Samuel Cepeda Tovar.
Se trata de un caso inusitado; jamás en la historia, o por lo menos que yo recuerde, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) se había retractado de un informe y había aceptado que se había equivocado tan estrepitosamente. David Colmenares, el titular de la ASF, que en términos generales se dedica a revisar o fiscalizar los recursos públicos para prevenir prácticas irregulares (corrupción) y contribuir a las buenas prácticas gubernamentales, a través de la institución que representa, admite haberse equivocado al señalar en primera instancia que la cancelación del aeropuerto en el lago de Texcoco tendría un costo superior a los 331 mil millones de pesos y no los 100 mil millones que el gobierno actual había previsto.
Desde luego que este reporte produjo una reacción inmediata del actual gobierno y en voz del secretario de Hacienda, Arturo Herrera, se señaló que era totalmente falso y que se trata de una de dos: incompetencia o mala fe. Desde luego que es un caso muy extraño, un ente como la ASF con años de experiencia, conformada por un equipo por demás profesional difícilmente puede cometer errores, sobre todo si se trata de hacer público inconsistencias de cientos de miles de millones de pesos, bajo esta perspectiva debemos preguntarnos si se trató de mala fe, de golpetear al actual gobierno y con esta nota dotar de herramientas a la oposición para atacar ferozmente al actual gobierno.
Si se trata de un acto intencional, ¿valdría la pena echar por tierra todo el profesionalismo de un organismo que gozaba de cierta reputación en su papel de fiscalizador? ¿Sería conveniente que David Colmenares arruinara su cargo que detentaría hasta 2025? Lo dudo mucho, entonces ¿se trató de incompetencia?, es más probable, en primer lugar, porque se trata de seres humanos, no de máquinas, pues la ASF señala que se trató de inconsistencia metodológica, da una explicación por demás técnica un tanto complicada y señala que se hará una revisión más profunda para determinar un resultado final.
Desde luego que las teorías conspirativas no se han hecho esperar: que si el auditor al depender del Congreso controlado por Morena se prestó al juego para victimizar y engrandecer al presidente, que si hay una gran conjura intentando golpear al presidente en año electoral, que si los funcionarios de la 4T se caracterizan por su ineficiencia, o cualquier otra teoría del imaginario colectivo, lo cierto es que hay consecuencias serias: la primera es que el gobierno sale fortalecido y que “los otros datos” del presidente son efectivos y han logrado doblegar al gran auditor nacional, en segundo término, la ASF entra en un periodo de falta de credibilidad ya sea por ineficiencia o mala fe y que de aquí en adelante sus informes serán fácilmente rebatibles por cualquier autoridad teniendo como referente el gran error del NAICM, y, finalmente, el auditor, David Colmenares, debe renunciar a su cargo, pues si se trató de un error humano, deben existir filtros y él debe ser uno de ellos antes de que los resultados se hagan públicos; por lo tanto, debe irse para calmar las aguas turbulentas que hoy sacuden al gran fiscalizador de México. Una de dos, sin importar cuál, hoy la ASF es la gran perdedora.