José Guadalupe Robledo Guerrero.
Hace muchos años, cuando trabajaba en Zincamex, conocí a un compañero obrero que provenía del campo y militaba en el PRI, quien a diario me hablaba sobre las bondades de pertenecer a su partido. Luego con los años continuamos nuestra relación, poco frecuente pero cálida y franca. Siempre me hablaba del PRI, pues aseguraba que su partido que le había ayudado a mejorar la calidad de vida de su familia. Gracias a su militancia había conseguido un terreno y construir su casa, incluso tener un empleo permanente. Dentro de su modestia se sentía satisfecho y realizado.
Un buen día, a principios de los 90, nos encontramos y me puso al tanto de su vida. Por ese entonces estaba en curso el proceso electoral para elegir al alcalde de Saltillo, en donde el candidato del PAN era Rosendo Villarreal Dávila, pariente político de los propietarios del Grupo Industrial Saltillo.
Pero en aquella ocasión, ya no me habló del PRI, y me sorprendió al decirme que votaría por el PAN, le pregunté por qué había cambiado su preferencia política, recordándole todo lo que le había dado su priismo militante. Su respuesta me confundió aún más, pues según él votaría por Rosendo Villarreal “porque deseaba un cambio”. ¿Qué cambio? Le pregunté, pero no tuve respuesta. Lo habían convencido de algo que no sabía.
Esto viene a colación, porque la historia de aquel amigo de la juventud se repite ahora en este proceso electoral que se vive en Coahuila. Algunos saltillenses han sido seducidos con la palabra cambio que pocos saben qué quiere decir, y ahora es Armando Guadiana Tijerina quien personifica tal mentira.
Se me hace difícil entender que Guadiana signifique un cambio benéfico en la vida política de Saltillo. Guadiana es un ex priista millonario, quien vio la oportunidad de hacerse político invirtiendo dinero (¿qué otra cosa puede invertir?) en la campaña de Andrés Manuel López Obrador, y esto se sabe porque en varias ocasiones se quejó con sus amigos de que le estaba saliendo cara su aventura, pero finalmente consiguió -sin más mérito- un escaño en el Senado de la República.
Guadiana es legendario por las historias que se cuentan de sus nada edificantes actividades empresariales, muchas de ellas amparadas a la sombra del poder. Por ejemplo, sería bueno conocer, cuáles fueron las desavenencias con el ex gobernador Humberto Moreira, que fueron determinantes para que cambiara la chaqueta tricolor por la guinda.
¿Qué hace Guadiana en un partido que se presume de izquierda y supuestamente lucha contra la corrupción? Su asociación con Alonso Ancira, quien tuvo problemas por evadir al fisco en variadas ocasiones, lo evidencia. Por eso mismo, gran parte de los morenistas coahuilenses lo detestan, porque además saben que es un patrón explotador, que nada le interesa la calidad de vida de sus empleados.
Al parecer, Guadiana encontró una veta virgen en Morena para seguir haciendo negocios como él sabe hacerlo, pero ya no será tan fácil como cuando los hacía en las recámaras del poder, porque ya salió de las catacumbas empresariales, ya sacó la cabeza y se quitó la capucha que le daba impunidad. Ahora está en el escudriño de la sociedad, que más temprano que tarde, conocerá los secretos de su riqueza y su personalidad. En otra ocasión les contaré algo de lo mucho de este patético personaje.
Nadie de los que conocen a Guadiana creen que pueda promover un cambio en nuestro municipio, menos aun cuando Manolo Jiménez Salinas, ha mantenido a Saltillo en los primeros lugares de calidad de vida, donde hay empleos, seguridad pública y sin escándalos de corrupción. Saltillo es una isla en medio de un océano de delincuencia, desempleo e inseguridad. ¿Por qué querer cambiar la estabilidad por la incertidumbre y la demagogia?
Y a decir verdad, Guadiana tampoco tiene comparación con el perfil de su adversario político, José María Fraustro Siller, pues gran parte de la carrera pública de Fraustro la hizo en el sector educativo, que es el sector pensante de la sociedad. Por su parte, Guadiana es un empresario ignorante, sin capacidad ni talento para mejorar lo que ahora tenemos.
La frase que acuñó hace años lo delata: “Honrado, honrado, pos no”. Sin embargo, hay que reconocer que Armando Guadiana Tijerina es un personaje polifacético, salió del oscuro mundo empresarial, compró la senaduría, se camufló de político y el pasado 30 de abril (Día del Niño) se disfrazó a sus 75 años de payaso, perdón de Mario Bros, y hasta hizo un video que lo distribuyó para causar la hilaridad de sus contados fans. En eso sí tiene talento Guadiana, lleva dos años haciendo payasadas.
En fin, cada quien se hace tonto como Dios le da a entender…