Mis sexenios (41) Último año de EMB

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

Para enero de 1993, estaba claro que Rogelio Montemayor sería el candidato del PRI a la gubernatura, y el oportunismo priista estaba a la orden del día, en la mañana le daban su apoyo a Montemayor y en la tarde hacían lo mismo con Enrique Martínez. Otros como el exgobernador José de las Fuentes Rodríguez querían aprovechar la situación para conseguir un escaño en el Senado, pero “El Diablo” estaba acabado.

Para marzo, por decisión del Presidente Salinas, Montemayor ya era el candidato del PRI a la gubernatura de Coahuila. Por mi parte insistí en que Eliseo debía ser encarcelado por corrupto, y creía que Montemayor lo metería a la cárcel.

Días después de que el presidente Salinas impusiera a Rogelio Montemayor como candidato del PRI a la gubernatura de Coahuila, un amigo relacionado con el caso me contó que al acercarse la fecha, algunos “notables” coahuilenses encabezados por los López del Bosque solicitaron una audiencia con el presidente Salinas, y cuando estuvieron con el mandatario le dijeron que se acercaban los tiempos de la decisión, y querían saber quién sería el elegido para gobernarlos, pero lo que en verdad querían era mencionarle a Enrique Martínez y Martínez como el candidato natural para la gubernatura, al que ellos apoyaban.

A sabiendas de la intención empresarial, Salinas de Gortari les señaló: Sé que están interesados en saber quién será el candidato a la gubernatura de Coahuila, por esa razón he invitado al Doctor Rogelio Montemayor Seguy, y le habló al elegido que estaba en otra oficina esperando ser llamado. En ese momento se resolvió la incógnita: Montemayor sería el candidato del PRI al gobierno de Coahuila.

Mientras comenzaba la cargada priista hacía Montemayor, Eliseo Mendoza y su jefe de prensa, Gerardo Hernández González, iniciaban un pleito más en el que saldrían perdiendo, al mostrar al “gobernador” tal como era: torpe, corrupto, indefendible e intolerante. Esta vez el adversario era el diario defeño Unomásuno

Todo comenzó con tres reportajes que realizó el reportero Humberto Ríos Navarrete sobre la corrupción mendocista y su incapacidad para gobernar. Eliseo, asesorado por Gerardo Hernández, impidió la circulación del Unomásuno, recogiendo y comprando los ejemplares en donde lo denunciaban. Pero insatisfecho con su ilegal acción, permitió a su jefe de prensa que enviara cartas aclaratorias, calificando de mentirosos los señalamientos y de tendencioso al reportero.

Una semana duró la controversia entre el Unomásuno y el “gobierno” coahuilense. Mientras Gerardo Hernández con cartas aclaratorias trataba de defender lo indefendible, el diario defeño publicaba las denuncias en contra del “gobierno” mendocista que hacían abogados, líderes sociales, periodistas, empresarios, políticos y militantes partidistas de oposición.

          En uno de los reportajes, Unomásuno incluyó el caso de mi hijo Ernesto, secuestrado por el Procurador, el director de Seguridad Pública y el director de la policía judicial. Como respuesta a esa nota, el jefe de prensa Gerardo Hernández insistió con una tercera y última “carta aclaratoria”, en donde volvía a la mentira de que mi hijo llevaba un revólver calibre 38 especial y que había reconocido que era de mi propiedad. Todo era mentira, el caso estaba aclarado sin haber justicia. Pero fue más allá, señalando que yo reiteradamente había pedido “apoyos económicos” para mantener una línea editorial en favor de Mendoza Berrueto, y que la negativa del gobierno a mi pretendido chantaje explicaba mi actitud, deduciendo que yo había sido el culpable del secuestro de mi hijo. Otra mentira más que pronto sería clarificada.

El día que se publicó esta “carta aclaratoria”, cuya edición también fue recogida en Coahuila, el periodista Carlos Morales Juárez “El Diablito”, entonces corresponsal en Saltillo del Unomásuno, me dijo que el director del diario capitalino, quería que les diera una entrevista en donde contestara a lo dicho por Gerardo Hernández.

