José Guadalupe Robledo Guerrero.
Rogelio Montemayor Seguy cogobernó Coahuila desde que el Presidente Salinas lo envió al Estado como Coordinador Estatal del Pronasol, a la mitad de sexenio mendocista. El 30 de noviembre de 1993, un día antes de su toma de posesión como gobernador, Montemayor dio a conocer que Claudio Bres Garza sería el director de comunicación social; Carlos Juaristi Septién Secretario de Gobierno y Antonio Juan Marcos Issa, secretario de Finanzas. Allí acuñé otra de mis frases favoritas: “Los políticos y gobernantes no quieren amigos, quieren cómplices”.
Por cierto, Claudio Bres Garza llegó a la Dirección de Comunicación Social, debido a que el monclovense Miguel Ángel García García, quien tenía asegurado ese cargo, cayó de la gracia de la esposa de Montemayor, Lucrecia Solano, a raíz de conocer una grabación de una llamada telefónica de contenido personal e íntimo entre Miguel Ángel García y una de sus amigas. Para esos días, el montemayorismo ya se distinguía del eliseísmo, las mujeres bellas eran de nuevo las consentidas de los políticos, y los mancebos que tanto prefería Mendoza Berrueto fueron relegados.
Por esos días se comenzaron a mencionar 10 aspirantes a la Rectoría de la UAC, pues estaba por terminar el segundo periodo rectoral de Remigio Valdés Gámez, pero el único con probabilidades de llegar a la Rectoría era Alejandro Dávila Flores, porque lo apadrinaba Óscar Pimentel González.
Montemayor me invitó a platicar a la casa que le sirvió en campaña, tenía la intención de modificar el Estatuto Universitario, porque no estaba de acuerdo que los estudiantes votaran para elegir a su Rector.
¿Cómo es posible -se preguntaba- que en la Autonomía se les ocurriera establecer el voto universal para profesores y estudiantes, incluso para los preparatorianos de primer ingreso?
Le expliqué las razones de ese voto universal que ahora criticaba. Sin embargo, lo que más influyó en aquella charla fue que le dije: “Actualmente todo el mundo alienta y aspira a la democracia. ¿Por qué pensar en anular del Estatuto Universitario el voto universal de profesores y estudiantes? Los universitarios de 1973 nos adelantamos a la democracia y a la concertación que ahora alude Salinas de Gortari”.
Luego pidió que hiciera una tarjeta sobre lo que habíamos hablado, y que diera mi opinión sobre cada uno de los precandidatos que se mencionaban. A la mañana siguiente le entregué lo que había pedido, y en la tarde de ese mismo día Óscar Olaf Cantú se apareció en mi oficina con la intención de que corrigiera el documento que le había entregado a Montemayor.
En ese documento a ningún aspirante le iba bien, pero Óscar Olaf deseaba que modificara lo que dije sobre dos de los precandidatos, Alejandro Dávila Flores y Francisco Javier Duarte Villegas entonces tesorero de la UAC. Del primero quería que matizará mis opiniones adversas y le diera el calificativo de gran investigador; y del segundo me pedía que profundizara las inconveniencias de su aspiración rectoral, sobre todo lo referente a que Luis Horacio Salinas se opondría a su designación. Era obvio que Montemayor se había decido por Alejandro Dávila Flores.
Le hice las modificaciones que Olaf Cantú me pidió, pero no firmé el documento “Porque eso no era lo que había escrito”. Allí me gané la animadversión de Olaf. Varias veces Montemayor insistió en que Óscar Olaf y yo fuéramos amigos. Muchas veces platiqué con él, era un tipo culto, buen conversador, pero tenía otros intereses, incluyendo el económico, venía a Coahuila a enriquecerse.
En ese entonces, Jorge Masso Masso me invitó a comer. En el restaurante encontramos a Armando Castilla y me extrañó que Masso no lo saludara. Castilla fue a saludarnos, pero Masso no le dio la mano y le dijo de sopetón: “Yo no saludo a cabrones. Mira hijo de tu chingada madre, si en una semana no me pagas los tres millones de dólares que me debes, voy ir hasta tu oficina a meterte un balazo, pinche ladrón”.
Armando Castilla no perdió la compostura, le dio una palmada a Masso, diciendo: “Ah qué Jorge, luego hablamos” y se retiró. Masso insistió en ponerme al tanto de lo que no me importaba. Me habló de un préstamo que aún no le pagaba. Pero no dijo que siempre financiaba a Castilla, para hacer negocios juntos bajo el amparo de Vanguardia. Entre Masso y Castilla había una redituable relación sadomasoquista.
Días después de presenciar el exabrupto de Masso, dejaría de escribir para Vanguardia. Un día no publicaron mi comentario periodístico. Me entrevisté con Armando Castilla, para saber qué pasaba. Armando se sinceró, me dijo que Eliseo ya le había pagado lo que le debía, pero que yo podría seguir escribiendo de otros temas, pero no de la corrupción mendocista. Le agradecí su ofrecimiento, quedamos como amigos y abandoné las páginas de Vanguardia.
Para entonces, mis contactos diarios con Flores Tapia se habían espaciado desde el “homenaje” que Rosendo Villarreal le había hecho, y por la “asesoría” que OFT le daba al corrupto Alcalde panista. Por otro lado, sus antiguos amigos habían vuelto para adularlo y utilizarlo. OFT no podía vivir sin los halagos falsos de los lacayos.
Por su parte, doña Isabel Amalia, esposa de Flores Tapia, no veía bien nuestra relación desde un día que le pregunté mientras ella desayunaba con nosotros ¿Alguna vez un lacayo le ofreció deshacerse de Armando Castilla porque lo criticaba?
Flores Tapia respondió: “Si, hubo uno que se ofreció. Le apodaban ‘El Tigre’, era pariente de mi esposa”. En ese momento doña Isabel nos servía café, por eso le preguntó: ¿Cómo se llamaba tu pariente de Arteaga al que le decían “El Tigre”? Con visible molestia en su rostro, la señora contestó “Déjala así, ‘El Tigre’”. Desde entonces doña Isabel desconfió de mis pláticas con su marido, pues los mortales no deben conocer los secretos de los poderosos, y menos si son periodistas.
Cuando Rosendo Villarreal participó como candidato del PAN a la gubernatura, dejó a Bibiano Berlanga como Alcalde interino, quien le entregó el poder municipal al priista Miguel Arizpe Jiménez que triunfó en las elecciones, y quien fue tesorero del gobierno de Eliseo el último año de su sexenio, tapando el saqueo que hizo el “El Tesorito” Jesús García López, en los primeros cinco años del gobierno mendocista.
El panista Rosendo Villarreal fue un pésimo Alcalde: abusivo, corrupto, intolerante e incapaz, endeudó al ayuntamiento de Saltillo, incluso en uno de los préstamos dio como garantía el Teatro García Carrillo y los terrenos de Zincamex.
Durante sus dos años y medio de gestión municipal, incrementó los impuestos y creó otros nuevos como la verificación vehicular, por el cual ingresaron a las arcas municipales 650 millones de pesos. La policía de Rosendo se destacó por sus abusos, corrupción y agresividad en contra de los ciudadanos. A Rosendo se le ocurrió que era ilegal que una mujer transitara las calles de Saltillo después de la medianoche. Para Rosendo, las mujeres que andaban fuera de su casa después de las 24 horas eran prostitutas.
Por éstas y muchas razones más, Francisco Navarro Montenegro solicitó al Congreso estatal que le hicieran juicio político a Rosendo Villarreal, pero Eliseo Mendoza desechó esa posibilidad.
(Continuará)
La candidatura presidencial de Colosio…