Oliverio Ascascius.
Sé cómo duele,
por eso he decidido asumir
tu dolor como propio.
Aliviar el peso de tu pasado.
La expiación de tus heridas.
Hoy que no tienes sonrisa,
que se te ha roto como los cristales.
Te doy toda mi alegría
para fecundar la poca que te queda.
Hoy que tu fuerza es débil,
tristemente moribunda,
te doy mi energía y mis ganas
para que puedas vencer tus penas.
Hoy que has llorado sin cesar,
recojo las lágrimas que dejaste,
hacerte con ellas un collar de perlas
y colgarlas de tu cuello.
Hoy que te veo triste y alejada
extiendo mis brazos
como ángeles que te llaman.
Ellos serán tu refugio
y el remanso de tu alma.
Abro mi corazón y mi destino
para recibirte con el mayor de mis afectos.
Tienes que ser feliz.