En la entrevista, opté por hacer una relación de la corrupción mendocista, acusando a Eliseo y a su pandilla de ladrones, esperando que cumplieran su amenaza de demandarme por calumnias. Pero no lo hicieron. El Unomásuno continúo publicando las denuncias de otros coahuilenses, uno de ellos Fernando Todd Siller, entonces Presidente del Foro de Abogados de La Laguna, quien señaló que “El poder judicial de Coahuila es el basurero de la Procuraduría”. Y ya no hubo “cartas aclaratorias”, nada había que decir.

Conrado García denuncia a Rosendo Villarreal

Por aquel tiempo, salió a la luz pública el despido de Conrado García Jamín de la dirección de Comunicación Social del municipio rosendista. Conrado había sido contratado por Rosendo Villarreal para que espiara interna y externamente a sus colaboradores y críticos. García Jamín había laborado en el Grupo Industrial Saltillo (GIS) como jefe de Información y Estudios Especiales de la Gerencia Corporativa de Comunicación Industrial.

Para saber la causa del despido entrevisté a Conrado García, quien señaló: “El Alcalde Rosendo Villarreal ordenaba a quién investigáramos”. “En cuatro meses integramos 150 expedientes”. “Detectamos los negocios del Tesorero municipal José Manuel Garza Ortiz de Montellano”. “Óscar Flores Tapia asesora al Alcalde”. “La corrupción no ha cambiado con Rosendo Villarreal”. “La Alcaldía saltillense es una filial del GIS”. “Rosendo sólo favorece al sector privado”. “José Manuel Garza Ortiz de Montellano y Jorge Torres Caso son los candidatos de Rosendo para la Alcaldía de Saltillo”.

Entre los investigados por Conrado García estaban dirigentes populares como Francisco Navarro Montenegro, Jorge Vargas, Juan Antonio Solís Guel y los líderes de los taxistas; lideresas de colonias como María Herrera, Lidia Hernández, Yolanda Rocamontes y Prudencia Santana; funcionarios estatales como Jesús García López y Francisco de la Peña Dávila, considerados clave en el saqueo mendocista; periodistas, políticos y profesionistas también fueron objeto del espionaje rosendista.

Para realizar la ilegal tarea, Rosendo Villarreal adquirió miles de dólares en equipo de espionaje en la firma “Securitrade” de San Antonio Texas: micrófonos inalámbricos con un alcance hasta de 200 metros, grabadoras de larga duración (12 horas), chupones para grabar conversaciones telefónicas y micrófonos de larga distancia con alta sensibilidad, para grabar desde la calle las conversaciones que se tiene en oficinas y casas. Además, intervinieron teléfonos, investigaron cuentas bancarias y propiedades, preferencias sexuales y los “pecadillos” secretos de los investigados.

García Jamín también hizo público que Rosendo Villarreal le había ordenado espiar al Tesorero municipal, José Manuel Garza Ortiz de Montellano. En su reporte aparecieron las dádivas que recibía de las marcas cerveceras para permitir la apertura de depósitos y expendios sin permiso, y para alargar los horarios de venta. Conrado había descubierto algunas cuestiones que se negó a revelar, “son situaciones muy comprometedoras”. Luego se supo que estás “comprometedoras situaciones” tenían qué ver con un triángulo amoroso entre el tesorero, el alcalde y una dama que se había convertido en la manzana de la discordia. Según esto, el tesorero municipal había “pedaleado” una bicicleta del Rosendo.

          Los involucrados supieron de la investigación e insistieron en que Rosendo Villarreal despidiera a Conrado García, y con el pretexto de que no había salido en televisión el mensaje navideño del municipio, el Alcalde despidió a Conrado con exabruptos e insultos el 24 de diciembre de 1992.

García Jamín aseguró que “Las principales áreas de corrupción en el ayuntamiento rosendista eran: servicios concesionados, tesorería, Policía y Tránsito y Obras Públicas”. “José Manuel no sólo es corrupto, sino inmoral”. “Rosendo ordenó la campaña contra Navarro Montenegro”. 

