Mis sexenios (44) La propuesta para Jorge Masso

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

           Antes de comenzar las campañas presidenciales, Jorge Masso me mostró una carta que había recibido, en donde le proponían que se lanzara como candidato presidencial por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), y le decían que recibiría 5 millones de pesos y dos autobuses para que recorriera el país haciendo campaña.

¿Cómo ves?, preguntó. ¿Es su amigo Colosio?, lo interrogué. Si, lo conozco, contestó. Si fuera mi amigo, le respondí, no aceptaría la propuesta y le escribiría dándole a conocer las razones de mi negativa. Si su candidato es Colosio no debe enrolarse como su competidor electoral, aun cuando sean valores entendidos.

Luego que di mi opinión, Masso me pidió que escribiera la carta con mis ideas, para enviársela a Colosio. La misiva logró la simpatía de Colosio. Días después, el candidato priista contestó halagando el sentido de la amistad de Jorge Masso.

En su campaña presidencial, cuando visitó Saltillo, Masso sería distinguido por Colosio en un evento con empresarios saltillenses. Allí lo saludó con deferencia. En reciprocidad a mi involucramiento, Masso me regaló una foto de él con Colosio en aquel evento.

         Masso sabía que querían que actuara de palero, estaba claro de esa situación, pues al exgobernador Raúl Madero González con quien colaboró en su sexenio, le dieron la candidatura del PRI para el gobierno de Coahuila siendo Tesorero del PARM. Flores Tapia sabía que cuando buscaron de la Presidencia a Raúl Madero para notificarle sobre su candidatura priista, se encontraba totalmente ebrio en “La Ópera”, de donde lo sacaron, y le quitaron la borrachera para recibir la noticia de que sería gobernador de Coahuila.

Óscar Flores Tapia no veía bien a Raúl Madero, decía que la única batalla que había ganado en la revolución fue cuando se le desbocó su caballo y los soldados lo siguieron y lograron vencer a los federales. Tampoco simpatizaba con su hija, Dora Madero, ni con su Secretario de Gobierno, José Saucedo Siller, quienes realmente gobernaron Coahuila durante el sexenio del Gral. Madero González. De paso, Flores Tapia odiaba a Jorge Masso, a quien le endilgaba toda clase de acusaciones cuando se acordaba de él.

Masso se coló al primer círculo del gobernador Raúl Madero a través de su hija Dora, a quien la vox populi le decía “La GobernaDora”. Algo de esto comentó Flores Tapia en su libro “El Señor Gobernador”, y exentó a Raúl Madero de toda responsabilidad con la muerte del dirigente ixtlero y candelillero Raúl Todd Estrada, quien desapareció en Coahuila durante el gobierno de Madero, cuando “El Diablo” José de las Fuentes Rodríguez era el Procurador de Justicia de Coahuila.

El asesinato de Colosio

           El 23 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio Murrieta caía abatido por las balas de sus asesinos en una colonia popular de Tijuana, Lomas Taurinas. Murió en medio de una gran conmoción nacional. Luego aparecieron las dudas y la confusión, y nunca se clarificó el magnicidio y el ambiente se llenó de especulaciones.

Todavía hay quienes piensan que el asesino intelectual de Colosio fue Salinas de Gortari, y lo aseguran a pesar de que la muerte de Colosio afectó el proyecto de sucesión salinista. El principal beneficiario con la muerte de Luis Donaldo fue Ernesto Zedillo, quien se convirtió en candidato y luego en Presidente. Para entonces se acusaba al tortuoso José Córdova Montoya de ser el director intelectual del arribo a la presidencia de Zedillo.

Los días posteriores a la muerte de Colosio fueron de acusaciones, una de ellas la hacía el influyente semanario tijuanense Zeta en contra de Jaime Martínez Veloz que se desempeñaba en Baja California como subdelegado de Sedesol. Se decía que era uno de los organizadores del evento en Lomas Taurinas, en donde mataron a Colosio.

En solidaridad con Martínez Veloz le pedí a Armando Castilla Sánchez que me relacionara con Jesús Blancornelas, entonces director del Zeta, quería hablar con él para darle mi opinión sobre Jaime. Castilla era amigo de Blancornelas y su recomendación fue de gran ayuda. Me trasladé a Tijuana el 25 de marzo. Con esa recomendación hablé con Blancornelas, le di mis puntos de vista sobre Martínez Veloz, le dije que era amigo de Colosio y por lo tanto uno de los afectados. Días más tarde Jaime estaba escribiendo en el semanario Zeta.

El día del asesinato de Colosio, Martínez Veloz había organizado otro evento que se realizaría después del acto en Lomas Taurinas, pero ya no se llevó a cabo. En ese evento, Jaime le entregaría al candidato priista una chamarra que llevaba su nombre. Esa chamarra que no le pudo entregar a Colosio me la regaló Martínez Veloz. Años después, cuando Humberto Moreira supo de esa chamarra, me la pidió prestada para iniciar su campaña a gobernador. Nunca la regresó.

En Tijuana conocí los pormenores del magnicidio. Mi conclusión desde entonces fue que a Luis Donaldo Colosio lo había asesinado el crimen organizado. Allí nació una reflexión roblediana que con el tiempo cobró veracidad: “Los peligros de la política actual son los cárteles de la droga y las cofradías de homosexuales”.

        Con su sacrificio, Luis Donaldo Colosio se convirtió en el candidato que todos querían, y hoy sus tesis tienen el rango de doctrina política que en vida nunca le concedieron. Antes de su asesinato, Colosio era duramente criticado, después de muerto lo hicieron mártir, y todos aseguraron que de no haber fallecido hubiera cambiado a México. Luis Donaldo logró con su muerte la imagen que ahora tiene, regó con su sangre el sitio que ahora ocupa.

