causas del conflicto entre Rosendo Villarreal y Mendoza Berrueto, entrevisté al Alcalde saltillense. En la entrevista, Rosendo se develó como un consumado demagogo al insistir: “Es absurdo que la gente siga viviendo en la marginación, por eso pedimos recursos”.

Rosendo acusó: “Es muy grave que no entreguen las participaciones en forma adecuada”. “El gobierno del Estado nos debe 5 millones de pesos”. “Hace 15 meses el gobernador prometió entregarnos JAAPAS y no lo ha hecho”. “Navarro tiene una relación permanente con el Procurador Raúl Garza y con Ramón Verduzco”.

Rosendo justificó su política recaudatoria: “No se aumentaron los impuestos, se adecuaron a la inflación”. “Las multas no son altas, lo que pasa es que no se condonan”. “Javier López del Bosque no me manipula, entre él y yo existen grandes diferencias”. Pero no dijo cuáles.

Para mediados de junio, Óscar Pimentel González se disponía a hacerse cargo de la Presidencia del PRI estatal, y para esas fechas ya habían aparecido públicamente nuevos montemayoristas: Rogelio Ramos Oranday, Francisco Saracho Navarro y Óscar Olaf Cantú.

Para que se olvidaran los saqueos de “El Tesorito” Jesús García López, Eliseo lo relevó de la Secretaría de Finanzas, y nombró en su lugar a Miguel Arizpe Jiménez, quien había salido limpio de la vendetta en contra de Eleazar Galindo Vara, en cuyo cabildo fue el Primer Regidor encargado de la Hacienda del Ayuntamiento saltillense. Al “Tesorito”, Mendoza Berrueto lo hizo Secretario de Programación y Desarrollo. No podía prescindir de él.

Para ese tiempo, se rumoraba sobre las desavenencias entre Mendoza Berrueto y su virtual sucesor, Rogelio Montemayor, pues Eliseo vio mal que el Presidente Salinas enviara a Montemayor a encargarse del Pronasol en Coahuila, nombramiento que lo convirtió en vicegobernador a la mitad del sexenio mendocista.

          Allí comenzó el constante bloqueo que EMB y sus cortesanos le hicieron a Montemayor como candidato al Senado de la República, pese a ello, Montemayor consiguió el triunfo electoral, pero Eliseo y los eliseístas continuaron poniéndole piedras en su camino. Los mendocistas acusaban a Rogelio Montemayor de ser un político débil, elitista, sin conocimiento del estado, y sin capacidad ni posibilidades reales para gobernar Coahuila.

Mendoza Berrueto estaba seguro que truncaría las aspiraciones gubernamentales de Montemayor. Para lograrlo alentó a dos aspirantes más para el gobierno de Coahuila: Juan Francisco Ealy Ortíz y Enrique Martínez y Martínez, incluso estimuló el enfrentamiento entre Montemayor y el empresario lagunero Alejandro Gurza Obregón, quien a finales de junio acusó a Montemayor de estar boicoteando el Plan Nueva Laguna, de cuya Comisión Ejecutiva formaba parte el mismo Gurza.

Una parte importante de la pugna entre Eliseo y Montemayor, fue la designación del Presidente del PRI coahuilense, Eliseo quería a Jorge Galo Medina en ese cargo, y montemayor apoyaba a Óscar Pimentel.

El 15 de agosto de 1992, publicamos una pequeña nota que hablaba sobre el rumor más difundido entre la clase política coahuilense, referente al supuesto matrimonio de Eliseo Mendoza Berrueto y Lucila Ruiz Múzquiz. Se aseguraba que Lucila y Eliseo “unieron sus vidas” en San Antonio, Texas, pero nada se decía sobre el divorcio de Eliseo con Malú Altamira, pues desde hacía meses la esposa de EMB estaba viviendo en la ciudad de México y se hablaba de que estaban separados.

Desde tiempo atrás se rumoraba que el gobernador se casaría con Lucila Ruiz cuando terminara el sexenio mendocista. Y la nota publicada terminaba felicitando al “gobernador”, porque ese evento cambiaría su reputación personal.

          Eso fue todo, lo que se hizo fue sacar el chisme de la clandestinidad. Al día de la publicación, el delegado de Seguridad Nacional en Coahuila, Gerardo García Benavente, hermano de un amigo mío, Eleno, quien se desempeñaba como director administrativo de la CFE (Comisión Federal de Electricidad), me invitó a platicar. En esa charla, el funcionario federal criticó mi “osadía”, y me dijo: El procurador Garza Serna quiere hablar contigo, te espera a las 10 de la noche en la Procuraduría. No faltes, platica con él.