Desde su despido, Conrado se dedicó a investigar a Rosendo Villarreal, quien resolvió los problemas económicos que tenía cuando se lanzó como candidato panista a la Alcaldía saltillense, y sus cómplices para saquear el ayuntamiento eran: el tesorero José Manuel Garza Ortiz de Montellano y el director de Egresos municipales Roberto Díaz García. Cuando pregunté si le había encontrado “pecadillos secretos” a Rosendo sólo dijo: “Nomás te voy a contestar que sí”, lo cual no era extraño, pues desde la huelga obrera de Cinsa-Cifunsa en 1974, se supieron muchos de los secretos personales de Rosendo Villarreal por boca de los trabajadores.

Para mediados de 1993, Conrado García Jamín publicó un libro sobre el particular: “Espías al rescate… de Saltillo”, en donde abordó el espionaje, la corrupción y la deshonestidad de Rosendo y los rosendistas.

El asesinato del Cardenal Posadas Ocampo

El 24 de mayo de 1993, el país se conmocionó con la noticia de que el cardenal de Guadalajara, Juan José Posadas Ocampo, había sido muerto a tiros en el aeropuerto de “La Perla Tapatía”.

La información oficial aseguraba que lo habían matado en el estacionamiento del aeropuerto al encontrarse en medio de un fuego cruzado entre pistoleros de dos cárteles de narcotraficantes, esto sucedió cuando fue a recibir al aeropuerto al nuncio apostólico Gerónimo Prigione.

En la plática semanal que tenía con el sacerdote Antonio Usabiaga Guevara, el tema fue el asesinato del cardenal Posadas. Usabiaga, además de ser un cura culto, de ideas y pensamientos avanzados, tenía información de primer nivel de cuanto sucedía en la iglesia católica. Se ufanaba de haber sido formado por jesuitas, y no ocultaba sus diferencias con el Papa Juan Pablo II, a quien acusaba de combatir a la Teología de la Liberación y de haber desterrado todo lo que olía al Papa Juan XXIII, “El Papa bueno” como solía llamarlo. 

A pocas horas del asesinato, Usabiaga insistía que el cardenal Posadas no fue asesinado en el tiroteo cruzado, sino acribillado a tiros cuando bajaba de su automóvil. Según las evidencias, la muerte del Cardenal Posadas fue provocada por 14 balas de grueso calibre que recibió su cuerpo, y su vehículo tenía 32 impactos de bala, algunos disparados a un metro de distancia. 

Según Usabiaga, la sentencia de muerte del cardenal se había incubado desde que fue obispo de Tijuana. En ese tiempo construyó un seminario, el más grande de América Latina, con la generosidad “cristiana” de los narcotraficantes de aquella región.

Después, cuando se desempeñaba como cardenal en Guadalajara, Posadas Ocampo rechazó los apoyos económicos de los cárteles jalisciences que le insistían en recibirlos, tal como los había recibido en Tijuana. Ante esa presión, el cardenal le informó al nuncio Gerónimo Prigione de la situación, y éste le sugirió que recibiera los narcoapoyos, pero Posadas se mostró renuente a aceptarlos, tenía miedo, y le informó al nuncio apostólico que se entrevistaría con el Papa Juan Pablo II para informarle del caso.

De acuerdo a Usabiaga, esas eran las circunstancias del cardenal Posadas “cuando lo acribillaron a tiros”. En el momento de su muerte, el cardenal Posadas fungía como Vicepresidente del Episcopado Mexicano, Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, y estaba por cumplir dos años de que el Papa Juan Pablo II le había impuesto el birrete cardenalicio. Posadas Ocampo era pues, un jerarca importante de la iglesia católica, y pese a ello -según Usabiaga- lo sentenciaron a muerte y lo asesinaron.

Posteriormente, los jerarcas católicos utilizaron el asesinato de Posadas Ocampo para presionar al gobierno de Salinas de Gortari, sugiriendo que el Estado había mandado matar al cardenal. Prigione exculpó a los Arellano Félix del asesinato, luego de que recibió “bajo el secreto de la confesión” a uno de ellos. Nunca se aclaró el asesinato de Posadas, pero los jerarcas católicos continuamente sacaban ese caso para presionar en favor de sus privilegios.