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Para entonces, el nombramiento de Óscar Pimentel González como Secretario de Educación mantenía inconforme al magisterio coahuilense, debido a que Montemayor había impuesto a un economista en un cargo que tradicionalmente habían ocupado profesores.

Los más inconformes eran los líderes sindicales de las tres secciones del magisterio coahuilense. Para conocer sus razones entrevisté al profesor Julián Montoya de la Fuente, quien era Secretario General de la Sección 38 del SNTE. Montoya fue claro: “Somos leales a las instituciones, pero no subordinados del poder”. “Pimentel no conoce la problemática educativa, porque no ha sido profesor”. “Nuestro interés es elevar la calidad de la educación”. “El gobierno estatal no ha solucionado los problemas económicos”.

Los líderes magisteriales estaban enfrentados con Óscar Pimentel, lo calificaban de faccioso y revanchista. Poco después de la entrevista, Elba Esther Gordillo citó en la ciudad de México a los dirigentes seccionales del magisterio coahuilense. Allí les ordenó que aceptaran a Óscar Pimentel y que colaboraran con él sin ningún prejuicio, y obedecieron.

Para entonces ya despachaba en la Rectoría de la UAC Alejandro Dávila Flores. En su toma de posesión, el recinto universitario se llenó de invitados especiales: autoridades gubernamentales, funcionarios, políticos y empresarios, mientras parte del Consejo Universitario permaneció de pie por falta de asientos. En ese ritual no estuvieron presentes los estudiantes y profesores.

Horas después, violando el Estatuto Universitario nombró al Tesorero, al Director de Asuntos Académicos y al Director de Planeación, cuyos nombramientos son atribuciones del Consejo Universitario. Para justificarse, Dávila Flores aseguró que estos funcionarios serían luego ratificados por el Consejo Universitario, pero el Estatuto habla de elección no de ratificación.

          En marzo entrevisté a Enrique Martínez y Martínez. Para esas fechas la relación de EMM con Rogelio Montemayor seguía siendo conflictiva. Martínez quería ser candidato a Senador, pero se decía que Montemayor vetaría las aspiraciones de EMM, a tal grado que se comentaba la posibilidad de que Martínez y Martínez y otros coahuilenses abandonarían el PRI para hacer realidad sus aspiraciones en otros partidos. A esto se le conocía como “El Plan de Palmeritos”, porque se acordó en un rancho con ese nombre.

En la entrevista Enrique Martínez dijo: “Soy político de convicción y empresario de ocasión”. “En Palmeritos se habló de lo que se comenta en todas partes”. “Podrá haber vetos del gobernador, pero yo no los he sentido”. “Me han invitado desde el más alto nivel nacional del PRD”. “Las intrigas palaciegas han acabado con los buenos gobiernos”.

En mayo de 1994, el PRI ya tenía sus candidatos al Senado: El ex Rector de la UAC, Melchor de los Santos Ordóñez y el transportista lagunero Francisco Dávila Rodríguez. EMM había sido vetado por Montemayor, porque ninguno de los elegidos tenía la carrera, los merecimientos y el activo político que poseía Martínez y Martínez.

Melchor de los Santos vivía en el Distrito Federal desde 1978, tenía 16 años fuera de Coahuila y su militancia priista era dudosa. Francisco Dávila ocupó un cargo en la CNOP y había presidido asociaciones de autotransportistas en La Laguna y a nivel nacional. Pero ambos eran amigos de Rogelio Montemayor. Francisco Dávila financió las campañas a Senador, tanto de él como de Melchor.

Melchor de los Santos era una de las tantas “viudas” de Luis Donaldo Colosio. Había sido su amigo de confianza. Según me confió Melchor, antes de que se le destapara como candidato a la Presidencia, Colosio le había dicho en una cena familiar que el Presidente Salinas le había dicho que sería su sucesor.

Por esos días, entrevisté a Jaime Martínez Veloz y aseguró: “El Presidente Salinas creó las condiciones de la transición”. “La trayectoria de Zedillo es fiel expresión de la cultura del esfuerzo”. “Los opositores de Salinas son precisamente los que arruinaron el país”. Jaime, igual que todos los priistas le quemaban incienso al nuevo candidato, ya se habían olvidado de Colosio y externaban su grito cortesano “El rey ha muerto, viva el rey”

El 26 de mayo, en una convención priista, Martínez Veloz fue elegido candidato del PRI a la diputación federal por el VI distrito de Baja California. Para entonces ya se hablaba de la amistad que Jaime tenía con el próximo Presidente de México, Ernesto Zedillo.

En Coahuila otros estaban encaminados a la Cámara de Diputados: Salvador Hernández Vélez y José Luis “El Chapo” Flores Méndez, ambos amigos de Hugo Andrés Araujo y militantes del salinismo. Por su parte, los intrigosos tamaulipecos, Óscar Olaf Cantú y Baltasar Hinojosa se habían convertido en poderosos personajes por su cercanía con Montemayor, uno despachaba en Profeco y el otro en Sedesol.

Mientras tanto, el Secretario de Gobierno Carlos Juaristi Septién y el Director de Prensa Claudio Bres Garza se habían asociado para controlar la estructura estatal, y de paso obstaculizar a todo aquel que no fuera de su simpatía.

El Procurador de Justicia era Humberto Medina Ainsle, al que poco le importaba combatir a la delincuencia. Medina Ainsle estaba dedicado a hacer negocios a la sombra del poder, al igual que el tesorero Antonio Juan Marcos Issa. Esto sucedía a sólo 7 meses de haber comenzado el sexenio montemayorista… 

(Continuará).

Los políticos aldeanos con Montemayor…