Fui a la cita, a esa hora la Procuraduría estaba desierta, y la puerta principal cerrada. Entré por una puerta lateral. La oficina del Procurador la custodiaban cuatro policías judiciales. Me revisaron. Acepté el cateo para mostrar que no me intimidaban, y encontré a Garza Serna con los pies sobre el escritorio, y con altanería preguntó: -Para qué soy bueno. Me dijo el delegado de Seguridad Nacional que querías hablar conmigo, le respondí. -A mí me dijeron que tú querías pedirle perdón al gobernador, insistió soberbio el sedicente Procurador. -Creo que nos engañaron a los dos, nos vemos, le dije.

Luego de ese aberrante diálogo me encaminé hacia la puerta de su despacho, y ya de pie me dijo: -Ya tienes hasta la chingada al gobernador, y le contesté: También ustedes ya me tienen hasta la madre. Salí del despacho, ante la mirada intimidatoria de los judiciales, llegué al desolado estacionamiento donde había dejado mi auto y me dirigí a casa.

Al día siguiente me contacté con un amigo en el Distrito Federal, para que me consiguiera una cita con el director de Seguridad Nacional, Fernando del Villar Moreno, para entregarle un escrito donde denunciaba a su delegado en Coahuila, por su participación en la trampa. Días después platiqué con el funcionario federal, quien se comprometió a cambiar al oficioso subalterno. Así lo hizo un mes después, y Gerardo García Benavente se fue de Saltillo para no volver.

Para entonces, Raúl Garza Serna era repudiado por los coahuilenses, los empresarios laguneros amenazaron con realizar bloqueos de carreteras y paros del comercio organizado, para que Eliseo destituyera a Garza Serna. Los laguneros insistían en que Eliseo y su Procurador no terminaban con la inseguridad en Torreón. 

Por esos días, un fotógrafo de gobierno, Juan García, me buscó por instrucciones de la señora Malú Altamira, esposa de Eliseo, para darme las gracias por el comentario que había hecho y contarme más sobre su “matrimonio”.

Semanas después, Malú Altamira reaparecería en Piedras Negras invitada a un evento público por la esposa del Presidente Salinas, Cecilia Ocelli, la nota que publicamos equilibró las fuerzas entre la pareja gubernamental, eso mandó decir doña Malú. Tiempo después, doña Malú consiguió el divorcio con un excelente convenio económico, además se quedó con la tutela de sus dos hijos adoptivos.

Esta nota generó que otra dama, la Doctora Marcela Ortega Ojeda, se contactara conmigo, solicitando que denunciara su caso. Ella tenía una demanda contra EMB por el reconocimiento de la paternidad de su hija, Elisa Nazareth Mendoza Ortega que había nacido el 23 de septiembre de 1988, y reclamaba los gastos de manutención. Pero decidí mantenerme al margen de ese caso, y se lo hice saber a la señora. 

El 19 de septiembre de 1992 murió Pablo Reyes Dávalos, quien fue el Presidente de la Federación de Estudiantes de Saltillo de la Universidad de Coahuila (FESUC) que dirigió el movimiento por la autonomía en la primavera de 1973. Pablo nació en Nueva Rosita, se sentía orgulloso de su modesto origen minero. Pablo era un político pensante y sumamente pragmático, fue quien me presentó a Montemayor, pues Pablo fue su secretario particular, hasta que apareció Óscar Olaf Cantú Ramírez, con quien tenía serias diferencias: “Por su impulsiva obsesión a la intriga”.

También para esos días ya eran públicas las desavenencias políticas entre Rogelio Montemayor y Enrique Martínez. Ambos querían la candidatura del PRI al gobierno de Coahuila que estaba a meses de decidirse. Montemayor llevaba ventaja, pues era el amigo del Presidente Salinas. Enrique Martínez era la carta local. A Rogelio se le veía como advenedizo, estuvo por años fuera del estado, Montemayor soñaba con una Secretaría de Estado, no con venir a gobernar a los “pinches coahuilenses”, como alguna vez lo externó. Años después, Montemayor tuvo problemas por el Pemexgate, por lo que lo inhabilitaron por 20 años en el servicio público y no fue encarcelado.

Montemayor finalmente logró imponer a Óscar Pimentel en la Presidencia del PRI coahuilense como “candidato de unidad”, y los abyectos priistas demostraron su “disciplina”, aplaudiendo al elegido. Pimentel defendió a Eliseo de las acusaciones de ladrón e incapaz que le hizo el panista Humberto Flores Cuéllar en la Cámara de Diputados.

(Continuará).

El secuestro de mi hijo Ernesto