El desayuno de la libertad de expresión de Arpeco

El 7 de junio, la Asociación Revolucionaria de Periodistas de Coahuila (Arpeco), dirigida por el periodista Alfredo Dávila Domínguez, se disponía a celebrar el desayuno de la Libertad de Expresión que durante todo el “gobierno” mendocista se organizó en forma independiente al evento gubernamental. Ese festejo fue especial.

Días antes del desayuno, que sería el último del sexenio mendocista, Alfredo Dávila me comisionó para dar el discurso a nombre de Arpeco. En ese desayuno, por primera vez fueron invitados los candidatos a la gubernatura de Coahuila, que eran ocho de diferentes partidos, entre ellos: Rogelio Montemayor, Rosendo Villarreal, Héctor Morquecho, Francisco Navarro Montenegro, Jesús González Schmall y tres más.

Hasta ese momento no se pensaba invitar a Mendoza Berrueto, se haría el desayuno sin su presencia, como lo habíamos hecho los años anteriores. Para cubrir el expediente, Alfredo Dávila invitó a Eliseo, quien esta vez deseaba asistir y sumarse a nuestro festejo.

Pero cuando el jefe de prensa, Gerardo Hernández, supo que yo daría el discurso, le dijo a Alfredo que Eliseo temía asistir a Arpeco y ser humillado con mis palabras, pues suponía que mi discurso sería en contra de su corrupta administración, y solicitó una copia de mi discurso. Alfredo contestó que ni él lo conocía, pero se comprometió a hablar conmigo.

Alfredo sabía que Eliseo quería asistir, pero también temía que yo lo fuera a denunciar frente a los invitados. Le aseguré que no tenía esa intención, pues ya lo había denunciado infinidad de veces como periodista, que no se preocupara. “Entonces habla con Gerardo”, me pidió.

Dos días antes del desayuno fui a la dirección de prensa, y de inmediato me recibió Gerardo Hernández, y sin preámbulo fui al grano, le dije que no había nada que temer, que no utilizaría la tribuna de Arpeco para decirle a Eliseo lo que reiteradamente he denunciado como periodista”. Así terminé la charla.

Antes de comenzar el desayuno, Alfredo Dávila se mostraba molesto por la presión de los lacayos de Eliseo y de Rosendo, pues ambos querían que su patrón fuera quien presidiera el evento, porque uno era el gobernador y el otro el Alcalde de Saltillo. Alfredo decidió que Eliseo presidiera el evento ante el berrinche de Rosendo.

El desayuno fue todo un éxito, a tal grado que Jesús González Schmall dedicó dos editoriales en un diario defeño para reseñar el evento y la actitud democrática y plural de los periodistas de Coahuila.

Al terminar el evento supe que Arturo Berrueto González tenía un mensaje para mí. Se trataba de un cheque por varios cientos de miles de pesos que me enviaba Eliseo Mendoza “por lo que me debía”. Sólo me pedía que aceptara desayunar con él en “El Partenón”, una residencia de campo que había construido en Los Lirios. Arturo Berrueto no se atrevió a darme personalmente el mensaje y envió a Luis Fernando Hernández González a entregármelo. Cuando lo hizo al término de desayuno, le respondí: “Dile a Eliseo que a mí no me debe nada, que las denuncias y las críticas son gratis”. Esto aclararía para propios y extraños, lo que alguna vez el corrupto de Gerardo Hernández González asegurara sobre “mis pedidos de apoyos económicos”.

Días después, Montemayor que sabía del cheque de Eliseo, me preguntó: ¿Por qué no lo aceptaste? Mi respuesta fue clara: Para que no me midan los políticos.

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Por esos días el propietario de Vanguardia, Armando Castilla Sánchez, aún no lograba ponerse de acuerdo con el candidato del PRI, Rogelio Montemayor Seguy, sobre el convenio de publicidad de su campaña. Por tal razón, Castilla mandó hacer una encuesta de preferencias electorales, enviando a los encuestadores a las colonias que lideraba Navarro Montenegro, para que los resultados de la encuesta favorecieran al cardenista.

         Para terminar con el conflicto, Jorge Masso Masso organizó una comida en la casa de su yerno Dante Abramo. Los invitados fueron: Rogelio Montemayor, Armando Castilla, Óscar Olaf Cantú, Jorge Masso y yo. Allí abordaron el asunto de la publicidad para Vanguardia, Montemayor insistió en que no podía pagarle a Armando lo que pedía, y no se pusieron de acuerdo. Montemayor se despidió, pero antes de que abandonara el lugar, Masso asesoró a Castilla: “Ponte de acuerdo con él, no te olvides que será el próximo gobernador”.

Castilla alcanzó a Montemayor, platicaron brevemente en corto, y volvió a la mesa. Inquieto Jorge Masso le preguntó: ¿Qué pasó? -Ya nos arreglamos, fue la corta respuesta del propietario de Vanguardia.

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El 26 de septiembre de 1993, Rogelio Montemayor se convirtió en gobernador electo de acuerdo a los resultados de la elección, y se renovó la esperanza de que la corrupción estatal terminaría con el sexenio mendocista, pero no fue así, los negocios del poder son parte del sistema, sólo cambian los nombres de los saqueadores.

El 17 de octubre de 1993, falleció mi suegro Raúl Flores Villarreal, periodista, poeta, pintor y bohemio saltillense. “Raulón”, “El Poeta” o “Raúl Flores Naturales” como le decían sus amigos había dejado de cantarle “a todas esas cosas maravillosas y bellas de Dios, de la naturaleza y del hombre”. “El Poeta” había ganado 14 “Flores Naturales” de oro en concursos literarios realizados en distintas ciudades del país. Algún día le pregunté dónde estaban esos preciados premios literarios, y contestó: No sé en qué bares quedaron. Según Flores Tapia, Raúl Flores Villarreal fue uno de los poetas más destacados de Coahuila.

A finales de octubre fue encarcelado el director de Egresos de la Secretaría de Finanzas, Eduardo Alzati Sánchez, acusado de cohecho por más de 3 millones de pesos en perjuicio del empresario Roberto de la Vega Lozano, a quien le encargaron las placas y calcomanías para los vehículos automotores. Alzati le exigió una comisión por el total de la factura. A los pocos días liberaron a Eduardo Alzati mediante una fianza, y enterraron el asunto. 

Por esos días, gracias a un amigo, hice contacto con el Procurador General de la República, Antonio Lozano Gracia. La intención que me llevó hasta él, era decirle que pensaba hacer una denuncia penal en contra de Eliseo Mendoza Berrueto por toda la corrupción de su “gobierno”. El Procurador Lozano Gracia aceptó recibirla, incluso simpatizaba con mi propósito y me alentó a hacerla.

En el medio político y periodista me ligaban al gobernador electo, lo había conocido tiempo antes de que retornara a Coahuila, y no quería que mi demanda se politizara, por eso busqué a Montemayor y le conté lo que pensaba hacer y le pedí su opinión. Preguntó si le estaba informando lo que haría o realmente quería su opinión. -Las dos cosas, le dije.

Montemayor dijo que no estaba de acuerdo con la demanda, porque además de que lo involucrarían, él no tenía interés de entrar en pleitos. “Haré mi gobierno sin ver hacia atrás. En lo personal me siento muy agredido por Eliseo. Estoy informado, conozco hasta el número de serie de las máquinas de escribir que utilizó Raúl Garza Serna para hacer las listas de lideresas de colonias, para que la firmaran y se opusieran a mi candidatura, pero no buscaré revancha, pues esos pleitos son muy costosos y no te dejan gobernar. Por eso te pido como amigo que no hagas la denuncia penal”.

Ese día supe que Montemayor nada haría para castigar la corrupción, y tampoco permitiría que la denuncia penal en contra de Eliseo prosperara. Me quedó claro que con la oposición de Montemayor, Eliseo saldría impune. Y decidí renunciar a la demanda porque fracasaría, y la verdad tengo fobia por las derrotas. 

Los políticos se protegen, y Montemayor no era la excepción. Luego mostraría que en corrupción no era distinto a Mendoza Berrueto. Rogelio Montemayor fue tan corrupto como Eliseo y todos los gobernadores de Coahuila…

(Continuará).

Sexenio de Rogelio Montemayor Seguy…